Un poco de “poder inteligente”- un poco de “Poder blando” y mucho “Poder duro”

La diplomacia política imperialista es tan amplia como corta la necesidad de pensarla por los altos funcionarios de la Casa Blanca. Diplomacia que se fundamenta en el poder de las armas de la guerra y no en las almas de la razón para la paz. La política, definitivamente, es una cuestión de poder mucho más que de la razón. No sé si eso fue tomado en cuenta por el camarada Trotsky para llegar a la idea de que la ideología no decide en la política, aunque nadie debe negarle su importancia y, especialmente, para un proceso revolucionario. Marx decía que cuando la idea prende en la conciencia de las masas, se hace práctica social y Lenin dijo: sin teoría revolucionaria no existe movimiento revolucionario pero ni en el caso de Marx ni en el de Lenin se contradicen con lo dicho por Trotsky.

            Se le atribuye al eminente escritor Johan Goethe esa célebre frase de “Actuar es fácil, pensar es difícil; actuar según se piensa es aún más difícil. ...”. Los grandes políticos estrategas de la Revolución Proletaria han sostenido que la audacia es un elemento primordial a la hora de la lucha por la toma del poder político pero una vez que éste se tiene en las manos, la inteligencia pasa a ocupar el lugar más privilegiado. Sin menospreciar a nadie uno puede darse cuenta que para ser Presidente de una nación imperialista no se requiere para nada la inteligencia sino la capacidad  de actuar sin pensar. Revisen la Historia de los presidentes de Estados Unidos, por ejemplo, busquen y determinen el nivel de la inteligencia y del conocimiento humano metido en sus cabezas. Y si algún inteligente disputa la Presidencia, los cogollos oligárquicos estadounidenses hacen lo imposible para evitar su triunfo y hasta con trampas lo logran, tal como aconteció con Al Gore, sin duda, un político de elevada inteligencia como de un muy respetable nivel de formación científica.

            Detrás de los políticos más influyentes en Estados Unidos hay, ciertamente, una elite pequeña que piensa por ellos sin que eso signifique que le tomen al pie de la letra sus recomendaciones o consejos. Bush (hijo) nunca le hizo caso a nadie y ni siquiera a su padre. Por ello actuaba sin pensar con una facilidad increíble. Lo testimonian todas las guerras que declaró aunque jamás se haya sentado a pensar en sus errores y fracasos. Ronald Reagan, por ejemplo, más de una vez confundió la política –como Presidente de Estados Unidos- con una película de vaqueros. Lástima que Pecos Bill fue más gringo burgués que internacionalista proletario.

La primera conclusión que se obtiene del análisis de las políticas, tanto internas como externas, salidas por la puerta grande de la Casa Blanca de Washington es que se utiliza en su mínima expresión el poder de la inteligencia. Pocos ejemplos bastan para demostrarlo y no vayamos muy lejos: el ridículo y fallido bloqueo decretado contra Cuba y todavía no han sido capaces de reconocer la brutalidad y lo erróneo del mismo. Por eso lo siguen aplicando para no dar el brazo a torcer sabiendo que no obtendrán ningún resultado coincidente con la estrategia política que se propusieron: derrocar al Gobierno revolucionario –antes- presidido por el camarada Fidel Castro y –ahora- por el camarada Raúl Castro. A la política imperialista le cuesta mucho combinar poder blando con poder duro y por eso llegan infelices al poder inteligente.

Imagínense si a los imperialistas les cuesta pensar o no que dicen lo siguiente: “Si Estados Unidos representa valores que otros quieren imitar, entonces nos costará menos ser líderes”. Eso refleja el carácter de rapiña y saqueo de la política imperialista. Para el imperialismo es fatal que otros países se desarrollen, porque aquel entonces pierde capacidad de someterlos y le disminuye el número de epígonos. Ya sin facultad para utilizar el poder inteligente –que no lo tienen- mucho les ha preocupado el uso del poder blando, porque con éste ven el decrecimiento de las convicciones por el poder duro. Lean lo que dicen: “si la cultura estratégica de Europa otorga hoy menos valor a la mano dura y el poderío militar que a otros instrumentos de poder blando como la economía y el comercio, ¿no será en parte porque Europa es militarmente débil y económicamente fuerte?”. (El ideólogo burgués Robert Kagan).

Los imperialistas saben, aunque no lo divulgan, y lo manifiestan algunos ideólogos con palabras propias que es muy difícil remar en un mar oscurecido por falta de credibilidad. A los imperialistas casi nadie les cree pero sí muchos les tienen miedo. Vivimos un tiempo en que a través de la economía las garras del imperialismo dejan a la diplomacia imperialista muy mal parada. Rapiña, saqueo y usura son principios inviolables de la política económica imperialista. Eso ha hecho que muchos Estados peguen el brinco y pelen los dientes ante el monstruo. Por eso, el poder duro será, siempre o en última instancia, el factor que determine la conducta internacional del imperialismo.

Sin embargo, unos poquísimos ideólogos burgueses han creído que “Estados Unidos debe llegar a ser una potencia inteligente a través, una vez más, de la inversión en el bien común –proporcionar cosas que la gente y los gobiernos en todas las partes del mundo quieren pero no pueden obtener en ausencia de un liderazgo estadounidense-”. Piensan que es la forma que el Estado estadounidense vuelva a tener credibilidad y se le abran muchísimos espacios para su economía en el mundo. Claro, el imperialismo tiene un principio metido entre ceja y ceja que, hasta cierto punto, resulta real en este mundo actual. Lo dijo la señora Clinton: “América no puede resolver la mayoría de los problemas urgentes por su cuenta, y el mundo tampoco puede resolverlos sin América”.

La experiencia de tanto rechazo a las políticas imperialistas ha hecho que algunos ideólogos propongan la necesidad que el Gobierno estadounidense haga más uso del poder blando –a través de elementos culturales y bondades políticas-, es decir, transformando su rostro monstruoso y feroz por uno que –por lo menos- sonría, sea entendido como amigable, que refleje persuasión y no la fuerza bruta, la militar mercenaria. Ya no vivimos la era en que los imperialistas convencían a millones y millones de personas de que los comunistas se comían, en carne viva, a sus propios hijos. Si antes se creía que el exportador del terror era el comunismo ahora –casi nadie lo duda- es el imperialismo. Por eso busca desesperadamente cambiar su imagen porque el mundo se les salió de sus manos aún cuando siga teniendo influencia en él.

Desde el punto de vista ideológico (poder blando) el imperialismo no está en capacidad de adoctrinar a ningún pueblo para que le sirva como defensor incondicional de sus perversiones y crímenes de lesa humanidad. Y en relación con el militarismo y las guerras (poder duro) el imperialismo gana combates, batallas,  maniobras, emboscadas, asaltos y escaramuzas pero al final pierde la guerra. El mundo vive una guerra prolongada entre el imperialismo y el capitalismo contra la lógica inevitable del socialismo pero, con la salvedad, toda guerra llega a su final y el comunismo será –inevitablemente- el vencedor. Entonces, todo funcionará en base al poder de las ciencias y de la tecnología (inteligencia pura) y los poderes blandos y duros serán sepultados bajo las pisadas creadoras de la humanidad.



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Freddy Yépez


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