Desde nuestro punto de vista, Venezuela resume en muchos aspectos, y por decirlo de alguna forma, varios de los más importantes elementos del debate político que se desarrolla en el continente, y en seno de la izquierda mundial.
Al igual que en el resto de países de América Latina, con sus ritmos y su dinámica, Venezuela ha sido escenario de la política neoliberal de privatizaciones; de aplicación de las recetas fondo-monetaristas; de la crisis y caída de los gobiernos que las implementaron; del estallido de las estructuras del régimen democrático-burgués en que se apuntaló el imperialismo y la burguesía para mantener su domino, particularmente la crisis de sus más importantes partidos políticos (Acción Democrática y COPEI); de confrontación al imperialismo yanqui; del desarrollo de poderosas movilizaciones y triunfos revolucionarios; y también, y muy fundamentalmente, de la crisis de dirección revolucionaria.
Queremos entonces mencionar al menos siete aspectos, que para nosotros son centrales a tener en cuenta en el presente debate: 1. la dinámica y la correlación de fuerzas entre las clases sociales; 2. El debate sobre el socialismo; 3. la naturaleza, características y diferencias de los gobiernos hijos de la oleada revolucionaria que hemos vivido en los últimos seis años en América Latina; 4. El papel de las direcciones reformistas y revisionistas; 5. El rol de la clase obrera y los trabajadores; 6. la crisis de dirección revolucionaria y las tareas que debemos proponernos para superarla, y 7. Qué tipo de organización y con qué régimen debemos proponernos construirla.
Por supuesto, no intentamos hacer una análisis erudito de la realidad venezolana y latinoamericana, sino ponerles en consideración algunas discusiones y conclusiones que venimos desarrollando al menos desde hace tres años, cuando nos empeñamos en la tarea de construir Opción de Izquierda Revolucionaria, organización que ha dejado de existir, para dar paso al proyecto de construcción del Partido Revolución y Socialismo (PRS), cuyo acto de presentación realizamos el pasado 9 de julio, en un nutrido acto efectuado en un céntrico local de la ciudad de Caracas, en el que se hizo presente una significativa representación de parte de lo mejor de la vanguardia obrera del país, nucleada en la UNT, y co-dirigida por dirigentes revolucionarios conocidos por todos ustedes, como son los camaradas Orlando Chirino y Stalin Pérez Borges, entre los más importantes; y en el cual también hubo una importante participación de dirigentes populares y estudiantiles, incluso, sectores disidentes de los partidos del chavismo oficial.
1. Hay una correlación de fuerzas a favor de la lucha de los trabajadores y los pueblos de América Latina
Venezuela junto a Bolivia, son los puntos más avanzados de la lucha obrera, popular y campesina, contra la burguesía y el imperialismo norteamericano en nuestro continente. Son lo más dinámico de un proceso generalizado de movilización de las masas que, con desigualdades, viene dando batallas con algunos triunfos importantes, contra los planes del FMI, las multinacionales y sus gobiernos serviles, desde finales de la década de los 90.
En esa línea hay que inscribir, el triunfo electoral de Chávez en 1998, que implicó una contundente derrota electoral para los partidos del llamado régimen de “Punto Fijo” ; las movilizaciones y triunfos revolucionarios en Ecuador y Bolivia; el “Argentinazo” y los triunfos electorales de Lula y Tabaré Vásquez. Pero sin duda, lo más destacable en Latinoamérica han sido las contundentes derrotas que sufrió el imperialismo norteamericano en Venezuela, cuando fue barrida la contraofensiva golpista en abril del 2002; en diciembre de 2002 y febrero del 2003, en ocasión del lock out patronal y el sabotaje petrolero contrarrevolucionario, y en agosto del 2004, cuando se le propinó una tercera derrota a Bush y la oposición burguesa durante el referéndum revocatorio. A lo anterior hay que sumarle las masivas movilizaciones por la defensa del gas y contra las multinacionales desarrolladas en Bolivia, que llevaron a la caída de Sánchez de Lozada, y recientemente la de Carlos Mesa; lo que a nuestro modo de ver ha generado un cuadro político en la región de enorme debilitamiento del imperialismo y sus planes, y como contrapartida, un fortalecimiento del conjunto del movimiento de masas y sus luchas.
Para nosotros este es uno de los primeros aspectos que hay que precisar, ya que existen distintas visiones sobre la dinámica de la realidad, del rol de la clase obrera y los sectores populares, ya que desde los 90, con la caída del Muro de Berlín, creció el escepticismo y la creencia que había un período de derrota mundial y de retroceso del movimiento obrero y popular.
Sin duda, en la última década el imperialismo y las multinacionales intentaron avanzar imponiendo ajustes, planes de saqueo de nuestras riquezas y mayores niveles de explotación a la clase trabajadora y los pueblos. Pero, las duras luchas dadas por nuestros pueblos impidieron que el imperialismo y sus gobiernos lacayos, pudieran imponerse a su antojo; incluso desde el punto de vista político-militar. Por ejemplo: ¿Qué pasa con el Plan Colombia? Es evidente que no han podido terminar con la insurgencia, ni tampoco pudieron aplicarlo en toda su intensidad. El escepticismo había hecho que sectores de la izquierda vaticinaran, desde el primer momento, que en Colombia se estaba al borde de un nuevo Vietnam con una invasión yanqui. Esto no ocurrió.
El proyecto de integración económica al imperialismo, mejor conocido por sus siglas (ALCA), como tal, fracasó y el imperialismo ha debido recurrir a los acuerdos bilaterales, para poder superar la férrea resistencia que opusieron los pueblos de América Latina. Fue la movilización la que empantanó la implementación del ALCA y no los supuestos roles progresivos cumplidos por los gobiernos del Mercosur o de la Comunidad Andina, como a muchos se les antojó creer, tres o cuatro años atrás.
