El capitalista se cree con derecho a una ganancia por ser quien aporta los medios y el salariado con su salario. Todo comienza con la conversión del capital dinero en una fábrica dotada de maquinaria, herramientas, locales, bienes muebles de oficina, capital dinero, todo eso precedido y respaldado por registros de propiedad económica y comercial, e inversiones previas en estudios de mercado, asesorías profesionales y autorizaciones gubernamentales para operar como productora de una mercancía cualquiera.
Sigue una contratación de asalariados, la puesta en marcha de la empresa y el consumo de todos los medios de producción involucrados y de la fuerza de trabajo de los primeros. En entregas precedentes hemos calificado al personal ejecutivo o gerencial, de vigilancia y contable como parte del capital constante, según la terminología marxiana, y en consecuencia debe dársele el mismo tratamiento contable que se le da al capital circulante o materias primas, energéticos, lubricantes, etc.
Veamos cómo cuadran las cuentas del capitalista y de los trabajadores:
1.- Los asalariados entregan al capitalista (su comprador o patrono) el valor creado con su fuerza de trabajo, que se va concertando en mercancías, a cambio del salario que van recibiendo periódicamente. Hasta allí, jurídica y contractualmente se trata de un dando y dando, aunque en apariencia porque económicamente el asalariado deja más en la fábrica que lo que recibe de esta.
Además, en la medida que el trabajador consume su fuerza de trabajo, va consumiendo los concomitantes medios de trabajo, medios de trabajo y materias primas, así como los demás bienes de producción que son propiedad del capitalista: energéticos, honorarios profesionales de contables, gerentes, vigilantes, alquileres, etc. En este proceso transformativo de los medios de producción en nuevas mercancías con diferente valor de uso consiste la entrega del trabajo durante cada jornada.
2.- El capitalista espera la conservación íntegra de su propiedad privada, o de su capital inicialmente aportado, mediante una recuperación acrecentada por determinada ganancia.
Ciertamente, todos esos movimientos patrimoniales: salarios, depreciaciones, alquileres, etc., terminan subsumidos en el valor de las mercancías. Si partimos de la contabilidad marxiana, en el valor de la mercancía debe reaparecer el capital consumido más la ganancia potencial o plusvalía:
V= c+v+pl, es decir: el capital aportado, C, + la plusvalía, pl, que se convertirá en ganancia cuando V se venda en determinado precio.
En esa ecuación modular, hasta Marx dejó colar una imprecisión porque él se propuso demostrar que “c” no generaba valor adicional más allá de su valor de entrada al proceso de producción. Lo hizo sin la correspondiente distinción con los medios de trabajo que de ninguna manera deben formar parte del precio de venta de V, aunque sean consumidos y el capitalista reclame su reintegro.
Respetemos el hecho de que ambos, capitalistas y trabajadores, cuando compran una mercancía, compran su valor de uso a determinado valor de cambio, pero no se da el caso de compras de valor de cambio por valor de cambio, porque sencillamente el valor de cambio requiere un soporte físico para su valor, y ese soporte lo brinda el valor de de uso de la correspondiente mercancía.
En la contabilidad burguesa, el capital consumido se limita a:
V= c+v, es decir, sólo la parte del valor aportado por el capitalista sin considerar el sobrevalor que le aportan sus trabajadores durante el trabajo excedente. Este sobrevalor preexiste a la venta de V ya que de otra manera la competencia no permitiría que “c+v” s e venda por encima de “c+v”. Como el capitalista logra vender por encima de “c+v”, él asimila el excedente a ganancia de mercado y no entra en la consideración de que ha incluido como coste el valor de los medios de trabajo.
Venimos sosteniendo que, luego de vender a determinado precio, de este, el capitalista debe descontar el valor de los medios de trabajo (MT) consumidos:
V=c+v+ (ganancia) – coste de los MT= ganancia neta.
Como no lo hace, estamos en presencia de un capitalista que esgrime derecho de propiedad sobre una ganancia por ser dueño de los medios de producción, pero, contradictoriamente, termina vendiéndoselos al consumidor, sin que este comprador los reciba, porque, si así fuera, dejaría de ser un simple dueño de fuerza de trabajo: contaría con medios de trabajo…
El consumidor compra, pues, algo que no recibe a diferencia de la materia prima del valor de uso que compra y del valor trabajo que costó su manufactura, porque todos los demás costes deben ser costeados por el capitalista si aspira que se le reconozca esa ganancia como propietario privado de las condiciones exigentes de la producción, por lo menos hasta tanto no se imponga el reconocimiento de que tampoco le pertenece la ganancia neta.
[i] Hemos venido creando la serie de entregas virtuales sobre Economía Científica Política, y sobre Economía Vulgar, bajo la envolvente denominación de: “Conozcamos” y afines. Su compilación posterior la llamaré. “Conozcamos El Capital”, un proyecto de literatura económica cuya ejecución se mueve al ritmo y velocidad de los nuevos “conozcamos” que vamos aportando y creando con la praxis correspondiente. Agradecemos a “aporrea.org”, a su excelente y calificado personal, “ductor” y gerencial, toda esa generosa puerta abierta que nos vienen brindando, a mí, y con ello a todos los lectores virtuales del mundo moderno.
marmac@cantv.net