“Había una vez una linda princesa, que vivía en el hermoso castillo de su padre”.
Apenas las madres daban inicio a la historia, que era la misma de todas las noches, que nunca de allí pasaba, el chamito se hundía en sueño profundo; la noche siguiente, con religiosidad, pedía le echasen el cuento, para volver casi inmediatamente, como contando las palabras por la madre pronunciadas, volverse a dormir. Cada palabra que pasaba era una ovejita, dos ovejitas, tres….hasta llegar a la palabra padre.
“El gobernador”, dice un militante de la vieja izquierda o de los nuevos, por joven y, hasta uno que otro, maduro marcado por hierros viejos, “no debe ser jefe del partido” – esa, jefe, es la palabra que usan-. Lo dicen militantes, concientes, inconformes, de derecha o izquierda, insatisfechos, medradores, quienes no encontraron lo que buscaban y revolucionarios. Votantes de los candidatos de Chávez, esos llamados duros y hasta blandos.
Hay quienes se han convencido que eso sólo sucede en su entidad y entonces, sin dificultad, conciben a su gobernador como responsable de aquella práctica. Así, su indisposición contra ese funcionario, derivada en veces por asuntos diferentes al concepto de partido, aumenta.
Para empezar, es demasiado titánica la doble tarea y se corre el riesgo, como dice el viejo refrán, de quien asa dos conejos a la vez. Para cumplir lo mejor que puede trata de simplificar los procedimientos evadiendo los pasos que le parezcan engorrosos, como el debate, permitir la participación y protagonismo colectivo. Es pues un concepto inadecuado de partido y manejo del mismo que viene desde arriba y no un engendro de los gobernadores y menos de uno en particular.
No obstante, debe quedar claro que, evitar ese proceder no es suficiente para erradicar las fallas existentes. Sería sólo un cambio práctico necesario, pero faltaría imponer una concepción coherente con las ideas de promover participación, protagonismo y empoderamiento popular.
Sólo no protestan aquel status, revolucionarios- ¡qué los hay!-quienes juran y perjuran, que por allí pasan los astros.
Desconocen o niegan que esa práctica, consolida un “partido” de subalternos, acríticos y obedientes que no cumplen el rol que les corresponde.
Estos olvidan cosas tan elementales como aquello que no se puede poner perro a cuidar carne o lo inconveniente o poco saludable de cobrar y darse el vuelto. La burocracia, que no es quiste por principio, pero suele enquistarse, porque el constante cambiar es una vaina muy incómoda, hace sus cambios y allí se atornilla o encama.
“Si encontré mi acomodo, hice cama”, piensa la burocracia, “para que moverme. ¿Y si me espera un espinero?”.
Quienes protestan por aquel procedimiento se conforman con su protesta y su arrechera contra el gobernador. Hasta allí llega todo. Vamos a cada confrontación electoral, porque hacia allá siempre vamos, como movidos ya por la costumbre. Hay quien no quiere ir porque a gobernador y jefe del partido no quiere, no le entusiasma. Y menos porque éste nombró al alcalde o alcaldesa, dicho así para mantener el acorde constitucional, jefe de todo en el Municipio. Además porque aquél y éste, no hay motivo para hacer lo contrario, ponen lo que tengan a mano.
El cuento principesco, el mismo que nos dormía cuando niños, desde las primeras palabras, por un raro sortilegio, nos duerme cuando alguien nos interroga de esta forma:
¿Ese proceder de dónde viene? ¿Quién le dio a ese gobernador la jefatura del partido? ¿El poder, qué a éste permitió poner al alcalde al frente de la organización en su municipio, de dónde emergió?
¿Esa circunstancia sólo se dio en tu entidad federal, con ese gobernador a quien le tienes arrechera, o en todas partes?
¿Por qué no pensar que venimos aplicando un concepto de partido inadecuado?
Cuando comienzo a hacer esas preguntas, muchas veces, más de lo que quisiese, los muchachos se me duermen, antes de tiempo.
Los indispuestos contra el gobernador o el alcalde, no importa la parte del país, se duermen; se conforman con su disgusto, insatisfacción y van a votar porque el proyecto nacional así lo demanda o no votan para alimentar su arrechera.
“Votaré”, dice uno, que pareciera ser más conciente, “por el cambio representado en la propuesta pertinente de allá arriba y asumida por todos, pero bajo protesta”. “El partido”, agrega con disgusto, acompañándose de gestos agresivos, “no funciona como debe pues está secuestrado por la burocracia regional y municipal”.
Si le pregunto, como en efecto pregunto a cada instante y ante cada caso, y ¿quién les dio ese poder para secuestrar lo que nos pertenece?, se me duermen de inmediato.
Todos hablan del pecado sin querer saber de dónde emana. ¿Cómo poner cascabeles a los gatos?
Claro, uno conoce por encima de esas deficiencias, debilidades humanas, sentimientos mesiánicos, el girar del mundo y la marcha de la vida, el camino a tomar; pese que los cuentos de hadas nos inciten al sueño y la evasión.
En lugar de dormirnos, debemos solicitar una revisión global de los procedimientos, de arriba abajo, de modo que conformemos el partido que demanda el proceso, fortalezcamos sobre bases menos emocionales el liderazgo de Chávez y obviemos burocratismo e individualismo.
Leer más sobre el asunto en: www.deeligiodamas.blogspot.com/ y “Psuv, electoralista o revolucionario. Aporrea.Org el 10-10-98.
damas.eligio@gmail.com