“Causas de la Revolución Francesa
En
términos generales fueron varios los factores que influyeron en la
Revolución: a un régimen monárquico sucumbiendo a su propia rigidez en
un mundo cambiante se unió el surgimiento de una clase burguesa que
cobraba cada vez mayor relevancia económica y el descontento de las
clases más bajas, junto con la expansión de las nuevas ideas liberales
que surgieron en esta época y que se ubican bajo la firma.
De
manera más detallada las causas puntuales de la Revolución incluyen el
auge de la burguesía, con un poder económico cada vez más grande y
fundamental en la economía de la época. El odio contra el absolutismo
monárquico se alimentaba con el resentimiento contra el sistema feudal
por parte de la emergente clase burguesa y de las clases populares.
Desde
el punto de vista político, fueron fundamentales ideas tales como las
expuestas por Voltaire, Rousseau o Monstequieu (como por ejemplo, los
conceptos de libertad política, de fraternidad y de igualdad, o de
rechazo a una sociedad dividida, o las nuevas teorías políticas sobre la
separación de poderes del Estado). Todo ello fue rompiendo el prestigio
de las instituciones del Antiguo Régimen y ayudaron a su derrumbe.
Desde
el punto de vista económico, la inmanejable deuda del estado fue
exacerbada por un sistema de extrema desigualdad social y de altos
impuestos que los estamentos privilegiados, nobleza y clero, no tenían
obligación de pagar, pero que sí oprimía al resto de la sociedad. Hubo
un aumento de los gastos del Estado y el descenso de los beneficios para
los terratenientes y los campesinos, y una escasez de alimentos en los
meses precedentes a la Revolución. Con el tiempo se agudizaron las
tensiones, tanto sociales como políticas, que se desataron cuando se
produjo una gran crisis económica a consecuencia de dos hechos
puntuales: la colaboración interesada de Francia con la causa de la
independencia estadounidense (que ocasionó un gigantesco déficit fiscal)
y la disminución de los precios agrícolas.
El conjunto muestra
un resentimiento generalizado dirigido hacia los privilegios de los
nobles y el dominio de la vida pública por parte de una ambiciosa clase
profesional, en el contexto de la Independencia de los Estados Unidos,
proceso revolucionario que abrió los horizontes de cambio político a los
franceses.” Tomado de: http://es.answers.yahoo.com/question/index?qid=20081017084349AAjGdL0
Tanto dialéctica como vulgarmente hablando, la explotación de unos hombres por otros, derivada y connatural de la propiedad privada de los medios de producción, ha sufrido cambios cualitativos y cuantitativos. En poco se parece la explotación esclavista a la feudal, y ambas difieren radicalmente de la explotación capitalista.
Sin embargo, la usura, el maltrato humano, la especulación comercial, las jornadas excesivas, el uso de niños y de mujeres en faenas impropias, todas estas violaciones y aberraciones humanas han sido una constante de vieja data que ha acompañado a todos los regímenes de explotación. Asimismo, las protestas populares y su desacuerdo con tales injusticias sociales han estado presentes en todos ellos. Espartaco, el esclavo, las rebeliones campesinas, y las protestas actuales contra los bajos salarios, han sido ejemplo de protestas contra los fuertes abusos de los esclavistas, de los aristócratas feudales y de los patronos fabriles, pero jamás han sido ni son ataques contra el esclavismo ni contra el feudalismo ni contra el capitalismo.
Hoy el mundo proletario está mayoritariamente en desacuerdo con las exacerbaciones del capitalismo, con sus guerras devastadoras de gentes y recursos naturales; lo está contra los abusos sexuales de algunos miembros del ministeriato cristiano; lo está contra la especulación del comercio de artículos, cada día de peor calidad y mayores precios; lo está contra la inseguridad ciudadana derivada del mismo “desorden social” burgués que suele desentenderse de los trabajadores más pobres y hasta propicia medidas maltusianas para reducir su número estadístico por vías de su extermino físico. Sin embargo, ninguna de las protestas emprendidas por este proletario podría asimilarse a ataques contra las bases del capitalismo. Hasta ahora, solo los intelectuales, economistas, sociólogos y filósofos, estudiosos y seguidores del marxismo, han luchado ideológicamente con el sistema actual, pero no así las luchas realizadas contra los mismos abusos que las igualan con las emprendidas antes contra los viejos sistemas de explotación, habida cuenta de que seguimos atrapados en el marco de la “Prehistoria de la Humanidad”[1].
Efectivamente, mientras haya ganancias, mientras haya mercados solventes y, particularmente, mientras haya asalariados, intelectuales, nobeles y filósofos, que aúpen la causa burguesa, el sistema se mantendrá incólume. Esto nos lleva buscar otras formas de lucha para lo cual es imprescindible seguir leyendo y releyendo el mensaje de Marx[2].
