Se cuentan por cientos, tal vez por miles. Tienen el fondo amarillo y las letras negras características de Primero Justicia, antigua ONG devenida en partido político insignia de la derecha criolla. Cuelgan de numerosos postes en el Este de Caracas, donde el antichavismo tiene bastión tradicional en las clases media y alta. No le hace falta a la candidata de la llamada Mesa de la Unidad, heredera de la extinta Coordinadora Democrática, hacer campaña para considerarse electa, pero de todos modos su comando, montado sobre el andamio de otra ONG (Súmate), arropa la circunscripción electoral donde se postuló con una avalancha publicitaria digna de la campaña presidencial del 2012. Los pendones llevan su foto con la inscripción “María Corina Machado diputado (sic)”.
La expresión carece de concordancia de género, pero nadie en Primero Justicia ni en el comando de María Corina reparó en ello cuando les presentaron el arte o, luego, cuando la imprenta les entregó el montón de gigantografías, ni después, cuando aparecieron guindando a lo largo de la principal de Las Mercedes y otras transitadas avenidas. Del detalle no se percató ni siquiera el siempre avispado Julio Borges, number one de Primero Justicia, quien lleva muchas millas acumuladas en el esfuerzo de “enamorar a los chavistas” con retórica progresista y propuestas neoliberales.
Lenguaje constitucional
La Constitución Bolivariana, esa que todos los candidatos y candidatas dicen defender, aunque muchos y muchas en realidad la aborrezcan, puso en boga el llamado “lenguaje de género” y ha cumplido su cometido al menos en ese aspecto: hizo visibles en el discurso político-institucional a las mujeres, cuya proverbial discriminación puede presentarse en forma brutal, como en una aborrecible lapidación en Irán, y también con su sutil desaparición en una manera de hablar anacrónica que “machifica” a las damas.
Después de 11 años de escuchar y decir “las y los”, resulta chocante leer u oír que a las mujeres con responsabilidades públicas las llamen “la ministro”, “la rector”, “la magistrado” o, en el caso de María Corina, “la diputado”.
Error o manifiesto político
Cualquiera de sus partidarios podrá oponer que la palabra “diputado” en la publicidad de María Corina Machado obedece a un simple y excusable error. Total, esas cosas pasan en las mejores familias. Difícilmente, sin embargo, tal error hubiese traspasado los controles de calidad de los que suele ufanarse nuestra muy tecnocrática derecha criolla si el pendón de marras correspondiese a un candidato varón –escoja al que más le guste- y debajo de su rostro hubiese aparecido la palabra “diputada”. Ni el más gay de los aspirantes lo habría dejado pasar.
Ese pendón es, pues, como una bandera tricolor de siete estrellas en una pasarela del Miss Universo: todo un manifiesto político. Es el proyecto de la República de Venezuela, sin el apellido Bolivariana, ni lenguaje de género ni nada que huela a chavismo, que está por volver por sus fueros este 26 de septiembre. ¿En qué proporción? Nadie lo sabe aún con precisión. Pero allí estará de nuevo activo, mostrando su verdadero rostro una vez posesionado de sus curules.