En la medida que la Clase Obrera va despertando de su letargo histórico e identifica mejor a su enemigo de clase: la burguesía; en la medida que los trabajadores comprendan que sus intereses de clase y sus sueños dependen de la permanencia de la revolución: en la medida que se profundice la revolución y la Clase Obrera, y el pueblo en general, comprenda que sólo el socialismo plantea las posibilidades de su verdadera liberación, paralelamente, también dentro de sus filas se hacen visibles sentimientos de inconformidad, impaciencia y hasta de frustración por las trabas que se les interponen en el camino.
En las paredes de los pasillos de algunas de las empresas nacionalizadas y de la mayoría de las instituciones públicas del Estado han aparecido pintas con consignas que expresan: “Fin al burocratismo y al nepotismo” “Fin a los privilegios de la burocracia”, “Todo el poder para los Consejos de Trabajadores”.
Incluso, el propio Comandante Chávez ha hecho muchos esfuerzos políticos, intelectuales y prácticos para llevar esas consignas a la realidad. Los esfuerzos del Comandante han sido frenados por la oxidada estructura del viejo Estado burgués aun existente, pero también por las trabas que imponen algunos reformistas y seudo-revolucionarios que han sido seducidos por los privilegios enajenantes que guarda el poder del Estado. Los problemas y las desviaciones que se presentan en algunas de las instituciones y empresas del Estado, entre otras realidades, exigen profundizar el debate sobre la democracia proletaria. Sólo algunos marxistas y reformistas han marcado posición al respecto.
Dentro del reformismo una tendencia plantea un absurdo socialismo bajo un régimen de propiedad privada (cooperativa) de la mano con el Control Obrero. Dentro del marxismo una tendencia ecléctica coincide con otras tendencias reformistas en la idea de, que sólo una “vanguardia iluminada”, junto al líder de la revolución, bastaría para hacer el Socialismo. Estos últimos se oponen al Control Obrero y al Poder Popular bajo la figura de las Comunas acusándolas de “desviaciones anarquistas y pequeñoburguesa”, pero salvan su posición en lo referente a la necesaria propiedad social de los medios de producción. Esta idea manifiesta, en la práctica, la defensa del viejo Estado burgués y sus privilegios; se oponen a Marx que defendió la Comuna de Paris y de Rusia; también se oponen a Lenin que planteó: todo el poder para los soviets. En otras palabras, algunos “marxistas” se oponen a Marx y Lenin.
La construcción del socialismo conjuga diversas e imprescindibles variables para su realización. Fundamental es la propiedad social de los medios de producción, pero no menos necesarias son: la planificación centralizada y las nuevas relaciones de producción y distribución fuera de las leyes del valor del capital, entre otras variables. Hasta el día de hoy el debate sobre lo fundamental, la propiedad, ha opacado la discusión sobre la democracia y la participación de los trabajadores en la dirección de las empresas del Estado.
Algunos de estos “marxistas” se habrán preguntado ¿Por qué cuando los burócratas destruyeron a la URSS ningún trabajador salió a defender su revolución? ¿Acaso una “vanguardia iluminada” podría ser inmune a los enajenantes privilegios del Estado burgués? ¿Por qué temen la democracia de la clase que dicen defender? … ¡Debatamos esto!
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