(No intervengamos las fábricas, pero sí los comercios ociosos)

Conozcamos la riqueza capitalista

La riqueza material capitalista se halla representada por ingentes y desparramados inventarios de productos terminados (capital comercial), y por bienes terminados y semiterminados depositados en los centros fabriles en proceso de ser mercantilizados para su colocación en aquellos mismos inventarios (capital productivo).

Se trata de las mercancías que como valores de uso contienen un capital constante, o previo, que intervino en su elaboración y sirvió para fijar el valor trabajo que los asalariados depositaron en aquellos por concepto de plusvalía. Como quiera que son inventarios existentes en los abarrotados estantes y depósitos de los centros de expendio al consumidor, en espera de compradores que jamás llegarán a los precios “normales”, también son mercancías que representan un bochornoso y vergonzoso cuadro de abundancia dentro del hambre sufrida por toda la población que los produjo.

Ya hemos explicado recientemente que la “plusvalía” no tiene mercado, pero podría hallársele compradores si el Estado interviene dichos inventarios y en cierta medida obliga a sus propietarios a salir de ellos a precios suficientemente asequibles para una población trabajadora que a duras penas cuenta con los mismos salarios que los fabricantes de esas mercancías ahora las mantienen ociosas llenando esos centros comerciales.

Es un hecho palpable a diario que la mayoría de los comercios saturan sus inventarios con mercancías obsoletas, de tercera calidad, con unos bienes que fueron quedando “fríos” luego de las estaciones de mayor demanda: navidad, vacaciones anuales, carnaval y afines. Con unas mercancías que, sin embargo, satisfarían mucho a muchas familias que las necesitan con urgencia.

Es relevante saber que ese inventario mercantil y ocioso sirve como respaldo crediticio ante la banca ya que ciertamente representa un capital aunque lamentablemente ya no funcione como tal, no para ser cambiado por capital dinerario que permita nuevas reposiciones de mercancías que den salida a las mercancías depositadas en los galpones fabriles.

En lo que respecta a los centros fabriles, tales inventarios han venido sirviendo de depósitos de una “riqueza capitalista” que si a ver vamos sólo está sirviendo para su exhibición y para garantizar las renovaciones de crédito involucrado en los nuevos procesos de producción que, paradójicamente, sólo terminan saturando unos inventarios comerciales que reflejan la ociosidad y flaqueza de la riqueza burguesa.

Ese cúmulo de mercancías invendibles, sin funcionalidad para el sistema capitalista, está pesando económicamente sobre los propios comerciantes y fabricantes ya que son mercancías que requieren mantenimiento, estiba, caleta, alojo y una serie de insumos constantes propios de comercios con personal contratado, consumo de electricidad y pago de patentes varias. Además, mientras esos inventarios no se vacíen se está frenando la producción y el empleo en general lo cual robustece la invendibilidad de dichos inventarios.

Digamos que son centros comerciales parasitarios cuyos dueños terminan recibiendo anualmente unas ganancias minimizadas sólo compensables con alzas de precios rayanos en la especulación, misma que suelen practicar en las épocas de ventas masivas, sin que estas logren vaciarles la totalidad de sus invendibles inventarios.

Ante esa realidad comercial, les hacemos un llamado a los comerciantes para que por iniciativa propia opten por la vieja y humanitaria práctica de los “remates” o liquidaciones aceleradas, algunas estacionales, otras eventualmente decididas para la urgente renovación de inventarios. De lo contrario, los gobiernos que quieran responderle a una ciudadanía que clama por más vestido, más calzados, más bienes en general, deberán intervenir tales expendios a fin de que por la vía de su abaratamiento esa riqueza capitalista y ociosa cumpla su correspondiente ciclo económico.

marmac@cantv.net


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Manuel C. Martínez M.


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