“Segundas partes nunca fueron buenas.”

¡Sea usted mismo, presidente Maduro!

¡Sea usted mismo, presidente Maduro! No imite a nadie ni pretenda hacerlo. Cultive las dotes relevantes de su persona que lo han elevado al rango que hoy ocupa. Usted da la impresión de ser una persona prudente, abierta a la consulta, que sabe oír, prerrogativa muy importante para conversar, pensar y decidir.

¡Sea usted mismo, presidente Maduro! Por sobre todas las cosas honre su origen proletario. Sea fiel a su clase, a sus compañeros de lucha en el sindicato, y a las conquistas obreras. Sea fiel a los verdaderos forjadores de la riqueza: campesinos y obreros, los de la hoz y los del martillo. Si en verdad, ésta es una revolución socialista, su misión es conducir la clase obrera al poder. Esa gran oportunidad histórica está en sus manos. Para eso las mayorías nacionales lo van a elegir en las próximas elecciones. Es de suponer que quienes lo acompañan en tan gloriosa gesta, están en la misma línea de acción. De no ser ese su objetivo, conténtese con ser un presidente socialcristiano o socialdemócrata, como prefiera, uno más, entre los muchos que abundan en nuestra América, para satisfacción del imperialismo.

¡Sea usted mismo, presidente Maduro! En su discurso hable como piensa y diga como siente. Su palabra debe llevar siempre el fuego de las luchas proletarias presentes: en la Comuna de Paris; en los obreros de Chicago (1º de mayo); en las jornadas de octubre y la toma del Palacio de Invierno; en la fortaleza del Ejército Rojo que hizo retroceder el fascismo desde Stalingrado a Berlín, para izar la bandera roja de la hoz y el martillo en el edificio del Reichsghtag. Debe llevar muy en alto el fuego del ejercito proletario que reconstruyó la Unión Soviética luego de la derrota de los ejércitos hitlerianos que dejaron ciudades, pueblos, industrias, campos agrícolas, todo destruido, arrasado. De los 52 millones de muertos reportados oficialmente que ocasionó la Segunda Guerra Mundial, 27 millones fueron de la Unión Soviética, de los cuales, 20 millones eran población civil. ¡Verdadero holocausto! De los 70 millones de heridos, 40 millones eran soviéticos. El 70% de la economía quedó totalmente devastada, 140 mil aldeas y ciudades destruidas, millones de viudas y huérfanos, epidemias, hambrunas y enfermedades sin precedentes sufrió la patria de Lenin. ¡Verdadero holocausto! Nada de este horror devastador ocurrió en los Estados Unidos. Diez años después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, la Unión Soviética era potencia mundial, sus satélites (1956) y cosmonautas, circunvolaban la Tierra (Gagarin, Valentina Tereshkova). Toda esa extraordinaria reconstrucción de infraestructura, de desarrollo científico y tecnológico, de bienestar social, fue obra del socialismo. Encuestas recientes determinan que el 70% de la población de los países que forman la Federación Rusa, antigua Unión Soviética, tienen nostalgia por el socialismo (Agencia Novosti). Por eso, no nos tragamos el socialismo del siglo XXI, porque conocemos de los grandes éxitos del socialismo y del proletariado, no sólo en la Unión Soviética, sino, a escala mundial. La pérdida de las grandes conquistas del proletariado, que contaba con el respaldo moral del proletariado soviético, es lo que en realidad constituye la gran derrota del socialismo. En la reconquista de esas reivindicaciones obreras debemos estar empeñados. Ahí es donde la clase obrera tiene que avanzar con ímpetu demoledor para poner de rodillas el capital y acabar con la rapiña que realiza sobre la riqueza que produce la mano de obra proletaria. Eso se conquista con ¡verraquera proletaria! como los sans culottes, las barricadas de la Comuna de París o las avanzadas obreras del mayo francés. Con manifestaciones pendejas como las de los “indignados”, no se rompen las cadenas de la opresión capitalista.