Paralelas a las visiones escépticas y derrotistas, se desarrollaron las posturas neo-reformistas de abandono de la estrategia por la toma del poder por parte de los trabajadores, de apoyo a gobiernos tipo Lula, como paso previo hacia la constitución de frentes con sectores burgueses “progresivos”, contra el neoliberalismo, mientras se desarrolló un ataque despiadado contra la construcción de partidos revolucionarios, promoviendo el “horizontalismo”, el “autonomismo”, como en el caso argentino, o la conformación de “movimientos políticos amplios”.
A la luz de los acontecimientos de los últimos años en América Latina, es evidente que el derrotismo y el escepticismo, el neo-reformismo y el anti-partidismo, han sido cuestionados o como decimos en nuestro país, han salido con las tablas en la cabeza. Por eso hoy se empecinan en tratar de buscar nuevas argumentaciones para tratar de opacar la realidad, y seguir desmoralizando o desorientando a la vanguardia, para que no siga la ruta de la movilización y la lucha directa, sin compromisos, sin treguas y sin estaciones intermedias de conciliación entre las clases sociales.
Debemos aprovechar entonces este seminario y sus debates, para sacar como conclusión más general, que al menos en América Latina, para no generalizar a nivel mundial, existe una correlación de fuerzas a favor de los pueblos y los trabajadores, en su lucha contra el imperialismo. Que las banderas anti-imperialistas han sido el motor de la movilización de los pueblos latinoamericanos y que sobre la ola de esa aguda confrontación, han caído gobiernos y se han tambaleado regímenes democrático-burgueses, que amparados en el Consenso de Washington, se empeñaron en aplicar los planes de contrarrevolución económica diseñados por el FMI, el BM, las multinacionales y el imperialismo.
La revolución en Nuestra América está a la orden del día. No es una exageración decir que en cualquier momento y en la mayoría de los países latinoamericanos, pueden estallar simultáneamente severas crisis, que den como resultado, la caída de gobiernos y crisis de sus regímenes políticos. Tan es así, que en Ecuador donde las masas sacaron por la vía revolucionaria a gobiernos agentes del FMI, y en un momento dado depositaron su confianza en el coronel Lucio Gutiérrez, nuevamente se movilizaron, dando al traste con ese gobierno y abriendo un período de gran inestabilidad económica, política y social en ese país. Y aunque no al mismo nivel de Ecuador, es preciso evaluar lo que acontece en Brasil, donde hace escasamente dos años las masas obtuvieron un poderoso triunfo electoral, pero hoy día, por la disciplina fondomonetarista que ha tenido Lula y los altísimos índices de corrupción de su gobierno, existe un proceso de ruptura interesante de un sector de la vanguardia con dicho gobierno.
2. La profundización de la revolución y el socialismo se han puesto de moda
El proceso revolucionario en Latinoamérica, pero muy particularmente en Venezuela, se pone en el tapete la discusión sobre cuál debe ser el camino para avanzar hacia las soluciones de fondo que necesitan nuestros pueblos. Este debate y las posturas que asumamos los revolucionarios son fundamentales y están estrechamente ligadas al rol de la clase obrera y al tipo de alternativa política que necesitamos construir.
Como decimos en la Declaración Política del PRS: “estamos conscientes de los grandes avances y logros conquistados con la tenaz lucha a lo largo de los últimos seis años de proceso revolucionario. Somos conscientes de lo que significan las Misiones, la ampliación de las libertades democráticas, así como el contenido de inclusión social económica de las Leyes Habilitantes. Sin embargo, también tenemos claro que todavía falta mucho para darle respuesta estructural a los graves problemas existentes entre los sectores más pobres de nuestro país…Es necesario dar el paso de expropiar las grandes empresas que se encuentran en manos de la burguesía y del imperialismo. No hay socialismo sin expropiaciones de los grandes medios de producción privados. Ninguno de los partidos que actualmente cuenta con ministros y con parlamentarios está dispuesto a garantizar hasta sus últimas consecuencias la lucha por la II independencia frente al imperialismo…Su práctica se reduce a introducir tímidas reformas dentro del capitalismo o políticas coyunturales, que no resuelven, ni resolverán el problema de la explotación y la opresión…Cada día es más evidente que bajo la conducción de esos partidos la revolución será congelada y no avanzaremos hacia el socialismo…Se hace urgente presentarle (a las masas) un proyecto de socialismo, sin ambigüedades…bajo el gobierno de los trabajadores”.
Heinz Dieterich, un sociólogo germano-mexicano, profesor de la UNAM, asesor del presidente Chávez y del subcomandante Marcos (EZLN) define claramente qué es, según él, el llamado Socialismo del Siglo XXI: “Habrá una larga fase de coexistencia entre grandes empresas y pequeñas. Mínimo se necesitarían unos 30 años, en los cuales se requieren todas formas de propiedad productiva, porque ni el Estado ni las empresas solas pueden resolver el problema…Esta primera fase no tiene nada que ver con socialismo… De tal manera que una propuesta como esta de sectores tradicionales de izquierda que siguen pensando como si estuviéramos en los años 60, con un gobierno de obreros y campesinos, es un disparate” (El Nacional, Caracas, 24/7/05).