Hemos citado en el epígrafe la Revolución Francesa porque está connotada como hito político en el paso del modo feudal de “explotación del hombre por el hombre” al capitalista y burgués. Tal revolución se toma como máxima expresión de protesta popular contra el régimen feudal. La Toma de la Bastilla, por ejemplo, fue el derribo popular de una prisión donde pagaban “condena” los aristócratas, y hoy sabemos que esa prisión no tenía nada que envidiarle a un Hotel “5 estrellas”. Cónfer: Grupo Unidad Editorial, Revistas S.L.U. , La Aventura de la Historia, (Madrid, España). Julio 2009, # 129, pág. 36. Tal privilegio para los delincuentes de “cuello blanco y barroco de la aristocracia feudal impulsó esa toma en señal de protesta contra el resto de los privilegios feudales, pero no fue un movimiento propio como iniciativa de los siervos ni de los sirvientes palaciegos. Fue una conmoción preparada, estimulada y liderizada por teóricos burgueses de alta talla intelectual, quienes ya habían alcanzado poder político al lado de la “derecha” de marras. La influencia de esos intelectuales revolucionarios antifeudales y proburgueses repercutió en América Latina, y prendió en los llamados próceres de nuestra Independencia, con Simón Bolívar como el más destacado de los seguidores de ese movimiento europeo libertario, igualitario y fraternario.
Seguir afirmando que los asalariados serán los sepultureros del capitalista, o seguir diciéndoles que tienen chance de liberación si se unen, si toman conciencia, etc., es simplemente seguir engañándolos, con lo cual hacemos del asalariado, además de explotados, unos engañados.
Allí están las estadísticas del lumpen que crecen sin cortapisa alguna. En la misma medida que se expande y desarrolla el capitalismo aumenta el número de pobres, empleados, subempleados y desempleados, de asalariados y de lumpen en general.
De manera que sostener que estos asalariados pobres puedan aspirar y soñar con ser sus propios libertadores es una gran verdad, como sueño, pero también es una de las mentiras mejor diseñadas por la propia izquierda traidora del verdadero movimiento anticapitalista. De allí la “utopía” del comunismo planificado por los trabajadores.
Jamás en la historia de las sociedades clasistas, los pendejos o explotados se han autoliberado; tal sería una contradicción ya que mal puede intentar enfrentarse triunfalmente quien carece de armas, de medios de producción, de instituciones estatales y afines; quienes carezcan de gobernantes, de ejércitos, etc., herramientas y armas que están férreamente controladas por el ente explotador y poderoso, máxime cuando los explotados se hallan atrapados en la miserable contabilidad que le impone su coste de vida para cuya satisfacción trabaja.
Yendo a la historia del acabose del Feudalismo, observamos que fueron los burgueses adinerados y con mayor poder económico quienes instaron y derribaron la aristocracia feudad y religiosa del siglo XVIII d. C.
Escritores y filósofos de la talla de Juan Jacobo Rousseau, Diderot, Monstequieu, Voltaire, etc., no pertenecieron a la clase explotada, ni como siervos ni como servidumbre ni como militares. Pertenecieron a la burguesía emergente, ya adinerada y prestamista de la decadente y consumista clase aristocrática y enfeudada.
Conocer la clase explotada, saber de su indefensión absoluta, y conocer la clase explotadora, todo poderosa, es darnos cuenta de que la lucha contra la especulación, contra los bajos salarios, contra el alto costo de la vida, contra las largas jornadas, contra la violación de los derechos humanos, y contra el latifundio improductivo, no son precisamente las específicas manifestaciones de una verdadera lucha contra el sistema capitalista.
Carlos Marx, muy estudioso de este sistema, arribó a la sabia conclusión de que los capitalistas, lanzados a una despiadada competencia entre sí, están constantemente propendiendo a su propia ruina en tanto y cuanto tales competencias se traducen en una mayor acumulación de capital, permitida por un mayor desarrollo de las fuerzas productivas que mueven a una mayor industrialización, misma que, a su vez, requiere un mercado más amplio e inmediato. Como éste se achica inclementemente, la tasa de ganancia será en definitiva el verdadero veneno que liquidará a este perverso y atornillado régimen de explotación[3]; pero, los ataques verbales y las más diversas versiones antiimperialistas de corte electoral y politiquero no pueden seguirse manejando como armas contra ese sistema, porque seguir haciéndolo es sencillamente seguir alimentando la explotación y el engaño de unos asalariados impotentes en sí mismos para enfrentar exitosamente semejante tarea.