Marxismo y religión

No queremos anunciar la inexistencia de Dios para hundir en la desesperanza a las masas que creen en una vida mejor en el más allá. Lo hacemos con el propósito de combatir los prejuicios y las falsas ideas que colaboran con el mantenimiento del orden existente

“... se enseña la rebelión frente a la Iglesia... Ya sacudido el yugo de Dios y de la Iglesia, ¿qué otro se encontrará que pueda frenar al hombre y obligarlo al duro deber de la vida cotidiana?” Civiltá Cattolica, 1932 (1)

“La multiplicidad de clases sociales se corresponde plenamente con los designios del Creador” Papa Pío XII, 1958
Los marxistas revolucionarios sostenemos que es necesario luchar contra un sistema social que sólo produce miseria y opresión para millones de personas. Y no rechazamos la disposición a luchar por acabar con este sistema de nadie, aun cuando adhiera a cualquier religión. Sin embargo, sostenemos e intentamos demostrarle a nuestros compañeros de lucha que para transformar la sociedad de raíz, el marxismo nos permite adoptar la perspectiva más adecuada para comprender científicamente la realidad, tanto como para elaborar un programa y una estrategia revolucionaria.

Para el marxismo, el universo es materia en movimiento y las ideas están determinadas por este movimiento de la materia. Dicho en palabras de Marx: “todas las relaciones sociales y políticas, todas las concepciones teóricas que aparecen en la historia, sólo se explican por las condiciones de existencia materiales de la época en cuestión. No es la conciencia de los hombres la que determina su ser, sino que, por el contrario, sus condiciones de existencia social determinan su conciencia.” (2)

En este sentido, para los marxistas, las religiones son el producto de determinadas condiciones sociales de existencia. Dios no ha creado al hombre a su imagen y semejanza. Más bien, sostenemos que fueron los hombres los que crearon a Dios a imagen y semejanza de sus relaciones sociales.

¿Dios creó el mundo?

La ciencia ha demostrado que las especies que habitan el planeta, incluyendo a los seres humanos, han evolucionado a lo largo de millones de años a partir de la materia inorgánica. Estos descubrimientos científicos, que no son un invento de los marxistas, dejan atrás la idea de que Dios creó al mundo en seis días y que en el séptimo descansó o que la mujer fue creada con una costilla de Adán. Sin embargo, incluso en países con altísimo desarrollo científico como los EE.UU., todavía hay sectores conservadores que quieren prohibir la enseñanza de la teoría evolutiva de Darwin en los colegios, para imponer la teoría religiosa de la creación como la única válida.

Estas ideas sobre la creación de la naturaleza también tienen su correlato en relación a la producción de objetos materiales. El “mundo social” que la humanidad ha creado con el trabajo, muchas veces se presenta como si hubiera estado allí eternamente, fijo, inmutable. ¡Como si fuera una creación divina! Si la ciencia descubrió que ni siquiera la naturaleza es inmutable, que no hubo una creación de una vez y para siempre de las especies ¡menos aún las sociedades que son el resultado histórico de las relaciones sociales de producción!

Pero suponer que hay un ser superior que ha creado la naturaleza, con fines predeterminados, sirve para mantener el statu quo. “Las cosas son como son”, “El hombre propone y Dios dispone”, “Dios así lo quiso”, se dice. Y con ese argumento, nos inculcan la idea de que la realidad no puede modificarse, no puede cambiar y para la conciencia de millones de trabajadores se oscurece la idea de que en sus manos descansa el poder de haber construido este mundo y, por lo tanto, de poder parar este sistema, destruirlo y ser los artífices de un nuevo sistema sin explotación.

“– Pero papá –le dijo Josep, llorando. – Si Dios no existe, ¿quién hizo el mundo?

–Tonto –dijo el obrero, cabizbajo, casi en secreto. – Tonto. Al mundo lo hicimos nosotros, los albañiles.” (3)

¿Pintarse la cara color esperanza?

Pero bajo la creencia de que “las cosas son como son”, los seres humanos no podrían soportar la vida alienada en este mundo de miseria, sin perspectivas. Por eso, la religión ofrece el consuelo de una vida después de la muerte, como un modo ilusorio de darle sentido a esta existencia plagada de sufrimientos.

A veces, compañeros de lucha nos dicen “¿qué hay de malo en creer en otra vida?” Por un lado, pareciera que las ideas religiosas personales de un compañero fueran algo sin interés para los revolucionarios. Sin embargo, sostenemos que, en la medida en que guardamos ilusiones en una vida después de la muerte donde realmente estaremos mejor, perdemos la fuerza y las ganas de luchar por una vida mejor en este mundo terrenal.

