El concepto de valor de cambio es un logro de Carlos Marx; él mismo lo aclaró oportunamente en el Primer Cap., Subc. II, de su precipua obra, El Capital1.
Históricamente, el valor de uso precedió al valor de cambio; este aparece cuando lo hacen las mercancías, así como estas dan nacimiento al mercado. Etimológica y socialmentemente, mercancía es una cosa rigurosamente intercambiable por otra2, y por esta razón la fuerza de trabajo, que en principio es un valor se uso personal, terminó convertida en una mercancía cuando su portador se vio impelido a cambiarla por unas monedas. Esta fase económica se cumple en el sistema capitalista, hasta ahora el modo de vida clasista en el cual, por esa vía-la compraventa de fuerza de trabajo- el comprador explota a sus trabajadores.
Para que esa explotación social prospere, el trabajador, como vendedor de la fuerza de trabajo, debe crear durante el uso de su fuerza, como asalariado, suficiente valor de cambio, por un monto tal que, por absurdo que parezca, el capitalista pueda cambiarlo en el mercado por más valor que lo que paga como salario3.
Semejante curiosidad cambiaria se explica porque, mientras el salario es igual al valor de la fuerza de trabajo, el capitalista recibe todo el valor o todo trabajo realizado por el trabajador con el uso de su fuerza durante la jornada convenida, y esta es de una duración permisiva de la creación de un valor de cambio potencial que, de hecho, es mayor que el salario en cuestión.
Esta diferencia entre valores de cambio, entre el creado en la fábrica y vendido en el mercado, y el monto del salario, es lo que da lugar a la plusvalía, forma moderna y contemporánea de la explotación del trabajo ajeno.
El estudio de la plusvalía cruza toda El Capital, de Marx, a lo largo de sus Primeros 3 Libros, y es tratada con exuberancia de detalles en los otros 3 Tomos del Libro Cuarto (Teorías sobre la Plusvalía).
Sin valores de cambio no hay plusvalía; al excedente de valor creado más allá del tiempo de trabajo necesario para reponer el valor del salario, se le llamó plusproducto. De este vivió la Iglesia y se dieron la gran vida los aristócratas y feudales quienes usaron esos excedentes para la satisfacción necesaria y suntuaria de sus fastuosas vidas. También lo hicieron los egipcios faraónicos, los patriarcas bíblicos, etc. Durante esos tiempos, los bienes cargados de valor no iban al mercado en cantidades importantes. La sociedad feudal fue consumista por excelencia y bajamente mercantilista.
Todo el furor mercantil comenzó con las expansiones mercantiles de Oriente hacia Occidente, con los pioneros fenicios, y con los europeos occidentales a partir del siglo XVI, con el ensanchamiento del mercado hacia latitudes con proveedores y consumidores americanos.
En América, el interés por la plusvalía aparece a finales del siglo XVIII, y lo hace como un reflejo distorsionado del avance revolucionario internacional de la burguesía francesa, habida cuenta de que aquí privó el plusproducto de origen esclavista, aunque las mercancías salían y entraban de América, procedentes de y para sociedades que ya manejaban la explotación salarial.
En América, salvedad hecha de EE UU, parte de México, y de Brasil, la mayoría de los países limitan su PTB a la recolección de minerales e hidrocarburos (caso venezolano), y mantienen un bajo perfil industrial. De allí la baja conciencia proletaria de sus habitantes, que también la sufren los trabajadores de EE UU y Brasil porque sus clases explotadoras pertenecen al Capitalismo Internacional que convierte y aliena a su infatuada clase media, y también la carecen en países, como Venezuela, porque se trata de “trabajadores” con baja productividad de plusvalía, y en buena aparte ocupados en labores no aburguesadas, ya que una importante población económicamente activa opera como funcionarios públicos. Estos son explotados por el Estado en cuanto a plusproducto, pero no como aslaraidos ni obtiene con ellos plusvalía alguna, salvedad hecha de los trabajadores de algunas empresas mixtas.
1 Carlos Marx, El Capital, Libro Primero.
2 Puede darse valores de uso carentes de valor (de valor trabajo), como son los frutos silvestres, los peces, los hidrocarburos, el mineral de cobre, etc., que no son obra de trabajo alguno. También los hay con valor sin ser mercancías, es decir sin producirse con miras a su intercambio por otras mercancías. Cónfer: Misma obra citada, Subc. I.
3 Carlos Marx. Obra cit., Libro Primero, Cap. VI (Compra y venta de la fuerza de trabajo).
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