Como puede observarse, el debate sobre las perspectivas de la revolución, el socialismo y sus objetivos, es un tema de candente actualidad, no sólo para Venezuela, sino que se plantea con todo rigor para Bolivia, Ecuador, o Argentina; para cualquier país que mediante procesos revolucionarios derribe a los gobiernos, cuestione el régimen político y el carácter del Estado; o incluso para Brasil, Uruguay o cualquier país, donde triunfen electoralmente opciones de centro-izquierda, en las que son partícipes viejas corrientes de izquierda stalinistas y reformistas, que hacen suyos planteamientos como el esbozado por Heinz Dieterich o de la misma Martha Harnecker, mano derecha de Chávez, y enviada de Fidel Castro.
Ese debate olvidado desde la década de los 70 cuando se vivió en toda su intensidad la discusión sobre Chile y Nicaragua, vuelve a colocarse en primer plano. El “fin de la historia” de Francis Fukuyama, preconizado por el imperialismo, ha tenido corta vida, y Chávez, por su necesidad de darle respuesta a los sectores de izquierda del proceso y a las masas radicalizadas venezolanas, así como por la presión del proceso revolucionario que vive la región, ha vuelto a ponerlo en boga. Primero fue en el FSM en Porto Alegre, cuando lo planteó por primera vez como alternativa al capitalismo, y ahora lo populariza mundialmente, parodiando una canción caribeña, al decir que: “el socialismo no estaba muerto, estaba de parranda”.
Dada la crisis del stalinismo, y siendo que el castrismo y la Revolución Cubana ya no entusiasman como en décadas pasadas, se trata entonces, no sólo de empujar hacia la izquierda, hacia el lado de la revolución, con un discurso radical en apariencia, sino también señalando el contenido y las características del socialismo a aplicar en el presente siglo. Es así como desde Venezuela, que se ha convertido en la nueva “Meca” de la izquierda mundial, y en la voz prestigiada de Chávez, se irradia un proyecto político, el del “Socialismo del Siglo XXI”, que nada tiene que ver con el socialismo científico esbozado por Carlos Marx, Federico Engels, Lenin, Trotksy, Rosa Luxemburgo, y mucho menos con el que necesitan las masas a nivel mundial.
El socialismo del presidente Chávez es un “socialismo” de patas cortas. En realidad es una especie de capitalismo donde prevalecería la colaboración de clases, que trataría de lograr una supuesta e imposible “función social” del capital, simultáneamente con una hipotética redistribución más democrática de la riqueza. Esta propuesta es una quimera irrealizable, que en ningún lugar del mundo se ha materializado jamás. El capital existe para reproducirse ilimitadamente, no tiene corazón ni patria y no busca satisfacer necesidades, sino garantizar una tasa creciente de ganancias.
En Venezuela, de un tiempo para acá, es evidente que se ha venido produciendo un cada vez mayor entendimiento del gobierno con sectores importantes del empresariado y de las propias multinacionales, que se concreta en la materialización de acuerdos específicos, favorecidos por la extraordinaria bonanza petrolera. Lo que ha llevado al vicepresidente Vicente Rangel, a afirmar que: “ahora el gobierno cuenta con el apoyo de sectores del empresariado con el que antes no contaba”.
El gran desafío que tenemos por delante, es cómo dilucidar de cara a las masas, las flagrantes contradicciones y limitaciones del proyecto de Chávez y ayudar a que sectores de vanguardia que se encuentran organizados políticamente, no sigan creyendo que Chávez se dirige hacia el socialismo, pero que sus subalternos son quienes se oponen, sin entender que existe un nexo estrecho entre lo que “dice” el Presidente y “hacen” sus ministros, para amalgamar una política que desorienta, confunde y no permite que los sectores revolucionarios ocupemos un espacio político.
No es un tema menor, ni mucho menos fácil, ya que existen importantes agrupaciones, con presencia destacada en los sectores populares y la juventud, que siguen presos de esta confusión y sin proponérselo conscientemente, se han convertido en los mejores agentes de esa política gubernamental, al generar la expectativa entre la población de que este gobierno es “nuestro”, que es de los trabajadores y el pueblo, que existe un “poder popular” que hay que fortalecerlo desde la base, que avanzamos inexorablemente hacia el socialismo y que sólo es cuestión de limpiar del gobierno a unos cuántos burócratas y perversos “adecos” disfrazados de bolivarianos.
De todas formas, sí queremos decirles que aunque es un tema complejo, no nos trasnocha, ya que estamos profundamente optimistas, dada la dinámica y profundidad del proceso revolucionario venezolano.
Pero otro aspecto a considerar sobre el llamado “Socialismo del Siglo XXI” planteado por Chávez, es cómo ha sido asumido por el conjunto del pueblo. Lo cierto es que dicho planteamiento ha sido recibido con interés por la mayoría del pueblo y los trabajadores. Generalmente, el pueblo y los trabajadores se toman muy en serio las propuestas del presidente Chávez; las interpretan al calor del proceso revolucionario y las amplifican en función de darle respuesta a sus necesidades inmediatas. Por otra parte, simultáneamente con el debate sobre el socialismo como fórmula para trascender el capitalismo, en la actualidad estamos asistiendo al inicio de una nueva fase del proceso revolucionario donde los trabajadores y el pueblo comienzan a pasar del dicho al hecho; de las palabras a las movilizaciones de calle; de la crítica verbal a la exigencia directa a los funcionarios y al propio Presidente para que se concrete la reforma agraria; en defensa de la cogestión obrera, contra el abuso policial, y otras reivindicaciones.
