Crisis que, a diferencia de las anteriores, no puede ser considerada como una simple disfunción o un momento, más o menos largo, de acomodo y reacomodo de las instituciones del sistema capitalista mundial; crisis que, no deparará, en el corto y mediano plazo, nuevas oportunidades para dicho sistema; muy por el contrario, la lectura de lo que ocurre en EEUU y Europa nos dice que esta es la crisis estructural más profunda y más larga, que ha vivido el capitalismo; por lo que, para lograr su resurrección el imperio, basado en su poder bélico, recurre a sus acostumbradas prácticas de desestabilización de las democracias emergentes o nuevas democracias y a la promoción y ejecución de acciones guerreristas y terroristas.
En América Latina, de manera contraria, con el advenimiento del nuevo
milenio, comenzó a conformarse un nuevo paisaje político. El mismo tiene que ser percibido como un proceso de ruptura con el viejo orden capitalista neoliberal. Ruptura que viene a ser el resultado de un largo proceso de luchas sociales, vividas en nuestros países con diferente intensidad, pero con un mismo objetivo: alcanzar la felicidad y la libertad de nuestros pueblos. América Latina se ha convertido en el laboratorio del nuevo pensamiento social, aunque a muchos colonizados mentales les duela y cueste aceptar, en la región cada día es mayor la idea de pensarse a sí misma, desde sí misma y para sí misma. En el marco de esta iniciativa o, mejor dicho, como parte de esta iniciativa, ubicamos el trabajo intelectual objeto de este artículo. En él se reflexiona, entre otros temas, en torno de la emergencia de un nuevo liderazgo nacional y nuevos movimientos políticos y sociales, “cuyos protagonistas no fueron las izquierdas tradicionales ni los partidos, sino movimientos de campesinos, de mujeres, de pobladores, de indígenas que lograron trascender sus demandas sectoriales y esbozar nuevas propuestas de país”, sobre los avances de inserción social alcanzados y que se manifiestan, entre otras maneras, en los resultados electorales de cada país; cuya principal preocupación ha sido “el destino de sus países, por la educación, por la disminución de la pobreza y la mejora en la calidad de vida de sus habitantes”, la justicia social; que ha colocado como principio fundamental la soberanía y la independencia de nuestras naciones; que, frente a la lógica extractivista como han actuado las empresas transnacionales, construyen alternativas económicas a la misma. Todo ello bajo la premisa de que América Latina no puede seguir siendo la reserva de materias primas para la riqueza de las potencias imperiales.
Nuevo liderazgo y nuevos movimientos políticos y sociales, que le otorgan a los derechos colectivos de los pueblos rango constitucional, para garantizar su cumplimiento, entre ellos, la conservación de la Naturaleza y el respeto a la “Pachamama”.
Nuevo liderazgo y nuevos movimientos políticos y sociales, que privilegian “la inversión social para mejorar la educación, la salud, la infraestructura y luchar por la inclusión social de los más pobres”; que se han propuesto “la tarea de plantear nuevos debates, acerca de qué podrían significar, desde otra perspectiva, conceptos tan vitales como la felicidad o la calidad de vida”.
Se trata, pues, de una nueva visión de la vida, de la sociedad, de la relación hombre-naturaleza, de la democracia como forma de vida; ya que, el desarrollo es el buen vivir y, el buen vivir, es el objetivo fundamental del Socialismo del Siglo XXI.
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