(Qué entender por Revolución)

Conozcamos la Edad del Capitalismo

“Unas palabras más, para evitar posibles malentendidos.

No pinté de couleur de rose [color de rosa] al capitalista y el terrateniente.

Pero aquí no se trata de personas, salvo en la medida en que son la personificación

de categorías económicas, los puntales de intereses y de relaciones

de clases determinados.

Mi punto de vista, según la cual el desarrollo de

la formación económica de la sociedad es asimilable

a la marcha de la naturaleza y a su historia, puede,

menos que ningún otro, hacer responsable al individuo de

relaciones de las cuales es socialmente la criatura,

haga lo que hiciere por desprenderse de ellas.

En el terreno de la economía política, la investigación libre

y científica  encuentra muchos más enemigos  que

en sus otros campos de exploración.

La naturaleza particular del tema que trata levanta contra ella

y lanza al campo de batalla las pasiones más vivas, más mezquinas y

odiosas del corazón humano, todas las furias del interés privado.

La Alta Iglesia de Inglaterra, por ejemplo, perdonará con mayor facilidad

un ataque contra treinta y ocho de sus treinta y nueve artículos de fe

que contra una  treintainueveava parte  de sus ingresos (así de grandes serán).

En comparación con la crítica contra la antigua propiedad, hasta el ateísmo

es hoy una culpa levis [falta ligera]. Pero resulta imposible desconocer

cierto progreso en ese sentido. Para ello me basta remitir al lector

al libro azul…

Los representantes extranjeros de la Corona de Inglaterra expresan en él, con

toda claridad, la opinión de que en Alemania, en Francia …

en todos los estados civilizados del continente europeo,  resulta

tan sensible e inevitable  como en Gran Bretaña

 una transformación de las relaciones existentes

  entre el Capital y el Trabajo…

No significa que mañana mismo vayan a ocurrir milagros.

Muestran que aun en el seno de las clases reinantes comienza

a brotar  el presentimiento  de que la sociedad actual , lejos de ser

un cristal sólido, es un organismo susceptible de cambios y

siempre en vías de transformación”.

 Carlos Marx, El Capital, Libro I, Prefacio de la Primera Edición Alemana. (Editorial Cartago, SRL. Buenos Aires, 1973).

Yo añadí negrillas y puse   paréntesis  y ptos. suspensivos.

 

Lo que expresa y elucida Marx en ese epígrafe es el meollo de su obra, El Capital, por lo que resulta pertinente observar que, contrariamente a lo que ha sido usual entre la mayoría de los filomarxianos, Marx no denigra directamente del modo capitalista de producción, ni del    modo de vivir de sus habitantes, ni de sus desafueros por parte de los patronos, ni contra el explosivo y creciente tamaño del grado de explotación que lo distingue de otros modos que le precedieron.

Marx tampoco despotrica de sus agentes dominantes, él no dedicó, ni en una sola de sus varios miles de páginas de El Capital, ninguna reprensión ni denuesto alguno contra ningún burgués (no, que yo los haya leído). Tampoco habló de protestas populares para derrocar o cambiar al sistema; éstas, a lo sumo, sirven para reemplazo de un burgués por otro; sirven como indicador termométrico del grado de disgusto con dichas relaciones, pero para nada como estrategia revolucionaria de cara al reemplazo de un modo por otro.

Marx aprendió, como nadie antes ni como los pocos después de él, que las leyes de la Física y Biología – que se rige por aquellas _ son perfectamente aplicables a las sociedades humanas, que sus estadios de nacimiento, desarrollo y muerte son comunes en todas las manifestaciones orgánicas e inorgánicas descubiertas por ahora en la Tierra y hasta más allá de esta. Que el cambio es una cualidad intrínseca e ínsita todos los fenómenos universales.

Podríamos imaginarnos durante un segundo que en nuestras economías, por decisión subjetiva de algún gobernante, o por alguna protesta popular tumultuosa, por ejemplo, fueran confiscados todos los bienes de producción que se hallan en funciones por asalariados, para ser reconfigurados y traspasados a gente sin ninguna preparación tecnoempresarial. Si eso ocurriere, no es muy difícil prever sus nefastos resultados. No puede ser esa la forma de cambiar un sistema económico de producción, aunque indefectiblemente tendrá que cambiar.