La profundización del proceso revolucionario para el PRS pasa, entre otras medidas, por el impulso de la movilización obrera y popular, que confronte el “socialismo” de Chávez, reclamándole el desarrollo de un Plan Económico de Emergencia, que basado en la bonanza de los precios del petróleo, adelante un Plan Nacional de Obras de Infraestructura y Vivienda para generar empleo para millones; que se otorgue un aumento salarial extensivo a todos los trabajadores de empresas públicas y privadas del mismo monto que el otorgado a las fuerzas armadas (60%); no al pago de la deuda externa y por la realización de un referendo nacional para que el pueblo se pronuncie; por una Constituyente Petrolera que permita la discusión sobre la política de hidrocarburos, el portafolio de negocios de PDVSA y la anulación de las concesiones a las multinacionales.
Desde nuestra óptica, estas medidas deben ser parte de un plan transicional mucho más global, que contemple la ruptura con el imperialismo, la expropiación y otras cuestiones fundamentales, como la lucha por el poder y el gobierno de los trabajadores que son la base del socialismo científico. Invitamos a la reflexión a los participantes de este Seminario, para que juntos diseñemos una política que impida que el Socialismo, sea ahora enlodado por las nuevas versiones de Dieterich, Martha Harnécker, Negri, Holloway, asesores e inspiradores políticos de Chávez.
Como lo decimos anteriormente, este no es un debate exclusivo para Venezuela, sino que tiene que ver con varios países en América Latina, y en rigor, es una discusión histórica para la izquierda mundial. No conocemos en detalle el proceso de Brasil, pero si nos ha tocado escuchar a varios dirigentes de la CUT y de corrientes internas del PT ligadas al trotskysmno que nos han visitado en Venezuela, decir que el gobierno de Lula avanza hacia el socialismo, que hay que darle un compás de espera, que es un proceso parecido al de Venezuela donde existe un sector de la oligarquía que se opone a los avances, y que sobre esa base se justificó y se sigue justificando la presencia en dicho gobierno. También lo hemos escuchado de dirigentes sindicales Kirchneristas o simpatizantes del Frente Amplio del Uruguay.
Así las cosas, hay que precisar de la mejor forma este debate, para desenmascarar con argumentación política, histórica y científica la podredumbre de la nueva mercancía que hoy se quiere vender por los asesores políticos del castrismo.
3. La definición de “gobiernos en disputa” y las diferencias entre los gobiernos de Chávez y Lula
Para nosotros, Lula y Tabaré Vásquez -no después de que asumieron, sino desde mucho antes-, era claro cuál iba a ser su comportamiento, su política y su rol de freno a la ruptura política de las masas con la burguesía, sus partidos y sus instituciones. Sus programas de gobierno y sus acciones, han demostrado hasta la saciedad, que la esencia de clase de este tipo de gobiernos, sigue siendo burguesa, así hayan significado importantes triunfos políticos para las masas.
La debacle y el rotundo fracaso del gobierno de Lula y el PT, con sus posturas pro FMI y en medio de fuertes denuncias de corrupción al servicio de los grupos empresarios y de las multinacionales, pone sobre la mesa la discusión sobre este tipo de gobiernos y la comparación con otros del continente como el de Chávez, Kirchner o Tabaré Vásquez, y qué política se debe asumir desde la izquierda que se reclama anticapitalista y socialista.
En primer lugar, es necesario establecer claramente que el gobierno de Chávez es distinto a los gobiernos de Lula, Tabaré Vásquez o Kirchner. Estos últimos, en particular el gobierno de Lula, se caracterizan por ser agentes directos del FMI y del imperialismo.
A diferencia de los gobiernos antes mencionados, el del presidente Chávez tiene fuertes choques con el imperialismo yanqui, no es su agente. Por eso, podemos decir que Venezuela es un país independiente. Es un gobierno nacionalista-burgués que no responde a las órdenes de Bush y del FMI. Por eso, más allá de nuestras diferencias, ratificamos nuestro compromiso de defender hasta sus últimas consecuencias al gobierno del presidente Chávez de todo intento golpista o desestabilizador del imperialismo y la oposición burguesa venezolana. Como ya lo hicimos el 13 de abril del 2002 y durante el sabotaje petrolero.
Pero más allá de las evidentes diferencias que existen entre el gobierno de Chávez con respecto al de Lula, Tabaré y Kirchner, nos parece equivocada la definición que hacen diversos sectores de la izquierda de considerar a estos gobiernos como “gobiernos en disputa”. O sea que serían gobiernos indefinidos, que estarían “en disputa” entre el imperialismo y la gran burguesía, por un lado, y por los trabajadores y el pueblo, por otro. Con lo cual adoptan la postura de apoyar políticamente a esos gobiernos o a una de sus alas (en algunos casos integrando directamente el gobierno con ministros y funcionarios) alentando que así avanza positivamente para los trabajadores y el pueblo.
El caso del gobierno de Lula en el Brasil es una demostración clara de lo equivocado de esas definiciones y políticas. Para nosotros no es desconocido que esas posturas fueron y son sostenidas en el Brasil por sectores de la izquierda del PT (entre ellos la corriente Democracia Socialista), el PCdB y por el MST (los Sin Tierra). El gobierno de Lula siempre fue un gobierno burgués que se basaba en la unidad del PT con partidos burgueses. Tácticamente fue correcto el voto crítico a la presidencia de Lula, del ala de izquierda revolucionaria del PT que finalmente fue expulsada por ser consecuente con los trabajadores contra el gobierno de Lula-Alencar. Es inadmisible la postura reformista de ser parte del gabinete del gobierno con ministros, como lo hizo y aún sostiene la corriente Democracia Socialista, mientras se reivindica anticapitalista y socialista, y de la corriente internacional que encabeza la LCR de Francia. Consideramos que no hay nada de positivo ni rescatable en ello. Desde el campo de la clase obrera, definitivamente no se puede ser parte de un gabinete burgués y corrupto al servicio del imperialismo y las multinacionales.
