Nada más firme, nada más recio e imbatible que un espíritu fuerte. Un espíritu capaz de arrostrarlo todo. Un espíritu que en medio de la más terrible soledad y adversidad jamás se amilana.
Los espíritus fuertes se forjan en el dolor, en las penas y derrotas, en la diaria y constante lucha contra la ignorancia, el abandono, la incuria y la estupidez.
Nunca un espíritu fuerte se ha formado en el confort, teniéndolo todo, recibiendo apoyo de todas partes.
Pasar una temporada en la escuela de adversidad es el único camino.
Una de las cargas más penosas que ha tenido esta revolución es, en parte, el que exista un maná que nos llega del cielo para poder financiar proyectos con chorros de dinero.
Antes se acusaba a la IV república de tratar de resolver todo a realazos, porque siempre los reales no han llegado por cataratas, gracias a los inmensos recursos petroleros.
Esto ha sido un gran hándicap para nosotros.
Nada de lo que llega por vía fácil, forma, capacita, nos hace más fuerte; todo lo contrario.
Es cierto, que a diferencia de lo que sucedía en la IV república, ahora llegan generosas cantidades de recursos a los más necesitados, pero es necesario que poco a poco vayamos aprendiendo cómo producir sin que la larga mano del Estado siempre nos esté manteniendo, porque esto a la larga nos incapacita para conseguir la firme liberación de nuestro pueblo; a la vez es necesario ir adquiriendo conciencia de que eso que recibimos tenemos que retribuirlo con trabajo y servicios para la patria.
Hay dos maneras, por las que ciertos funestos individuos se unen o se acercan a la revolución: por el poder y por el dinero. A la vista de todos está que en muchas ocasiones el poder y el dinero, sin conciencia verdaderamente revolucionaria, a la postre constituye una pavorosa mezcla que crea más problemas de los que resuelve.
Es casi imposible que quien no haya pasado una larga temporada en el infierno de la adversidad, cuando llega a tener poder y dinero pueda administrarlo bien.
Una de las mayores catástrofes que con frecuencia hemos venido observando en esta revolución es cómo se pierden ciertos individuos una vez que se les entrega poder y dinero. Porque llegar a tener poder y dinero atenazado por el desconocimiento de la adversidad en la vida, embrutece y envilece más que la ignorancia y el mismo crimen.
El presidente Chávez, gran conocedor de la obra de Bolívar, conoce lo que aquí expresamos, y sabemos que está consciente de este terrible mal en nuestro país.
Debemos por tanto afrontarlo decididamente. Encontrar el método para combatir esta grave deficiencia es fundamental en esta larga lucha sin cuartel contra los enemigos de la patria.
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