Desde luego, los escandalosos de la mediática moderna, a través de empresas burguesas, con medios   capitalistas, con sus asalariados y patronos, vale decir, los periodistas disfrazados de izquierdistas y   revolucionarios marxistoides, se la pasan explotando esa posibilidad, y viven viendo   en cada conflagración mundial, o en cada revuelta de cierto peso, el reemplazo de este modo por otro. La ingenuidad de ellos sólo nos revela lo poco que han aprendido de las enseñanzas de Marx.

En el epígrafe de esta entrega se lee:

“;Representantes extranjeros de la Corona de Inglaterra expresan en él (libro azul), con toda claridad, la opinión de que en Alemania, en Francia… en todos los estados civilizados del continente europeo,

resulta tan sensible e inevitable como en Gran Bretaña

una transformación de las relaciones existentes

entre el Capital y el Trabajo…;

“No significa que mañana mismo vayan a ocurrir milagros.

Muestran que aun en el seno de las clases reinantes comienza

a brotar  el presentimiento  de que la sociedad actual , lejos de ser

un cristal sólido, es un organismo susceptible de cambios y

siempre en vías de transformación”.

Y en las palabras finales de la Segunda Edición Alemana de El Capital, para referirse a uno de sus críticos más constructivos de marras, se lee:

“Una cosa preocupa a Marx: encontrar la ley de los fenómenos que estudia. No sólo la que los rige en su forma acabada y en sus vinculaciones observables durante determinado lapso. No, lo que ante todo le interesa es la ley de su cambio, de su desarrollo, es decir, la ley de su paso de una forma a otra, de un orden de vínculos a otro. Una vez descubierta dicha ley, examina en detalle los efectos con que se manifiesta en la vida social…Así, pues, Marx sólo se inquieta por medio de una investigación de gran rigor científico la necesidad de determinados órdenes de relaciones sociales, y, en la medida de lo posible, verificar los hechos que le sirvieron de punto de partida y de apoyo. Para ello le basta con demostrar, al mismo tiempo que la necesidad de la organización actual, la de otra organización a la cual es inevitable que pase la primera, crea o no la humanidad en ella.  (Negrillas mías)

Ese avalúo crítico lo apoyó su autor en las propias y textuales afirmaciones de Marx (El Capital, Libro Primero Prefacio, Primera Edición Alemana) que de seguidas recojo con negrillas mías:

“;Aunque una sociedad haya llegado a encontrar la pista  de la ley natural que preside su movimiento - y el objetivo de esta obra es el descubrir  la ley económica del movimiento  de la sociedad moderna (capitalista) -, no puede franquear de un salto las fases de su desarrollo natural, ni abolirlas por decreto. Pero puede acortar el periodo de gestación y atenuar los dolores del parto.”; 

Paradójica, sorprendente y curiosamente, el “librecambio” es una de las formas más expeditas y marxianas para acortarle la vida a este modo, en la medida que con él se acelera  el descenso de la tasa de ganancia. Por lo demás, cada empresario en funciones se siente, y no le falta razón,  con todos los derechos del mundo para operar como lo viene haciendo, si lo hace  cometidamente y respetuoso de  las disposiciones estatales vigentes contra las desviaciones de algunos empresarios, quienes suelen fungir como  tales, pero son, más bien, ladrones amparados bajo esas etiquetas económicas . Al propietario terrateniente, por ejemplo, no le basta con preguntársele cómo adquirió su latifundio. Dirá que se lo compró a Fulano, y este a Mengano, y este a Zutano, pero jamás ni nadie podrá remontarse al primer propietario ya que éste simplemente la tomó como suya.[1]

