Este tipo de “revolucionarios” (llamémosles revolucionarios portátiles) son numerosos, y son los que tienen prácticamente cogido a Dios por las barbas en numerosas dependencias del gobierno nacional.
Están enquistados, digo, en la administración pública y representan la mayoría en muchas direcciones regionales en el actual PSUV.
Y a todo dicen amén.
Cuando se les acaba el cambur callan para siempre dentro de la revolución, y comienza lentamente a emigrar hacia el centro y luego hacia la ultra-derecha, si después de esperar por otro cargo acaban siendo relegados por largo tiempo.
No obstante, jamás dejan de tirar el anzuelo a ver si a algo se ensartan dentro del gobierno.
Hay entre estos grupos portátiles algunos que tienen la maldita y perversa suerte de vivir enchufados.
Ya desbancados, como digo, entonces comienzan a quejarse de todo y a maldecir sobre lo malo que va el país, pero sin dejar de perder contactos con sus viejos conmilitones para que les vuelvan a tomar en cuenta y conseguir algún carguito.
A algunos de ellos, ya sin el consabido cambur y además desahuciados desde el poder, ustedes los podrán ver en los Country Club de las grandes ciudades, campaneando un whisky y jugando a los bolos, felices con sus pares y arrecho contra este insufrible sistema comunista.
Hubo uno de estos portátiles, muy hijo de puta él, que fue Secretario General del gobernador Florencio Porras, que en una ocasión que buscábamos apoyo para el diario “Despertar” (premio nacional de periodismo) me espetó con arrechera: “Tú a mí no me vas a dar clase de revolución”. Hoy, ustedes pueden ver a este personaje todos los días gozando una bola en el Country Club de Mérida (en el que cada acción cuesta cientos de millones de bolívares).
Durante la oscura espera por la refrendación de la LEU, todo aquel chavista que la criticaba por sus insólitos defectos, eran ferozmente atacado por este tipo de revolucionarios portátiles.
Estos portátiles no tienen tiempo para leer, para pensar, para debatir, porque lo de ellos es el provecho inmediato de cuanto les rodea.
Hoy estos portátiles que defendía la LEU con locura, andan con el rabo entre las piernas, sin dar la cara por sus arrebatos ridículos e insensatos.
A mí me ha tocado sufrir las brutales embestidas de estos portátiles que le provocan un terrible mal a la revolución. Tienen un gran peso en muchas decisiones, suelen ser “afortunados”, nunca responden por nada.
Son invisibles.
jsantroz@gmail.com