A esto se contrapone la postura correcta y de independencia de clase de la senadora Heloisa Helena y del PSOL, así como de los diputados Babá y Luciana Genro e integrado por importantes franjas de trabajadores, jóvenes, intelectuales provenientes del PT y de otras corrientes de la izquierda revolucionaria del Brasil.
Es importante sacar conclusiones de estas experiencias ya que son parte de un debate político del cual participa la vanguardia luchadora mundial. Más cuando las masas latinoamericanas empiezan a hacer la experiencia con la mayor parte de los gobiernos llamados de centroizquierda o de “origen de izquierda”. En Ecuador, directamente hubo una insurrección popular para echar al gobierno de Lucio Gutiérrez que años antes había encabezad una movilización indígena-campesina. Mientras en Bolivia preparan una nueva trampa política con Evo Morales y el MAS.
4. La crisis del PT, del FSM y el rol de la dirección cubana, reflejan la crisis del reformismo
Es evidente que el proyecto reformista de Lula y el PT, apoyado por la Iglesia Católica, la socialdemocracia europea y por Cuba, muestras las señales de su fracaso. Pero este también fue un duro debate desde el principio del gobierno porque amplios sectores de la izquierda reformista mundial alentaban que “otro Brasil era posible” con un gobierno compartido entre la izquierda y los partidos burgueses, cediendo al imperialismo y con dobles discursos como el “plan hambre cero” o el “presupuesto participativo” de Porto Alegre.
Hoy está claro, por lo menos en Brasil, que esas salidas intermedias propugnadas por el Foro Social Mundial, la dirección cubana y el neo-reformismo mundial no son solución. Pero esto no significa que se haya superado ese debate. El reformismo mundial trata de recomponerse alrededor de la experiencia venezolana y dando más espacio a la dirección del PC cubano, ejemplo de ello es la reciente realización en Venezuela del XVI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, capitalizado por el PC venezolano, y trasladando el FSM del 2006 a Caracas.
El debate sobre el socialismo del siglo XXI plantea una nueva reedición de la vieja y falsa teoría de “la revolución por etapas” que durante décadas propugnó el stalinismo y los PC del mundo. Hoy nuevamente se habla de las “fases” de los procesos revolucionarios, como lo señala Heinz Dieterich, quien afirma que habría una primera fase donde se combinarían distintas “formas de propiedad”, y afirma que en Venezuela lo que habría es una “revolución anticolonial burguesa”.
Pero nada de esto es nuevo. La revolución nicaragüense fue derrotada justamente por la aplicación en la práctica de esa teoría. Allí se la denominó “economía mixta” hacia el socialismo. También entonces (1979-90) fue Fidel Castro y la dirección cubana la que aconsejó no hacer “una nueva Cuba” expropiando a los capitalistas. Es decir, aconsejó lo opuesto de su propia experiencia de los 60 donde, junto al Che Guevara, declararon el socialismo en Cuba expropiando y expulsando a las multinacionales, así como a los grandes empresarios cubanos. Solo así Cuba y su pueblo lograron grandes conquistas sociales.
Ese mismo papel juega hoy la dirección del PC cubano en Venezuela. Nicaragua siguió bajo el capitalismo, perdió el poder el FSLN y hoy es uno de los países más pobres de Latinoamérica. Esta discusión no es menor, porque la definición de “gobiernos en disputa”, se basa en esta concepción reformista que lleva al fracaso y a la derrota de las masas. En Venezuela existen varias organizaciones de izquierda honestas, criticando a los partidos de la V república, que creen en esta teoría de las dos etapas, de la “etapa democrática” de la revolución y aceptan la necesidad de una etapa o fase de gobierno burgués populista y de mantener una economía capitalista. Y aseguran que ese es el camino al socialismo.
Desde una postura revolucionaria consideramos que, por ejemplo, en Venezuela y en todo el mundo, debemos apoyar el intercambio de petróleo por médicos con Cuba u otras medidas que rompan el bloqueo criminal imperialista. Pero también tenemos que saber diferenciar esto de las posturas equivocadas y reformistas de la dirección cubana, poniéndolas en debate hacia el movimiento de masas y su vanguardia.
La realidad histórica ya ha demostrado, como en la revolución cubana, que no hay dos etapas. Que si no se avanza hacia el socialismo, rompiendo con la burguesía y expropiando, no hay cambios de fondo para las masas. Como dijo el Che: “Es revolución socialista o es caricatura de revolución”.
Pero lo importante a saber es que ante la debacle del PT y de los impulsores del Foro Social Mundial, se abre un espacio inimaginable para las corrientes revolucionarias que no se creyeron el cuento de que “otro mundo era posible” sin tomar el poder, y que no claudicaron ante las fuertes presiones de la socialdemocracia. Sin duda, en una primera etapa, el FSM como fenómeno político de la juventud que arreciaba su lucha contra el imperialismo, era inmensamente progresivo, pero detrás estaba la mano siniestra de los intelectuales del “horizontalismo”, cuyo real objeto era tratar de contener ese espíritu libertario, impedir el proceso de auto-organización y cerrar el paso a la construcción del partido y la Internacional revolucionaria.
Quienes apostaron a que del FSM saldría el nuevo “reagrupamiento” internacional hoy deben honestamente reconocer sus errores. Desde nuestra organización consideramos que es importante lograr un genuino reagrupamiento de la izquierda mundial y de los sectores en lucha, particularmente en nuestro continente, pero no obstante, cualquier reagrupamiento para que sea serio y duradero, además de intervenir en los fenómenos políticos y la movilización de las masas, debe edificarse sobre bases políticas y programáticas revolucionarias.
