Efectivamente, hasta ese nivel de concreción, la oferta de medios de producción y la de los bienes de consumo cubrirían plenamente toda la demanda de ambos bienes, y el ciclo económico reiteradamente seguiría su curso. Producción y circulación daban cuenta de las metamorfosis del capital dinero, c. productivo y c. mercantil, dentro del proceso de rotación del capital.
Es de suponerse que Marx no manejó la Economía Internacional como un todo ya cerrado, por lo que el “comercio internacional” daría cuenta del evidente déficit de demanda doméstica frente a los excedentes de la oferta nacional. Por cierto, Rosa Luxemburgo (La acumulación del capital) llamó la atención sobre este problema de la “realización” :
(http://www.aporrea.org/ideologia/a111718.html)
Rosa introdujo el mercado de las economías no capitalistas, y hoy podríamos asimilarle sus ideas a la transnacionalización del capitalismo.
Efectivamente, estamos viendo cómo, a través de políticas imperialistas, los industriales de punta con sus excedentes de plusvalor invendible logran incentivar al resto de los países para que se monten en el carro del “progreso industrial”, para que importen capital en medios de producción, y para lo cual complementariamente ofrecen dinero ocioso en sus repletas arcas. Antes exportaban bienes de consumo, ahora se dedican a la venta de medios de producción, con inclusión de “fábricas” completas y hasta “fábricas de fábricas”.
A tal punto, esos Industriales imperialistas han conquistado estos mercados para dar salida y empleo a su capital ocioso, que han logrado hacer del Crédito Público una premisa constitucional de todos estos países rezagados y “pendejeados”. Las Constituciones de nuestros países contienen un extenso articulado para el logro de partidas crediticias complementarias de todos los Presupuestos Anuales, ejecutados por unos gobernantes asesorados por falsos economistas entre los cuales priva el criterio de que mientras más bonanza disfrute una economía más debe endeudarse, ya que supuestamente podría conseguir “créditos baratos” por tener suficientes respaldos para su oportuna cancelación.
Sin embargo, Marx estuvo muy consciente sobre ese “problema de la realización”. Él dio cuenta de los excedentes de plusvalor mediante la Acumulación indefinida de capitales (Reproducción Ampliada), y a largo plazo (David Rosenberg, ob. cit., pp. 252 y sigs.), pero lo hace de tal manera que revela una acumulación de capital en permanente crecimiento, habida cuenta de que producción y circulación son fases de un mismo proceso creciente de la rotación de capital.
Como resultado, cuando el Comercio Internacional se cierre o agote sus posibilidades de crecimiento, cuando todos los países necesiten mercado para su propio e individual plusvalor, entonces el Capitalismo, como sistema mundializado, habría perdido razón de ser. Para entonces, se habría acumulando un capital ocioso, muy pesado por insumir costes de custodia, almacenaje, acarreo, conservación, contabilización, etc., que lo convierte en un capital que drenaría parte del capital dinero desempleado, como tragándose a sí mismo.
Por esa vía, se inyectaría dosis monetarias para compra de bienes de consumo, que probablemente y a muy largo plazo reiniciarían un nuevo ciclo del capital. Las innovaciones tecnológicas abrirán nuevos mercados en los países rezagados cuyos parques industriales resultarán obsoletos, mientras los países de punta resolverán transitoriamente sus problemas de mercado a costa de aquellos países. La explotación se elevará a un segundo nivel y el trasiego internacional de plusvalor será de “países proletarios” a “países burgueses”; la clase capitalista será tan internacional como el proletariado de todos los países juntos.
Por otra parte, una solución burguesa al problema de la “realización”, o del mercado de los excedentes productivos, sería “la negación de la explotación de los asalariados en la fábrica, la negación de la plusvalía”. Bajo este supuesto negado, nos preguntaríamos: ¿quiénes comprarían las ganancias de los productores, la de los comerciantes y prestamistas, y los impuestos de los gobernantes? Porque las ganancias estarían incorporadas en el precio de las mercancías; y si estas fueron pagadas por su justo valor - trabajo, y el asalariado recibió una paga que cubrió todo su trabajo prestado, entonces el excedente del precio sobre su valor (las ganancias) no tendría mercado proletario.
De ser así, estaríamos en presencia de unos fabricantes que recargarían el valor de las mercancías en el monto de su ganancia media, luego los comerciantes harían otro tanto. En ambos casos, fabricantes y comerciantes cargarían también al precio de venta la alícuota de los intereses bancarios a que hubiere lugar. El Estado, por su parte, recargaría sus sobreprecios impositivos.
Consecuencialmente, los trabajadores recibirían en la fábrica una renta de subsistencia que luego en el mercado quedaría amputada por el monto del sobreprecio de todas las mercancías , a fin de garantizarles ganancias a los capitalistas; con ello estaríamos en presencia de unos trabajadores que si bien no serían explotados en las fábricas mediante entrega de plusvalía alguna, sí lo serían en el mercado con cargo a su pobreza ya que la renta salarial jamás podrían usarla para su entera satisfacción.
Como quiera que los consumidores finales no productores, o sea los trabajadores, serían quienes cancelarían esos precios inflados, obviamente, con sus salarios no podrían comprar la totalidad de la oferta, y “las ganancias tampoco tendrían demanda solvente”.
marmac@cantv.net