(Primero de Mayo con nuevos conceptos de salarios y consumo)

Conozcamos el Valor de la Fuerza de Trabajo

“La burguesía ha despojado de su aureola a todas las profesiones que hasta entonces (Tres centurias atrás, aprox.) se tenían por venerables y dignas de piadoso respeto. Al médico, al jurisconsulto, al sacerdote, al poeta, al sabio, los ha convertido en sus servidores asalariados (directa o indirectamente).

La burguesía ha desgarrado el velo del emocionante sentimentalismo que encubría las relaciones familiares, y las redujo a simples relaciones de dinero.

En lugar de las antiguas necesidades, satisfechas con productos nacionales, surgen necesidades nuevas, que reclaman para su satisfacción productos de los países más apartados y de los climas más diversos. En lugar del antiguo aislamiento de las regiones y naciones que se bastaban a sí mismas, se establece un intercambio universal, una interdependencia universal de las naciones (La ONU ha sido pertinente) Y esto se refiere tanto a la producción material como a la intelectual.

El creciente empleo de las máquinas y la división del trabajo quitan al trabajo del proletario todo carácter substantivo y le hacen perder con ello todo atractivo para el obrero…Por tanto, lo que cuesta hoy día el obrero (2 siglos atrás) se reduce poco más o menos a los medios de subsistencia indispensables para vivir y para perpetuar su linaje. Pero el precio del trabajo, como el de toda mercancía, es igual a su coste de producción (valor de la fuerza de trabajo).

Una vez que el obrero ha sufrido la explotación del fabricante y ha recibido su salario en metálico, se convierte en víctima de otros elementos de la burguesía: el casero, el tendero, el prestamista, etc. .

Pequeños industriales, pequeños comerciantes y rentistas, artesanos y campesinos, toda la escala inferior de de las clases medias de otro tiempo, caen en las filas del proletariado, unos, porque sus pequeños capitales  no les alcanzan para acometer grandes empresas industriales  y sucumben en la competencia con los capitalistas más fuertes; otros, porque su habilidad profesional se ve despreciada ante los nuevos métodos de producción. De tal suerte, el proletariado se recluta entre todas las clases de la población.  Paréntesis y negrillas oportunas. Cónfer: Carlos Marx/Federico Engels, Manifiesto del Partido Comunista, Cap. I

Numerosos Economistas, socialistas utópicos, clásicos,   fisiocráticos, mercantilistas, y otros _ Aristóteles, El Estagirita, Williams Petty, Benjamín Franklin, entre ellos _   especularon copiosamente sobre la cuestión de la “riqueza material”, el comercio, la ganancia, etc., categorías crematísticas[1] que suelen seguir vigentes dentro de la falaz y vulgar Economía Política Burguesa, y sin el menor rigor científico, salvo como apologías tarifadas y aproximaciones sin tocar fondo. Carlos Marx fue el único que no cerró filas con ninguno de esos estudiosos e investigadores; sólo así  descubrió y denunció valientemente que los capitalistas no pagan el valor del trabajo producido por los asalariados de sus fábricas, valor producido en los centros agrícolas, artesanales, manufactureros y fabriles   mediante la “inversión  temporal” de su fuerza de trabajo[2] sobre los medios de producción poseídos por dichos capitalistas, medios privados que así resultan enriquecidos por esa manufactura y convertidos en nuevos valores de uso listos para su mercadeo como mercancías, como valores de cambio, preñados de valor trabajo, parte del cual determina la ganancia burguesa del empresario fabril, del comerciante, del banquero, del gobernante, de los jerarcas religiosos.[3]

Resulta que, tales capitalistas fabricantes, sin proponérselo, retienen en su haber parte del trabajo o “valor agregado” por sus asalariados fábricas adentro, _ es la llamada “plusvalía”[4] o trabajo impago _ y se limitan a pagarles el precio socialmente estimado del valor de la fuerza de trabajo[5] (FT), es decir,   un salario medio que en principio serviría para el mantenimiento del trabajador y su familia.[6] Este precio de la   FT es histórico, y tan así es que a medida que esa fuerza se va desarrollando aumentan sus necesidades ordinarias, su nivel de exigencia como persona   a la que el sistema le ofrece lo mejor del mundo en función de sus propias iniciativas. Como tal, el asalariado espera y merecería mejoras salariales, particularmente, para enfrentarse a un mercado bombardeado por mil y una mendaces publicidades mercantiles que incluye más bagatelas, bisuterías  y mercancías inútiles que las verdaderamente satisfactorias de necesidades básicas.

Una de las “mercancías” más acuciantes y que vienen encareciendo el costo de vida proletaria es el correspondiente al servicio doméstico que ya no   es exclusivo de los trabajadores de altos ingreses ni de la alta y mediana burguesía. Nos referimos al servicio doméstico que tiene que auxiliar al ama de casa, según explicitamos en la nota subpaginada # 5.

Mientras el asalariado cuenta con una pareja en condición de madre de sus hijos, su salario cubriría la manutención plena de ella, pero, si esta trabaja, ese servicio doméstico resulta imprescindible, salvo que sigamos manejando una trabajadora eternamente soltera, solterona y sin familia. Para este nuevo Primero de Mayo deben surgir las primeras luchas salariales en tal sentido.

Tómese en cuenta que una ayudanta de tercera preparación en oficios domésticos por ahora no cobra menos de Bs 120,00más varias comidas /día, lo que revela cuán apartado de su justo valor ha estado el famoso “salario mínimo” de la verdadera cesta básica moderna. 

[1] Carlos Marx, El Capital, Tomo I, Sección Segunda, Cap. IV. [2] Ibídem, Sección Primera, Cap. I. [3] Carlos Marx y Federico Engels, Manifiesto del Partido Comunista, Cap. I, Notas /Carlos Marx, El Capital, Tomo I, Sección II, Cap. VI. [4] Ob.cit. Sección III, Cap. VII, Subcap. II. [5] Ob.cit., Sección I, Cap. I. [6] El valor o precio de la Fuerza de Trabajo que manejó Carlos Marx no recogió el coste de la mano de obra doméstica (empleada al servicio de otra trabajadora ocupada en fábricas burguesas o instituciones burocráticas). Se trata de un coste por concepto de servidumbre que hoy debería integrarse al salario mínimo, que durante varios años viene ajustándose al ritmo deficiente de un coste de vida que suele cambiar cada año, particularmente por inflación, por ensanchamiento publicitario bienes no necesariamente imprescindibles. En los tiempos de Marx, la mujer asalariada de entonces no había alcanzado los derechos feministas proburgueses que hoy la han convertido en una eficaz competidora sustitutiva y complementaria de la mano de obra masculina en casi todas las técnicas y profesiones modernas. Para alcanzar esta “igualdad de género” (sic), la mujer proletaria y pequeñoburguesa fue severamente aguijoneada por unos falsos derechos feministas conducentes a su máxima proletarización. Hoy, a la par con los hombres asalariables, esta proletaria en funciones de asalariada se siente obligada a la contrata de una ayudanta para oficios del hogar ya que de lo contrario sería una trabajadora por partida doble: En las fábricas, fuera de su hogar, y en esta misma para cubrir las necesidades laborales como “ama de casa”.

marmac@cantv.net



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Manuel C. Martínez M.


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