La crisis de dirección sigue siendo el signo de la etapa, tal como lo planteó Trotsky en el Programa de Transición, pero la crisis mayor de los nuevos aparatos -mucho más frágiles relativamente que el viejo stalinismo-, la profundización de la movilización revolucionaria, y el acceso al poder, como consecuencia de lo anterior, de gobiernos frentepopulistas (centro-izquierda), abren como nunca la oportunidad para superar tal crisis de dirección revolucionaria.
Por eso nuestra actividad política tiene sentido, si debatimos con seriedad, el compromiso de luchar consecuentemente contra los aparatos, contra las nuevas variantes reformistas, contra el revisionismo, disputar la dirección de las masas y construir organizaciones nacionales y a nivel mundial, para superar la crisis de dirección revolucionaria. Desde ya nos comprometernos con esta difícil y compleja tarea, porque nos anima el deseo y la necesidad histórica de luchar por construir una organización internacional revolucionaria.
5. El rol de la clase obrera y su relación con otros movimiento sociales
La otra cara de los debates en los procesos revolucionarios latinoamericanos pasa por establecer el rol de la clase trabajadora y su relación con otros movimientos sociales, así como también sobre si la lucha debe ser por que la clase obrera y el pueblo tomen el poder o, si por el contrario, se trata de “construir poder desde abajo” sin disputar el poder político.
En primer lugar, sobre el rol del movimiento obrero hay sectores de la izquierda que consideran que se ha debilitado como sujeto social, que ha dejado de tener un rol protagónico y que incluso ese papel lo pasan a jugar los llamados “movimientos sociales”. Hay organizaciones de izquierda que se reclaman anticapitalistas que ya casi ni mencionan a la clase trabajadora; en su lenguaje y actividad predominan los “movimientos sociales”. Casi es una moda política mundial pos caída del Muro de Berlín, que es tomada por el neoreformismo, el Foro Social Mundial, los Partidos Comunistas reciclados, la socialdemocracia europea, la centroizquierda, las tendencias horizontalistas abrevadas por el subcomandante Marcos, sectores de la llamada izquierda radical europea, etc.
Por esa vía se abandona el perfil de clase y se alimenta, desde distintos ángulos y visiones políticas, la concepción de que la lucha por gobiernos de los trabajadores ya no tiene sentido, sino que hay que apoyar gobiernos de centroizquierda en “disputa” o, como postulan John Holloway, el zapatismo y otros sectores, que se puede “cambiar el mundo sin tomar el poder”.
Indudablemente muchos de estos sectores, para pasar su discurso reformista, se apoyan en un aspecto parcial de la realidad, en el sentido que la crisis capitalista el movimiento obrero ha introducido numerosos cambios en la clase obrera a nivel mundial y que, a su vez, hay amplias capas populares (campesinos, indígenas, desocupados, juventud, movimiento contra la guerra, sectores de la clase media) de la sociedad que profundizan su pobreza y marginamiento por la decadencia capitalista y se suman a la movilización.
Pero esta es una media verdad. Ni siquiera en lo que respecta a su tamaño y dimensión, la clase obrera ha perdido fuerza e importancia social, tal como lo atestiguan innumerables investigaciones empíricas (Castell, Antunes, etc.). Por otra parte, en el terreno político y de la lucha, la realidad Latinoamérica y hasta mundial, muestra que crece el protagonismo en las luchas de la clase trabajadora, con sus huelgas y movilizaciones que empalman con los movimientos populares y sociales, tales como los campesinos, los indígenas, los estudiantes, los desocupados, los ahorristas, etc.
Desde Venezuela podemos afirmar que fue clave y decisiva la acción del movimiento obrero petrolero durante el saboteo patronal de fines del 2002 para recuperar PDVSA. Entre nosotros, estamos discutiendo que el verdadero soporte de todo lo que hoy se vive en Venezuela, incluso más que la propia derrota del golpe del 11 de abril, fue el triunfo contundente obtenido por la clase obrera y los trabajadores, unido al apoyo popular que se daba desde afuera de las refinerías, contra el lockout patronal que duró 63 días. Allí se jugó buena parte de la revolución venezolana.
Pero la lucha de los trabajadores venezolanos no cesó después de derrotado el paro del 2002-2003, a continuación se inició un importante proceso de tomas de fábricas que fueron cerradas o declaradas en quiebra por los empresarios golpistas, alegando pérdidas como consecuencia del paro que ellos mismos habían promovido. Algunas de ellas, gracias a la movilización y la perseverancia de los trabajadores, sin duda, con el apoyo de los sectores populares, han sido expropiadas por el gobierno, como es el caso de Invepal (fábrica de papel) o de Inveval (constructora de válvulas para la industria petrolera).
Es equivocado negar el rol de la clase obrera como también lo es no ver la necesidad de la unidad obrero-popular-campesina-indígena para enfrentar al imperialismo y a sus gobiernos en Latinoamérica.
