Un amigo anarquista, duro e irreductible, me hizo unas revelaciones inesperadas pero inquietantes, vía mensaje privado en mi facebook. Se trataba de un prolijo y exploratorio examen de las posibles vecindades entre los pensamientos del Comandante Chávez y Mijail Bakunin, sin mencionar, curiosamente, al otro padre del anarquisimo ruso Piort Kropotkin. Esto último llamó mi atención porque para mi ignoto e internauta camarada, el autor del principio de "a cada cual según su necesidad, de cada cual según su capacidad”, era como si éste y su ideario sólo fueran estampas de cera, ni siquiera dignos de una curiosidad espiritista en algún museo de la estepa siberiana.
El entrecruce reflexivo no pasó de un anuncio de mi parte que parecía oportuno y útil: la agitación de la clase obrera europea que dio paso a la Primera Internacional en 1861, la Comuna de París y todo lo que parecía lógico abordar para saltar sin garrocha hasta el Árbol de las Tres Raíces, las Leyes Habilitantes y la Misión José Gregorio Hernández. “¡El facebook es una vaina enloquecedora!”, le escribí a un amig@ que discute con otr@s la diversidad sexual, el erotismo en la preñez, la homofobia en la revolución y temas de similar envergadura. Y ahí dejé al anarquista, a la deriva de sí mismo, pues de un cuajo lo eliminé de mis contactos y se acabó esa angustia inmerecida, que no pertenece a mi catálogo de preocupaciones vitales. Para mi es vital que mi hija no registre jamás en su memoria el rostro cadavérico de Leopoldo López, su fenotipo crispado hablándonos de cuanto estropicio le salga del forro contra el país que ella, mi hija, vive y respira entre la multitud que ve la luna gigante acercarse a nuestra casa desde el cielo azulísimo de marzo.
Para mi es vital que mi hija Natalia se una a la resistencia emocional de ese puñado de pájaros desesperados que atraviesa el planeta, huyendo de esa pandilla de monstruos cuyos nombres macabros, Obama, Sarkozy, Zapateto, Bush, pretenden regir con sus garras el mundo, con sus misiles acabar la vida y petrificar la tierra con esas bombas tan sofisticadas. Es vital para mi que Natalia continúe volteando su carita en busca de la nuestra cuando escucha la voz de Pérez Rossi y nos dice “Papá, Mamá, oigan al Piojo”. Es vital que “el futuro recurrente” de mi camarada Carola Chávez ni lo lea ni lo vea; pero que la admire y la quiera como la queremos todos; que sepa que ella es una muñeca grande de carne y hueso que le saca la lengua a Escarlatina y a quien se la merezca, y que puede contar con su ayuda para crecer, rodeada de sus elefantes mitológicos, del conejito Louie, de su primo Juan Andrés bailando un joropo tramao de Eneas Perdomo en nuestra casa de Barinas.
Es vital que Hugo Chávez, cuando lo escucha cantar por Venezolana de Televisión o emitir un grito llanero, siga gozando del rango que tiene en sus emociones primigenias. Bienaventurada mi hija que por su rastreo ya conoce de los secretos de la gastronomía y no sabe de la existencia de los monstruos nacionales y si, de memoria, muchas palabras en francés y las hermosas canciones de María Elena Walsh.
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