No están mal las consignas “Yo soy Chávez”, “Todos somos Chávez”, “Chávez vive la lucha sigue”. Pero ser como Chávez es una condición que el simple conocimiento no lo da o no lo presta. Tampoco se consigue con meramente con pura audacia. Lo que natura no da Salamanca no presta.
Chávez era un político nato, un hombre muy culto, un orador atrevido y arriesgado, un ser infatigable en sus sacrificios que como Bolívar jamás tuvo descanso ni pausa en sus ideales y trabajos. A Chávez nunca le interesó el dinero, ni tampoco la fama por sí misma. Buscó el poder para hacer el bien y ayudar a los más pobres, y siempre practicó aquel precepto bolivariano de que la constancia siempre corrige la mala fortuna.
¿Quién entre todos los chavistas estaría dispuesto sin ambages a entregar su vida por la causa de la patria?
¿Quién entre todos los chavistas vive dispuesto sin ambages a no dormirse un segundo, metido de lleno en esta tragedia colonialista que ha sido un legado de siglos?
¿Quién como Chávez está dispuesto a echarse esa infernal cruz del odio enfermizo y terrorista difuminado e inoculado por el frente mediático mundial diseñado por el Departamento de Estado gringo para desturir sin contemplaciones a sus oponentes?
Chávez no sólo organizaba al pueblo sino que lo transfiguraba.
Chávez fue el creador del arma del amor en la política.
Si esta revolución llegara a fracasar sería porque el pueblo ni sus líderes o colaboradores jamás estuvieron a la altura del Comandante eterno.
Claro, Chávez cometió algunos errores movido por la piedad y el perdón. Y eso era amor puro en él. Sacar la cruz aquel 13 de abril fue una gravísima condena. Expulsar al centenar de paramilitares colombianos capturados en el finca Daktari otro error fatal que fue entendido por Uribe como debilidad. Permitir la toma de la Plaza Altamira sublevada con militares activos tanto tiempo, fue otra muestra de su gran generosidad y grandeza, siempre mal interpretada por la oposición.
Chávez estaba consciente de toda la tragedia que sobrevendrían sobre su pueblo los días previos a su muerte. Y sus dolores también viven en el futuro.
Era más que un genio, una super conciencia.
Hombre de visión anticipada, muy clara y muy sensible que apeló siempre a un lenguaje sencillo y potente para dirigirse al pueblo, ante las calamidades más tormentosas.
Todo en Chávez era resolución y fortaleza. Un creador y un analista de los hechos políticos mundiales por excelencia. Todo se extremaba con él, las ideas, las formas complejas expresadas de manera sencilla y directa.
¡Cómo te echamos de menos, gran Comandante!