En Venezuela hay una verdadera revolución a nivel del movimiento obrero. Este proceso lo hemos caracterizado como una “revolución política antiburocrática”. Ha caído la vieja y traidora burocracia de la CTV, y a cada momento se producen referéndum donde nuevas dirigencias sindicales, derrotan aplastantemente a rancias burocracias de más de 20 o 30 años de dictadura en los sindicatos. Pero el proceso no se detiene allí. Muchas veces, las dirigencias “bolivarianas” que han suplantado a los viejos burócratas adecos y copeyanos , no dan la talla, y rápidamente son sustituidas por nuevos dirigentes que surgen al calor de la lucha. Este profundo proceso revolucionario que se desarrolla en el seno del movimiento obrero es el que posibilitó el surgimiento de una nueva central, la UNT, la cual viene a constituirse en una conquista histórica de los trabajadores venezolanos, siendo sin duda hoy, la organización de masas más grande del país. Asimismo, en su interior se consolida una corriente sindical clasista, revolucionaria y democrática encabezada por los compañeros Orlando Chirino y Stalin Pérez Borges, la cual es consecuencia de la lucha que los trabajadores venezolanos vienen librando, especialmente desde el paro petrolero.
En la actualidad, el péndulo de la lucha de la clase obrera venezolana oscila de la industria liviana, -la cual no decae- localizada en el centro del país, hacia sus batallones pesados, específicamente hacia el sector eléctrico y las industrias básicas (aluminio, siderúrgicos). En estos sectores comienza a hacerse la experiencia de la cogestión, que en nuestro país, específicamente en Alcasa (empresa de aluminio), adquiere connotaciones de control obrero, (elección en asamblea de los directores de la empresa, apertura de los libros de contabilidad, participación de los trabajadores en la organización de la producción), presagiándose su extensión a otras industrias y sectores. Los trabajadores la han denominado, para diferenciarla de la europea, “cogestión revolucionaria”.
Mientras que en el sector eléctrico, los trabajadores luchan y resisten contra los propios funcionarios gubernamentales, incluido el ministro del sector, quienes rechazan la cogestión.
En Bolivia ha sido la huelga de fabriles, docentes, de los mineros y de la COB de El Alto y de todo el país, unida a los cortes de rutas de los campesinos y demás sectores populares, lo que derrocó a los gobiernos de Sánchez de Lozada y de Meza, y reclamando la reestatización de los hidrocarburos. En Argentina existe una oleada de huelgas sindicales por el salario que no llegó a la huelga general por el rol traidor de las direcciones burocráticas. En Brasil también hubo huelgas como la de los bancarios de fines del 2004, y ha surgido un movimiento de rebeldía de centenares de sindicatos contra la dirección burocrática de la CUT, con el movimiento Conlutas. Hubo huelgas sindicales en Colombia, Uruguay, Panamá o Perú.
6. La revolución venezolana y mundial “no tiene destino sino construimos un partido revolucionario”
Este fue el cierre de la intervención del compañero Orlando Chirino, coordinador nacional de la UNT, en el acto de lanzamiento del nuevo partido que estamos impulsando en Venezuela para luchar consecuentemente por el socialismo con democracia, sin patronos, ni burócratas.
Y esta conclusión es también para el conjunto del proceso revolucionario latinoamericano pese a las desigualdades que lógicamente existen en cada país. La lucha obrera, popular y campesina del continente abre nuevas y grandes oportunidades de construcción de nuevas organizaciones de masas y políticas. Crece la crisis de los viejos partidos burgueses, como de la centroizquierda y de las direcciones reformistas y burocráticas del movimiento obrero y popular. Las masas y la vanguardia luchadora buscan nuevos referentes y construye nuevas organizaciones. En Venezuela surgió la UNT y en todos los países surgen nuevos dirigentes combativos.
En Brasil, de la experiencia fallida del PT surge un nuevo partido, el PSOL, que se fortalece como una alternativa política de izquierda anticapitalista y socialista.
La cuestión de la dirección revolucionaria cada día se plantea como una necesidad más apremiante para que las luchas triunfen pero también para que los procesos revolucionarios como los de Bolivia o Venezuela avancen hacia gobiernos de los trabajadores y el pueblo, en el camino de la construcción del socialismo.
En Bolivia son las direcciones reformistas las que atrasan el proceso como también la ausencia de una dirección socialista revolucionaria. Evo Morales y el MAS sólo buscaron salvar al régimen con un llamado a elecciones generales. Jaime Solares, máximo dirigente de la COB, llegó a proponer una alianza cívico-militar como salida, reiterando su negativa a impulsar que la COB encabezara la lucha por la toma de poder, junto a los campesinos y el pueblo.
La crisis de dirección revolucionaria es un hecho. La discusión y el debate sobre cuál es la herramienta que necesita la clase trabajadora y el pueblo es parte de un debate fundamental. Hay sectores de la izquierda que se replantean si sigue en vigencia la construcción de partidos revolucionarios por su programa y con el criterio leninista. Hay sectores que proponen impulsar movimientos políticos amplios, anticapitalistas o bloques políticos sin un programa revolucionario. Abandonando del centralismo democrático.
En este debate nos reafirmamos en la necesidad de construir partidos revolucionarios y en la vigencia del leninismo, por más que en muchos casos surjan nuevos fenómenos políticos progresivos que todavía no se afirmen en el centralismo democrático como son los casos del PSOL en Brasil o el nuevo partido PRS que estamos formando en Venezuela. Por el contrario, debemos impulsar, sin sectarismo y auto-proclamación, la unidad de los revolucionarios en base a un programa revolucionario, contra la conciliación de clases, por el gobierno de los trabajadores y el Socialismo. Eso es lo que justamente estamos tratando de desarrollar en la experiencia de Venezuela.
La construcción de partidos revolucionarios no es sinónimo de sectarismo ni se contrapone a la más amplia unidad de acción antiimperialista o a las coordinaciones o bloques de izquierda para las elecciones o las luchas en cada país, como ahora lo estamos haciendo para impulsar unitariamente la campaña por el No a Bush en la Cumbre de Presidentes de Mar del Plata, Argentina, o para exigir el retiro de las tropas brasileras, argentinas y chilenas de Haití.
