(ENSARTAOS.COM.VE) Cada vez que se celebraba esta fecha, durante toda la década de los 60´s y 70’s, se sublevaban ciudades como Caracas, Maracay, Valencia, Barquisimeto y Mérida. Y para esa época, entre diez y veinte luchadores caían acribillados por las balas de las fuerzas represivas.
En esta nota explicaremos por qué Rómulo Betancourt odió a muerte el “23 de enero”; pero antes nos referiremos al caos que en esta fecha, desde que Chávez llegó al poder, han tratado de crear los elementos de la ultra-derecha; ha tratado esta gente de cogerse ese día para ver si derrocan al gobierno.
No hay nada más ultra-derechista que el gobierno perejimenista que entregó cien millones de dólares a las fuerzas del asesino Carlos Castillo Armas para derrocar a Jacobo Arbenz.
Pérez Jiménez entregó el país a las compañías petroleras, asesinó a dirigentes campesinos y obreros y Ruiz Pineda quien odiaba a muerte a Rómulo Betancourt.
Pérez Jiménez en 1954 recibió con biombos y platillos al gran criminal, Secretario de Estado, de John Foster Dulles para la que en la Conferencia Interamericana se aprobase una declaración anticomunista en todo el continente.
El intento más serio para utilizar esta fecha como consigna para derrocar a Chávez, se dio el 23 de enero de 2001, cuando se tenía preparado un bestial golpe, que gracia a una jugada clave del Presidente Chávez, que le permitió encadenar a todos los medios para trasmitir una misa en la urbanización “23 de enero”, pudo abortar la intentona.
Ahora todas las fuerzas fascistas quieren hacer un show planetario con motivo de conmemorarse los 53 años de la caída de Marcos Pérez Jiménez con una concentración en Caracas que tendrá réplica en 30 ciudades del mundo.
Un montón de ONG´s dependientes de la CIA, con fuerzas en la UCAB, con personajes de Cedice, “Foro por la Vida”, “Justicia y Paz”, “Abogados en Defensa de la Constitución” y la Federación de Colegios de Enfermería, entre otros, bajo la coordinación de “Un Mundo Sin Mordaza”, están invitando a la toma de la capital el 23 de enero.
Quieren ver cómo está el pulso de la ultra-derecha con los últimos cambios en la AN para calentar las calles, y tratar de dar otro zarpazo, o un guarimbazo descomunal.
La cosa esta vez comenzará en la avenida Francisco de Miranda entre las estaciones del Metro Miranda en el Parque del Este y Chacaíto. Y el asunto por supuesto nada tendrá que ver con lo que realmente se consiguió el 23 de enero de 1958, un día traicionado por Betancourt y su gente, sino “alertar sobre el deterioro de la democracia en el país”, que para la ultra-derecha ha alcanzado niveles alarmantes tras la aprobación de la Ley Habilitante.
Ayer estas organizaciones se desgañitaron hablando sobre las violaciones a los derechos humanos, las expoliaciones, la presión contra el capital privado, la detención de diputados electos y la entrega de la facultad legislativa al Presidente que según ellos evidencian que en Venezuela no hay democracia: "No podemos permitir que a la democracia le den una puñalada por la espalda", gritaban estridentemente.
Dicen estos señores que ciudadanos del mundo se sumarán a la protesta venezolana en Bogotá, Managua, Sao Paulo, Nueva York, Buenos Aires, Paris, Lima, Panamá y Ciudad de Guatemala, entre otras.
Con la consigna "Nacimos libres y lucharemos para seguir libres" la representante del Frente de Abogados, Elenis Rodríguez, exhortó a la ciudadanía a movilizarse en respaldo al sistema de libertades y exigió al Presidente el cese de las amenazas: "No le tenemos miedo. Usted ha ofendido al pueblo venezolano que le dijo `no’ a la reforma constitucional", criticó.
Betancourt conservará por el resto de su vida un gran sentimiento de desprecio y odio hacia los acontecimientos del 23 de enero, y conseguirá trasmitirlo a todos los miembros de Acción Democrática.
Paradoja, si se toma en cuenta que fue debido en parte, a la resistencia adeca que se consigue hacer tambalear al dictador. Pero es que dentro de la vieja guardia este sentimiento resultaba chocante. Cada vez que haya disturbios callejeros, Betancourt frenético de indignación gritará: «¡La fauna de añoradores del paraíso perdido del 23 de enero!» Porque en verdad, él mismo reconocía que el más grande error histórico fue haberle permitido a la juventud venezolana adueñarse de una posición antiimperialista. Aquel era el gran momento para un cambio total hacia un verdadero régimen de justicia y de igualdad social. Como en ningún otro momento de nuestra historia se tuvo un momento más hermoso, más auténticamente patriótico. Betancourt habría de trastocarlo y destruirlo todo.
Pues bien, para la historia y los historiadores recordaremos lo siguiente:
1- En realidad, el 23 de enero de 1958 fue un arreglo político para que las cosas continuaran tal cual las dejaba Pérez Jiménez. Más aún, todos los militares que habían participado en el alzamiento contra el dictador, quedarían marcados como sediciosos, y rápidamente serían puestos en cuarentena. Se habían convertido indudablemente en elementos peligrosos para la estabilidad del país, y por eso un grupo de altos oficiales que nada había hecho en contra de la tiranía, tomaría el timón en los altos mandos de las Fuerzas Armadas. ¿Quiénes estaban dictando estas normas?, pues el imperio gringo, porque los cargos claves los tomó la burguesía, el poder económico. Los que toman el poder ya han decidido que el país debe seguir funcionando en lo social y en lo económico, como lo venía haciendo desde el Siglo XIX.
2- Los asesores de la Junta de Gobierno, José Giacopini Zárraga (último ministro de Hacienda de Pérez Jiménez), Edgar Sanabria y Alirio Ugarte Pelayo, todos ultra conservadores, auspiciaban la conformación de un gobierno que ni remotamente oliera a revolución, para que en Estados Unidos se entendiera que prácticamente entre nosotros nada había cambiado. De inmediato, los oligarcas se movilizaron, el presidente de Fedecámaras (o Fedécame, como le decían), Ángel Cervini, propuso una tregua obrero-patronal a los sindicatos para que no hicieran huelgas, lo que resultó una verdadera patraña para robarle combatividad al proletariado y con ello reducir los riesgos de un verdadero cambio revolucionario.
3- La Junta Militar se conforma, y acaba recibiendo el beneplácito del Departamento de Estado y de los que realmente la han sugerido a éste, Betancourt, Rafael Caldera y Jóvito Villalba, para que funcione sin traumas. Larrazábal, con su estilo apaciguado y un tanto indiferente, pudo, ante varios grupos políticos, superar algunos temporales en su contra; se comenzaba a ventilar su relación callada y fiel a la dictadura. Betancourt no lo dejó pasar por alto y supo manejarlo con astucia dentro de su partido. Él hizo correr la voz que por su estrecha relación con el dictador, debería quedar inhabilitado políticamente. Al contralmirante le llegaron los comentarios y llegó a responder asustado: «Si esto sigue así y no se va a llegar a ningún acuerdo, yo me retiro, porque en lo que a mí se refiere, yo no he hecho nada para tumbar a Pérez Jiménez, no he puesto ni un granito de arena».
O sea.