La Revolución Rusa de 1917 estremeció al proletariado mundial y una ola de luchas proletarias se hizo sentir en los centros fabriles, en las minas, en los servicios portuarios, allí donde se extraen las materias primas y dondequiera había concentraciones obreras. Las demandas del proletariado permanecían engavetadas o terminaban en baños de sangre cada vez que las masas obreras reclamaban sus derechos. Ante el prestigio del socialismo y los avances del proletariado ruso bajo el liderazgo de Lenin, el capitalismo a escala mundial tuvo que hacer concesiones a las peticiones obreras. Las huelgas constituían el martillo que permanentemente golpeaba el yunque de la explotación capitalista. El triunfo de la Unión Soviética sobre el nazismo (1945), puso de rodillas el capitalismo y para contener el avance del proletariado mundial, hizo concesiones y aceptó aquellas prestaciones sociales que le había negado a la clase obrera durante siglos. Allí radica la mayor influencia de la Revolución de Octubre: mejoras salariales, asistencia social, cesantías, jubilaciones, vacaciones y demás beneficios que figuran en los contratos colectivos. Herencia hija del prestigio ganado por la Revolución Rusa de 1917 ante el proletariado mundial.
Con el derrumbe de la Unión Soviética, el capitalismo - llámese neoliberal o globalizado – dirige su mayor esfuerzo a quitarle al obrero esos beneficios obtenidos con sangre, sacrificios y luchas desgarradoras. Y surge la “maquila” como propuesta de la explotación capitalista; y se introducen reformas a la Ley del Trabajo (la Ley de Caldera) para recortar o negar prestaciones establecidas; arrecia la esclavitud sobre mujeres y niños, con salarios de miseria y jornada de doce y más horas; imponen la privatización de centros educativos y asistenciales que es igual a negarle estos derechos a la clase obrera. Antes de la caída de la Unión Soviética, ello no era posible, porque aquel polo de reivindicaciones proletarias servía de freno al capitalismo mundial. Cuando el polo socialista se desmorona (1992), el capitalismo se desboca, queda con la rienda suelta, irrumpe de nuevo con todo el poder de su desmedida rapiña para arrancarle al obrero el plustrabajo y engrosar la ganancia.
Vemos a diario como en nuestra Revolución Bolivariana, los derechos de la clase obrera se degradan, no existe fiscalización en los centros de trabajo sobre horarios, horas extras, pago de salario mínimo, demás prestaciones que aún le quedan al obrero luego de la reforma de la Ley (reforma de Caldera). El Ministerio del Trabajo y los sindicatos son muy parecidos al Indecu, no fiscalizan nada. Reformas de la Ley para incentivar la “inversión extranjera”, para garantizarle al capital mayor extorsión del obrero. Eso, es neoliberalismo puro. La trampa de la inversión extranjera es advocación de cada día: ¡Tenemos pobreza porque no hay inversión extranjera! ¿Algún país del Tercer Mundo ha salido de la pobreza por la inversión extranjera? Desde siempre hemos escrito contra la llamada “inversión extranjera” la cual, normalmente, se realiza con préstamos de la banca nacional. No traen ni un dólar. Traen tecnología para excluir mano de obra, para burlar impuestos, para extraer el máximo de ganancia y los gobiernos cabrones se prestan para eso. Juan Pablo Pérez Alfonso era enemigo de esa ansiedad por tales inversiones que sólo ocasionan mayor transferencia de divisas. En estos días, James Petras, publicó un análisis de seis puntos sobre el pregonado tema. Sería bueno que los apóstoles de la “inversión extranjera”, lo lean.
En un país capitalista como Venezuela ¿qué se busca con la cogestión? ¿Será para negarle al obrero prestaciones a cambio de ser dueño de un porcentaje de la empresa? La cogestión tiene sentido siempre y cuando el obrero tenga garantizado el salario justo y las prestaciones que establece la Ley. Su condición de socio y la posibilidad de percibir algún excedente, nada tienen que ver ni con su salario ni con sus prestaciones. Este enfoque igual vale para el cooperativismo desbocado que inunda el país. ¡Cogestión y cooperativismo! ¿Para qué? ¿Para enmascarar la explotación de la clase trabajadora y encubrir la rapiña capitalista? Bajo la excusa del cooperativismo se le niegan al obrero sus derechos. Como dijo el general Muller Rojas en el discurso de orden del 5 de julio en la Asamblea Nacional,“hay que aguijonear las propuestas de cambio”... para que sean positivas. “No podemos seguir siendo las vacas para que nos salte el astado de gran verga.”
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