Las clases dominantes utilizaron la religión para mantener a las clases explotadas bajo el sometimiento, apelando a la paciencia y la mansedumbre frente a la miseria y el yugo, justificando el sufrimiento en un más allá lleno de recompensas. Mientras se obliga a los explotados a preguntarse si hay vida después de la muerte, éstos olvidan preguntarse si realmente hay otra forma de vivir la vida, antes de la muerte, superior a la forma en que nos obligan a vivir los explotadores.

Pero mientras la religión enseña a mirar el cielo, el marxismo enseña a mirar la tierra para luchar por una sociedad donde no existan las cadenas y que los trabajadores sólo confíen en sus propias fuerzas –y no en las de un ser superior- para emprender esa tarea revolucionaria.

Pero... ¿por qué se imponen las ideas religiosas?

En todos los sistemas basados en la explotación de una clase por otra, las religiones y las iglesias fueron órganos de la clase dominante destinados a sostener el orden existente.

Sin embargo, para los marxistas, no alcanzan los buenos discursos sobre la inexistencia de Dios o sobre el papel reaccionario de la iglesia, para acabar con la religión. Porque la religión es un producto social que expresa las contradicciones a las que se ve sometida la sociedad de clases. Sólo acabando revolucionariamente con la sociedad que da origen a la religión, entonces se podrá eliminar a esta última.

Es por eso que ya Engels sostenía que sólo la lucha de clase de las masas obreras, atrayendo al proletariado a una práctica social conciente y revolucionaria, podría librar a los trabajadores y el pueblo del yugo de la religión.

Y Lenin, en perfecta consonancia con los fundadores del materialismo histórico, escribió: “La lucha contra la religión no puede limitarse ni reducirse a la prédica ideológica abstracta; hay que vincular esta lucha a la actividad práctica concreta del movimiento de clases, que tiende a eliminar las raíces sociales de la religión. ¿Por qué persiste la religión entre los sectores atrasados del proletariado urbano, entre las vastas capas semiproletarias y entre la masa campesina? Por la ignorancia del pueblo, responderán el progresista burgués, el radical o el materialista burgués. En consecuencia, ¡abajo la religión y viva el ateísmo!, la difusión de las concepciones ateístas es nuestra tarea principal. El marxista dice: No es cierto. Semejante opinión es una ficción cultural superficial, burguesa, limitada. (...).La raíz más profunda de la religión en nuestros tiempos es la opresión social de las masas trabajadoras, su aparente impotencia total frente a las fuerzas ciegas del capitalismo, que cada día, cada hora causa a los trabajadores sufrimientos y martirios mil veces más horrorosos y salvajes que cualquier acontecimiento extraordinario, como las guerras, los terremotos, etc. ‘El miedo creó a los dioses’. El miedo a la fuerza ciega del capital –ciega porque no puede ser prevista por las masas del pueblo-, que a cada paso amenaza con aportar y aporta al proletario o al pequeño propietario la perdición, la ruina ‘inesperada’, ‘repentina’, ‘casual’, convirtiéndolo en mendigo, en indigente, arrojándole a la prostitución, acarreándole la muerte por hambre: he ahí la raíz de la religión contemporánea que el materialista debe tener en cuenta antes que nada, y más que nada, si no quiere quedarse en aprendiz de materialista. Ningún folleto educativo será capaz de desarraigar la religión entre las masas aplastadas por los trabajos forzados del régimen capitalista y que dependen de las fuerzas ciegas y destructivas del capitalismo, mientras dichas masas no aprendan a luchar unidas y organizadas, de modo sistemático y consciente, contra esa raíz de la religión, contra el dominio del capital en todas sus formas.” (4)

Tampoco queremos anunciar la inexistencia de Dios para hundir en la desesperanza a las masas que creen en una vida mejor en el más allá. Lo hacemos con el propósito de combatir los prejuicios y las falsas ideas que colaboran con el mantenimiento del orden existente. Como decía Marx: “La crítica no arranca de las cadenas las flores imaginarias para que el hombre soporte las sombrías y escuetas cadenas, sino para que se las sacuda y puedan brotar las flores vivas.” (5)

Notas

(1) Civiltá Cattolica es una revista jesuita citada por Antonio Gramsci en sus escritos sobre religión.
(2) K. Marx, Contribución a la Crítica de la Economía Política.
(3) E. Galeano, El libro de los abrazos.
(4) Lenin, Actitud del partido obrero frente a la religión.
(5) Marx, Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel.


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Andrea D’Atri/Rebelión


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