Recuerdo que fue un octubre del 2011, por este mismo medio de liberación tuve la oportunidad de hacer contacto visual y espiritual con una foto que sirvió de epígrafe visual a un artículo de los camaradas del Circulo Bolivariano Fabricio Ojeda. Se trataba de una foto de las botas del che tomadas a su cadáver. Recuerdo que los camaradas titulaba el artículo, palabras más, palabras menos como una especie de viaje hacia uno mismo.
Y es que en verdad tantos caminos y tantos pasos que Ernesto Guevara de la Serna diera para conseguir el camino hacia el socialismo. Tantos caminos abiertos para que el caminar cómodo de otros o menos penoso se hiciera posible. Por ese camino andamos, ché, algunos llevando en tu boca la revolución, otros, los más llevándolo en el corazón y concretándolo cada día pese a la silente lucha que debemos librar contra los vicios y los encuadres mentales de aquellos que piensan el socialismo a su manera.
Afortunadamente en este país, ¡tuvo que ser este país nuevamente!, surge un hombre convencido de el triunfo definitivo de una sociedad de iguales, pero que insiste a diario en la urgente necesidad (a veces las redundancias son necesarias) de no cansarnos ni en espíritu ni mucho menos en las llagas que pueden engendrar tantos caminos escabrosos. Un hombre como Hugo Chávez que supo interpretar el “kairos” de un pueblo que ante la afrenta supo conservar con vida a un carajito interno que aprendió a crecernos desde adentro y que hoy le dice al mundo que él nunca fue estatua. Simón Bolívar, el niño Simón, el Simón de luces que viene a decirnos que no hay que temerle a los Andes y sus vicisitudes al momento de cruzarlo… y es que hay que cruzarlo, por la vida de un planeta que está a sólo dos grados kelvin de hacerse añicos gracias a la voracidad del capital y los que en su afán de riqueza entendieron y quisieron vender la idea de que que el mercado, la oferta y la demanda están primero que el hombre y la mujer, que la naturaleza
Ver las botas del che al momento de su asesinato es sencillamente una invitación a recorrernos internamente con unos calzados así para sentir como duelen los muchos caminos malos que en lo interno todavía quedan. Hacernos conscientes de los pasos nuestros pese a tener consciencia de nuestras botas rotas es ya una pequeña victoria. Una de las necesarias para no detener la marcha y pensar en la lección que eternamente deben darnos los pies del ché para no equivocar el camino.
Y es que uno de esos caminos nos llevó hoy a encontrarnos con el rostro de aquel que nunca murió. El Simón de los barrios, el simón pescador, el Simón obrero, el Simón pueblo. Sus surcos son de Orinoco rebelde que bajan desembocando y multiplicando mas vida y abundancia de ella para todos y todas. Su nariz es cordillera andina, cerro bolívar, elevación de geografía de piel montaraz que marcan la mira de los pueblos que quieren libertad y apuntan hacia ella. Sus pupilas de catatumbo iluminando pueblos. Su frente amplia de llanuras y mesas, de guanipa subversiva. Cabellera de asfalto, hebras de selva guayanesa y dos cejas que emulan las alas del vuelo de la patria hacia el bien vivir – sumak kawsay- en el encuentro definitivo de los hijos e hijas de Bolívar.
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