Como afirmamos en nuestra declaración política: “En Venezuela los trabajadores han avanzado construyendo la UNT, los sectores populares, barriales, campesinos y estudiantiles se organizan en frentes y asociaciones, y siguen proliferando variadas formas de organización popular. Sólo falta la construcción de la herramienta política de todos esos sectores, que organice y potencie, sobre la base de un programa revolucionario y una disciplina política, la actividad militante revolucionaria hacia el socialismo…Acompañamos a los trabajadores y al pueblo en la experiencia con este gobierno, pero apuntando realmente hacia la perspectiva del desarrollo del poder obrero, campesino, popular, participativo y protagónico, hasta lograr que el gobierno sea ejercido directamente y de manera democrática por los trabajadores, para adoptar sin vacilaciones y sin tabas burocráticas, las medidas anticapitalistas y antiimperialistas capaces de conducirnos hacia el socialismo liberador”.
7. Qué tipo de partido y con que régimen interno debemos construirlo
En nuestra experiencia de construcción de la organización revolucionaria, y particularmente luego del acto del 9 de julio, hemos empezado a escuchar opiniones de otros sectores políticos en Venezuela, particularmente de algunos funcionarios del gobierno de Chávez. Todos ellos coinciden en afirmar que nuestra propuesta de construir una organización revolucionaria es “inoportuna” y que deberíamos esperar al menos hasta finales del 2006.
De estos sectores no es extraño escuchar este tipo de “sugerencias”; pero lo que si nos ha llamado la atención es que algunos compañeros, que en una época militaron en el PST, pero abandonaron el proceso de construcción de la organización revolucionaria para vincularse a organizaciones “amplias”, sean quienes nos repitan ese mismo discurso o que afirmen que la concepción leninista con la cual queremos construir el PRS es “auto-proclamatoria” o cierra espacios para nuevos sectores que podrían estar interesados en ser partícipes del proceso de construcción de la nueva organización.
Para nosotros esto no es nuevo y a cada paso que demos, con seguridad, aparecerán quienes tienen la concepción de construir organizaciones “vanguardistas”, para decirnos que hay que esperar hasta que estos sectores de avanzada se decidan a la construcción del partido revolucionario. Lo importante y lo que realmente queremos resaltar como experiencia positiva en Venezuela, es que hemos realizado el acto público de lanzamiento de la organización, hemos propuesto un programa revolucionario que nada tiene que ver con el reformismo, ni de viejo ni de nuevo cuño, y hemos planteado que la organización debe regirse por el método del centralismo democrático, sin que hasta el presente, se haya desatado ninguna resistencia por parte de los militantes de las otras organizaciones distintas de OIR, que confluyen en este proceso de construcción del PRS; ni en el seno de los numerosos activistas y luchadores a los que nos hemos acercado con nuestro nuevo periódico (Opción Socialista), con nuestra propuesta programática o con la declaración política.
En el proceso de construcción del PRS estamos empalmando con dirigentes del movimiento obrero, y más recientemente lo hemos comenzado a hacer con dirigentes genuinos del movimiento popular y del movimiento estudiantil, encontrándonos con la grata sorpresa de que no objetan la construcción del partido revolucionario, no reivindican experiencias intermedias de “frentes” o “bloques”, ni mucho menos se detienen en el umbral del centralismo democrático. Por eso extractamos como gran conclusión, que mientras tengamos una política dirigida a atender las necesidades y expectativas de las masas, y que no esté guiada sólo por las preocupaciones de las “nuevas vanguardias”, -hacia las cuales tenemos una política- será mucho más fácil y rápido poder construirnos en sectores en los cuales no tenemos mucha presencia, como son los sectores populares, estudiantiles y campesinos.
Del mismo modo, queremos plantearles la experiencia que hemos tenido con los asuntos referidos al tema del régimen interno de la nueva organización. Para los sectores sindicales, populares y campesinos que vienen haciendo una experiencia de lucha cotidiana, que vienen rompiendo con los métodos burocráticos de los partidos de gobierno o que vienen jugándose como voluntarios o activistas en las Misiones , para ellos es mucho más fácil acceder y comprender la necesidad del método del centralismo democrático, para avanzar y obtener triunfos. En cambio, las viejas organizaciones vanguardistas muy amigas de las políticas reformistas y del método del centralismo burocrático, colocan más reparo, porque se niegan sistemáticamente a construir una organización que tenga por perspectiva preparar a la clase obrera y el pueblo para el levantamiento insurreccional para la conquista del poder político.
Para nosotros estas experiencias son muy significativas si se parte de reconocer que el peso de Chávez sobre los sectores populares y los trabajadores en Venezuela es inmenso; pero muy a pesar de ello, son muchos los activistas de diversos estados y de distintos sectores que han presentado su saludo a la construcción de la organización, a la lucha por el socialismo sin patronos ni burócratas y bajo un gobierno de los trabajadores.
Como es apenas obvio, son experiencias nuestras, que mal haríamos en generalizar para todos los países y todos los procesos, pero que nos han servido para ratificarnos en las enseñanzas esenciales del leninismo. Nadie logra demostrarnos lo contrario, mucho más en un país donde organizaciones de izquierda lograron una importante influencia, pero que al momento de las definiciones defeccionaron y traicionaron a la clase obrera y hoy son la quinta rueda del imperialismo en su lucha contra el gobierno independiente de Chávez.
*Miguel Angel Hernández y Emilio Bastidas. Miembros del Comité Nacional Impulsor del Partido Revolución y Socialismo de Venezuela.
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