Llantas y automóviles, balas y pistolas, lámparas y pantallas, café y leche, clavos y martillos, tuercas y tornillos, son artículos que van juntos. Son bienes complementarios.” http://www.peoi.org/Courses/Coursessp/mac/fram3.html
Los ejemplos del epígrafe dejan de lado los bienes “complementarios” o interdependientes de mayor importancia en toda economía: los medios de producción y la fuerza de trabajo, o sea, los bienes originarios o de orden superior, llamados factores originarios de la producción, en la terminología burguesa mengeriana[2].
La influencia de la divulgación de esas enseñanzas mengerianas, luego de aparecer en escena Karl Marx, verdadero padre de la Economía Científica, ha sido muy perjudicial y ha frenado la correcta interpretación del valioso aporte tanto de los medios de producción, como valores de uso, como de la fuerza de trabajo, por su ambivalencia en la creación de valor de uso y de cambio al mismo tiempo.
Es un hecho que ninguna orquesta sinfónica, ni un cuarteto o dúo musical ni equipo deportivo alguno pueden operar eficiente y eficazmente sin el concurso estrictamente complementario de sus integrantes, independientemente de la cantidad y calidad de trabajo que ellos específicamente aporten individualmente cuando se hallan en funciones productivas, pero muy interdependientemente de todos entre sí. Si la ama de casa está urgida de los bienes de su cesta básica, no menos urgido se halla el bodeguero que la suple, del dinero con que aquella le comprará o pagará, según el caso.
Al Dr. y Economista venezolano, Domingo Felipe Maza Zavala, muy conocido y respetado por sus largos e ininterrumpidos lustros directivos en el Banco Central de Venezuela, dentro y fuera de la “IV república”, también se le conoce por su labor docente y sus obras de Economía Política, entre estas, por su libro titulado: Venezuela, una Economía Dependiente, obra sometida a concurso que le mereció su ascenso a la categoría de Profesor Titular de la Universidad Central de Venezuela.(UCV, Instituto de Investigaciones, Facultad de Economía, Caracas, 1962).
Esa obra gira sobre la “dependencia unilateral de este país, como si el comprador y el vendedor en cualesquiera transacciones económicas no lo fueran recíprocamente. Creemos que, así como él, muchos otros economistas y políticos y todólogos afines en general han incurrido en esas imprecisiones.
De la citada obra es el siguiente extracto, tomado de su Prefacio:
“Es indispensable distinguir con claridad entre dos formas de dependencia económica, las cuales por lo general están interrelacionadas: la que consiste en la absoluta concentración en artículos de exportación, hasta el punto de que uno solo de ellos representa el vehículo a través del cual son transmitidas, frecuentemente en proporción ampliada, las oscilaciones coyunturales y los trastornos aleatorios que registran las economías nucleares del capitalismo; y la que consiste en el dominio del gran capital extranjero en el sector básico de exportación, hasta el punto de que este llega a constituirse en una avanza geoeconómica del país de origen del capital, sirviéndole de fuente de materias primas, de zona de drenaje para sus excedentes exportables y de mecanismo regulador de sus movimientos externos de inversión. Una acción sostenida por los países dependientes para librarse de la primera forma de mediatización, debe orientarse hacia la diversificación de la estructura de la producción y su crecimiento equilibrado tanto hacia el interior- no sólo reemplazo de importaciones, sino también creación de nuevos renglones de atracción de la demanda nacional y aumento del excedente económico nacional- como hacia el exterior, por el fomento de nuevos ramos de exportación, preferiblemente con un coeficiente elevado de elaboración en el país. Para emanciparse del dominio del capital extranjero no hay camino más eficaz que la nacionalización de la industria exportadora básica, lo cual puede ser logrado por la vía pacífica de la nacionalización progresiva a largo plazo (?), o por la expedita de la nacionalización emergente. En las presentes condiciones de vida venezolana, mi opinión es la nacionalización progresiva.”