Cuando Marx trata el tema de las fluctuaciones de precio, de sobreprecios especulativos de mercado, y de los variados abusos   de algunos los fabricantes, los considera causados por desbalances transitorios entre la Oferta y la Demanda. La especulación por concepto de acaparamiento cae fuera de enfoques económicos, como lo hace el hurto, el uso de dinero falso, la adulteración de la calidad, etc., ya que estas modalidades de valor no forman parte dominante de la producción capitalista, ellas corren a cargo de vulgares pillos en funciones de empresarios que siempre operaron tan pronto se adoptó la producción mercantil y surgieron los correspondientes intermediarios.  Estos forman parte del equipo der maulas que toman prestamos del Estado en razón de su afiliación política como un mecanismo expedito para su enriquecimiento personal, y a los que gobernantes no menos irresponsables terminan condonándoles la deuda que contrajeron con el pueblo, con el Estado. De ellos no se ocupó Marx, por ser asuntos de competencia policial y no económica. Cuenta Claudio, el Emperador romano, que recién tomó él la ejecución de su cargo se le presentaron unos contratistas con sobreprecios de unas obras de infraestructura que ya el mismo Claudio conocía de años atrás, como buen lector e historiador que fue. Les demostró que estaban inflando los precios, y fueron borrados de  la lista de servidores del Estado.

Lo que realmente buscó Marx fue la demostración de que: 1.- Nuestros pensamientos e ideas provienen del mundo exterior, que nacemos vírgenes, con archivos en blanco  que el medio exterior   va escribiendo en nuestras neuronas, según dictados de nuestras acciones materiales impulsadas por nuestras necesidades fisiológicas y materiales, antes que nos elevemos espiritualmente y seamos capaces de pensar más con la cabeza que con el estómago., con todo lo cual  nos  enriquecemos  de recursos teóricos exponenciales para una mejor adecuación a dicho medio, siempre cambiante. 2.- La conciencia no determina al ser, sino todo lo contrario, esta determina la otra.  Es la dialéctica materialista, la que dio   una voltereta a la concepción hegeliana de su época. Al respecto, citamos:

“La conciencia no puede ser nunca otra cosa que el ser consciente,

y el ser de los hombres es su proceso de vida real. Y si en toda la ideología los hombres y sus relaciones aparecen invertidos como en una cámara oscura, este fenómeno responde a su proceso histórico de vida, como la inversión de los objetos al proyectarse sobre la retina responde a su proceso de vida directamente físico.”. (Marx y Engels, La Ideología Alemana, Cap. II)

 

Toda esa data la usa Marx para soportar bibliográficamente qué sucede en este modo de vida burguesa por lo que mal podría anticipar métodos de defunción o fecha estimada de su muerte, cuestión que dejó enteramente bajo el control y dominio de las leyes propias y especificas de un modo donde la tasa de ganancia mide su dinámica[2].

3.- Y lo más importante: Apoyó la “revolución económica” sobre la base del cambio extensivo a todas las formaciones económicas, porque (cito con negrillas mías):

“El cambio producido en la base económica trastorna más o menos rápidamente todo el colosal edifico.  Se inicia entonces una era de revolución social”;( Carl Marx. Prólogo de la Contribución a la Crítica de la Economía Política).

  Es decir: los cambios en su base estructural o “económica” (no política) es la “revolución”. Ellos dan pie al derrumbe de todo el andamiaje superestructural que la acompañan.  Como la quietud   resulta contranatural, buscó   demostrar el inevitable carácter transitorio de todos los modos de vida, que lo tuvo el esclavista, y también lo tuvo el medioeval, y es de perogrullo que  el modo capitalista tenga sus días “contables” aunque no sepamos cuántos le quedan, como nunca podremos adivinar  la fecha de defunción de ningún ser humano, salvo que se le haya condenado a la horca, a la guillotina, al hacha, a la crucifixión, al descuartizamiento, al cajón de Procusto, a la electrocución, cámara de gas,   sepultura en vivo, actos, así, de fecha y edad perfectamente programables.





[1] Carlos Marx, Obra citada, Cap. XXVI, Segunda nota.

[2] Carlos Marx, El Capital, Libro 3, Sección III, Cap., XIII.



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Manuel C. Martínez M.


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