Una de las mayores preocupaciones del Presidente Chávez tiene que ver con la eficacia y eficiencia de la gestión gubernamental. Concretamente quienes están en posición de gobierno y los que tienen cargos de representación popular. Sin duda, se trata de una carga pesada por varias razones. Me atrevo a decir que han sido las prácticas clientelares, proselitistas y demagógicas, típicas de gobiernos populistas, las que le están haciendo mucho daño a la Revolución Bolivariana.
Una de las prácticas comunes, tanto en gobernaciones y alcaldías, ha sido precisamente querer resolver el gravísimo problema del desempleo con la incorporación de personas, más allá de las posibilidades presupuestarias y financieras. Este perverso vicio que ha devenido en la hipertrofia de la estructura laboral del estado aún se mantiene a pesar del perjuicio que ocasiona y limita reales posibilidades de eficiencia en las gestiones.
Esta desviación lo que hace es paralizar, frenar o sencillamente convertir dichas instituciones en verdaderos aparatos que con su elevada carga burocrática y su ineficiencia las desprestigian, al punto de calificarlas de innecesarias. En mayor o menor grado este problema se hace evidente en alcaldías, gobernaciones y cuerpos legislativos.
Ahora, muchos pensamos que a propósito del proceso constituyente que culminó con la Carta Magna de 1999, se podían repensar y reconsiderar la existencia y funcionamiento de estos organismos del estado. Casi nada pasó. Siguen como una pesada maquinaria o un cansado ejército de funcionarios que ameritan de manera urgente su recomposición. Por tanto, conviene una pausa ante las consuetudinarias elecciones que se convierten en freno para la desburocratización, precisamente por su íntima relación con las prácticas clientelares y el desbordado proselitismo.
Lo dicho anteriormente nos obliga a hacernos ciertas interrogantes. Si usted es un ciudadano de correcto proceder, ¿qué sentido tiene ser alcalde o gobernador?, ¿cómo responder la expectativa de una ciudadanía cada vez más inconforme? Ahora si usted está impregnado del carcomido y vicioso comportamiento tradicional, seguramente le interesa muchísimo el actual panorama, porque a usted no le importa en absoluto la ciudad ni el bienestar de nadie. Por tanto, quienes quieren cambios verdaderos, ante tantos cantos de sirena les toca espantar el perro ante que se eche la meada, que para los efectos de muchos servidores públicos (¿?) no es precisamente meada...
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