Las cursivas de ese extracto las coloqué para llamar la atención sobre el círculo vicioso inscrito en el propio prefacio de una obra teórica cuyo objetivo pedagógico principal fue suavizar o eliminar la dependencia de un país respecto de otro, o de sus Relaciones Comerciales Internacionales. La interrogante, mía también, dejaría entrever la indeterminada duración de la mencionada y sugerida “nacionalización largoplacista”, a criterio de quien se autollamó “nacionalista revolucionario”, una revolucionariedad que para la parte “izquierdista” de nuestra generación de Economistas, convirtió al Dr. Maza Zavala en motivo de admiración porque nos lucía un hombre de izquierda y paralelamente enemigo del sistema capitalista.
El caso es que, si bien sigue sin vérsele “el queso a la tostá” de la cacareada y reeditada diversificación industrial o de la “estructura técnica o de los valores de uso de la producción”, señalada por Maza Zavala, y que viene desde los tiempos de Úslar Pietri, Ministro del Presidente Medina, es de inferirse que la dependencia petrolera podría dejar de ser determinante en cuanto a Ingresos Externos Fiscales, pero su lugar e importancia dependentista la ocuparía el mercado exterior de esas mercancías que logremos producir con miras exportacionales. Por el contrario, en lo particular, opino que la Venezuela “recolectora”, refinadora y exportadora goza de mayor independencia que la que podría alcanzar con una producción de mercancías no petroleras destinadas a un mercado cuyos parámetros económicos son obviamente regulado por los importadores del caso. Y en cuanto al retorno a actividades primoagrícolas, si bien nos daría autarquía para la demanda doméstica, no así para un mercado exterior al cual perfectamente pueden concurrir países de todo tipo con tierras y suelos productivos. El petróleo y las minas son privilegio azaroso de pocos países, no así los productos del campo, comunes para casi todos los países no aquejados predominantemente de zonas desérticas o exhaustas por su agotamiento milenario.
De resultas, el asunto de nuestros malestares económicos o sociales no podemos dilucidarlos con cese, refuerzo, sustitución o mejoras en el PTB tecnoproductivo. La cuestión económica fundamental y posiblemente reguladora y zanjadora de dichas dificultades sigue siendo el problema burgués, el problema clasista, el problema capitalista.
Lo cierto es que quien habla de derecha, lo está haciendo tácitamente de izquierda y viceversa. Igual hecho se da cuando nos ocupamos de otros adjetivos, como feo, antónimo de bello, o de ignaro, que lo es de sapiente. De perogrullo, cuando decimos que los ingresos familiares dependen del salario de alguno de sus miembros, no decimos otra cosa que afirmar que la empresa del caso, a él lo necesita. Mal puede, pues, hablarse de dependencia o de complementariedad, si no asumimos que nuestra contraparte sufre de iguales dificultades, salvo que en un desenfrenado e irreflexivo análisis supongamos, como hemos visto, que alguien con poder e influencia política maneje la idea de la dependencia como algo unilateral sufrido sólo por los países débiles frente a los fuertes. Tal concepción ya estereotipada debe revisarse.
Desde luego, quedan a salvo las correspondientes ponderaciones en presencia de transacciones desequilibradas, las más de las veces, y que se podría ponderar las demandas o necesidades cruzadas. Así, podría ser que una empresa necesite con mayor urgencia y en mayor cantidad a determinados trabajadores, y estos, contrariamente no muestren tantas motivaciones para colocarse en dicha empresa. Pero eso responde a simples situaciones atípicas de la interdependencia forzosa entre quienes llevan a cabo cualesquiera formas de relaciones socioeconómicas.
[1] Tomaremos al honorable Dr. Domingo F. Maza Zavala como excelente abogado teórico de nuestra independencia económica, aunque paradójicamente apoyado en nuevas formas de dependencia.
[2] Karl Menger, Abogado muy loado en la Economía Burguesa; no llegó al fondo del problema económico y operó especulativamente dentro de parámetros estáticos como si toda la historia de la humanidad fuera capitalista. A pesar de haber sido descubiertas y ampliamente soportadas las relaciones sociales de producción, en la obra de Carlos Marx, El Capital, Menger redujo muy chapuceramente el aspecto económico de la sociedad a derivaciones psicológicas al margen de dichas relaciones sociales de producción. De allí su valorado reconocimiento en la literatura económica no marxista.
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