¡Sea usted mismo, presidente Maduro! Haga honor a su origen proletario. Haga honor a su formación marxista que le dio los elementos de análisis para ascender hasta la posición que hoy tiene. No engole su discurso con fundamentalismos cristeros, ajenos a las luchas revolucionarias. Hágale honor al carácter laico de nuestra República. Usted es presidente de una República laica. No es predicador de una República teocrática. Todas las luchas sociales han sido contra el fundamentalismo de las religiones, el fundamentalismo cristero que levantó hogueras para quemar a los cultores de la Ciencia (Copérnico, Galileo, Giordano Bruno y hasta Leonardo de Vinci). El Renacimiento fue la revolución de la ilustración contra el oscurantismo cristero y actos sacramentales de la Edad Media. Ni Cristo era socialista ni el cristianismo es liberador. Fue esclavista y feudal a la vez. Ahora es capitalista hasta la médula. Nunca ha habido revoluciones cristeras. ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Cómo? Todo lo contrario, los cristeros siempre han estado del bando de los poderosos, de los esclavistas, de los explotadores, de los fascistas. Todas las religiones en toda la historia de las luchas sociales han estado del lado de los ricos. Cristeros eran los jueces de la Inquisición. Cristeros eran los contrarrevolucionarios mexicanos que asesinaron al presidente Álvaro Obregón. Cristeros eran los chulavitas que dejaron 200.000 víctimas en lo que se conoce, en Colombia, como la “época de la violencia”. Cristero era Franco, Pinochet, Somoza, que se mantuvieron en el poder porque tenían la bendición del Vaticano cristero y del imperialismo cristiano y capitalista. La cristera civilización de Occidente masacró los pueblos del Medio Oriente con Las Cruzadas; y en nuestra América, en nombre de la cruz, la biblia y el arcabuz, dejaron setenta millones de aborígenes americanos asesinados junto a millones de africanos traídos en los barcos negreros. Todos murieron bajo la falsa consiga, “amaos los unos a los otros”. Son 2000 años de horrores del cristianismo, que han dejado un océano de sangre y un Himalaya de cadáveres. ¡Dos mil años no son suficientes!

¡Sea usted mismo, presidente Maduro! No necesita imitar a nadie para ser un buen presidente, fiel a sus ideas socialistas, auténticas, sin disfraces ni reformismos de Siglo XXI. Fiel al internacionalismo proletario, al ascenso de masas, a la lucha de clases y a la lucha contra todas las formas de alienación. Ahí están los elementos de una verdadera revolución. Socialismo es una forma de vida. Hay que aprenderla, sustentada en la Igualdad y la Solidaridad, las mismas consignas que hace doscientos veinte años enarbolaron los revolucionarios jacobinos franceses. Sólo con igualdad y solidaridad es posible la democracia: la conquista más grande de la Revolución Cubana. Con mentalidad burguesa y capitalista no se aprende a vivir en socialismo.


¡Sea usted mismo, presidente Maduro! No se deje llevar por las ínfulas del poder. No caiga en el culto de la personalidad. No pretenda ser un superhombre (Nietzsche) ni ejercer hiperliderazgo. Continué siendo el dirigente que lleva en la entraña su raíz proletaria: con el puño en alto, la mente limpia y la cara al sol.

¡Sea usted y nadie más, presidente Maduro! No necesita imitar a nadie ni parecerse a nadie. Sea Nicolás Maduro Moros, presidente de la República Bolivariana de Venezuela y nos sentiremos satisfechos de haber votado por usted. No nos defraude. Ya es suficiente de farsas.

leonmoraria@gmail.com


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León Moraria

Nativo de Bailadores, Mérida, Venezuela (1936). Ha participado en la lucha social en sus diversas formas: Pionero en la transformación agrícola del Valle de Bailadores y en el rechazo a la explotación minera. Participó en la Guerrilla de La Azulita. Fundó y mantuvo durante trece años el periódico gremialista Rescate. Como secretario ejecutivo de FECCAVEN, organizó la movilización nacional de caficultores que coincidió con el estallido social conocido como "el caracazo". Periodista de opinión en la prensa regional y nacional. Autor entre otros libros: Estatuas de la Infamia, El Fantasma del Valle, Camonina, Creencia y Barbarie, EL TRIANGULO NEGRO, La Revolución Villorra, los poemarios Chao Tierra y Golongías. Librepensador y materialista de formación marxista.

 leonmoraria@gmail.com

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