“La teoría de la relatividad incluye dos teorías (la de la relatividad especial y la de la relatividad general) formuladas por Einstein a principios del siglo XX, que pretendían resolver la incompatibilidad existente entre la mecánica newtoniana y el electromagnetismo.
La primera teoría, publicada en 1905, trata de la física del movimiento de los cuerpos en ausencia de fuerzas gravitatorias, en el que se hacían compatibles las ecuaciones de Maxwell del electromagnetismo con una reformulación de las leyes del movimiento. La segunda, de 1915, es una teoría de la gravedad que reemplaza a la gravedad newtoniana pero coincide numéricamente con ella en campos gravitatorios débiles. La teoría general se reduce a la teoría especial en ausencia de campos gravitatorios.
No fue sino hasta el 7 de marzo de 2010 cuando fueron mostrados públicamente los manuscritos originales de Einstein por parte de la Academia Israelí de Ciencias. El manuscrito tiene 46 páginas de textos y fórmulas matemáticas redactadas a mano, había sido ofrecido por Einstein a la Universidad hebraica de Jerusalén en 1925, con motivo de su inauguración en Palestina, entonces bajo mandato británico.” Tomado de: http://es.wikipedia.org/wiki/Teor%C3%ADa_de_la_relatividad
Ya a comienzos del último tercio del siglo XIX, la literatura económica revisa la relatividad del valor de las cosas, de la riqueza material, que se le venía atribuyendo al valor de cambio. Para 1867 apareció “El Capital”, de Carlos Marx, y fue en esta obra donde se ventiló por primera vez el carácter absoluto o social y común del valor de las mercancías en tiempo y espacio, y para todos los modos de producción. Lo hizo a fin de derribar cualquier vestigio de arbitrariedades en la apreciación y cuantificación de la riqueza y del valor de las cosas.
Desde luego, no existe un valor absoluto para las mercancías ni para los bienes ya que las fuerzas productivas no cesan en su movimiento o cambios espacio temporales. Es en este sentido que la relatividad aparente del valor trabajo tiene sentido. Es decir, Marx reserva un valor relativo para el valor de cambio en el tiempo y el espacio, que por cierto todavía no ha sido bien aplicado en las relaciones comerciales internacionales. Mucho menos se aplica al reconocimiento de la transitoriedad del modo de producción capitalista.
Cierto que en el comercio transnacional se maneja el criterio estadístico del valor de cambio absoluto, igualitario para todos los países involucrados. Es así cómo, por ejemplo, se tasa el precio del petróleo extraído en el Oriente Medio al igual que el extraído en Venezuela, a partir de una cesta de precios uniformante o absolutizante en su relación con el dinero (con el dólar), como si todos los países agregaran el mismo valor trabajo a sus ofertas. Así se niega la verdadera relatividad del valor de cambio, puesto que su vez se niega su valor absoluto.
Por el contrario, Albert Einstein introdujo un carácter relativo para el movimiento que se consideraba absoluto, una suerte de extensión inversa de una concepción ya introducida, por lo menos en la ciencia de la Economía Política. Curiosamente, su teoría sobre la relatividad del tiempo y del espacio, cualidades inmanentes a la materia, la r. especial y la r. general, han tenido desde su presentación, a comienzos de siglo XX, una enorme acogida e implantación universal, a diferencia del gran rechazo que ha sufrido el carácter “absoluto” y “relativo” que descubrió Carlos Marx en materia de justipreciación de las mercancías.
Marx parte de que el “valor” de los artículos mercadeables es la expresión del trabajo humano materializado en ellos[1]. Se trata de un valor aparentemente relativo, cuando se comparan cantidades de bienes entre sí, pero mal puede tener “valor” alguno un bien que carezca de valor intrínseco. Este es el meollo de la cuestión económica marxista.
En el caso de Einstein, su revolución en la Física tuvo y sigue teniendo una extraordinaria acogida, y hasta hoy se admite sin discusión el carácter relativo del movimiento, del tiempo y del espacio. El tiempo y el espacio son las cualidades mensurables que tienen en común los diferentes tipos de materia, los diferentes elementos constitutivos del universo hasta ahora conocidos, cualidades que antes se consideraban como absolutos. Antes de Einstein, el tiempo y el espacio parecían tener vida propia e independiente. En cambio, la revolución de Marx en Economía Política no ha corrido con la misma suerte, puesto que se sigue negando tanto el carácter absoluto del valor trabajo, como el valor relativo en tiempo y espacio que la mano de obra deposita en cada bien fabricado.
A la materia en general se la conoce bajo dos caracteres, cantidad y calidad. La Dialéctica Científica reserva las categorías de calidad y cantidad para explicarnos el cambio o movimiento de la materia. La prescindencia de una de estas cualidades sólo puede servir para fines analíticos. Cuando negamos el carácter absoluto del tiempo o del espacio, como lo hizo Einstein, reconocemos la variabilidad de dichas cualidades, negada hasta su llegada.
Cuando Einstein relativiza las valoraciones espaciales y temporales mediante comparaciones entre sistemas diferentes, no hace otra cosa que introducir cambios en el movimiento de los objetos involucrados, ya que mal pueden cotejarse entre sí los objetos que se muevan con una velocidad igual y constante.
Cuando Marx absolutiza el valor de cambio no hace otra cosa que descubrir la verdadera relatividad del valor ya que todos los bienes cuestan esfuerzos, y estos cambian en cantidad de un bien a otro, por lo que su igualación responde a determinadas proporciones de trabajo.
Para armonizar con famosa fórmula E = mc2, en Economía Política tendríamos la siguiente: V = v + c + pl , para V = valor de cambio; v = salarios, c = medios de producción y pl = plusvalor. Sólo así podemos conocer el valor de las cosas.