Cuando se trata de conversar o dialogar no meto en medio –como obstáculo inexpugnable o punto incondicional sobre la mesa- la manera cómo piense la otra persona. Seguro estoy que es difícil que uno se encuentre con alguien que nos invite –si sabe que profesamos el marxismo- a discutir o dialogar para exponernos, de forma detallada, su condición nazista o sus principios inviolables tomados de “Mi Lucha” de Adolfo Hitler. Siempre me recuerdo que Kautsky decía que un Partido Socialista no debía cerrarle sus puertas a un cristiano o católico que quisiera ser su militante. Si estaba de acuerdo con el Programa del Partido, eso era suficiente para darle la militancia, pero una vez ésta concedida el Partido tenía el deber de formarlo en las ideas del socialismo.
En uno de los días pasados, no recuerdo cuál exactamente, conversé con un vecino que milita en las filas de una Organización Política activa de la MUD. El, me exponía sus ideas y yo, las mía. Pero amén de su ideal político igualmente me lanzaba abrazaderas religiosas. Es un cristiano. Su evangelio lo predica en casas, iglesias y calles con una frecuencia admirable aunque no estemos de acuerdo con lo que pregona. Por haber leído un poco a Lenin, aprendí a ser profundamente cuidadoso con los argumentos que se deben usar para rebatir ideas religiosas. Es arrechísimo, por ejemplo, entrarle a un religioso radical con exposiciones radicales de marxismo o con burlas u ofensas negándole de un solo tanganazo su creencia que sufriendo su cuerpo en la Tierra se gana el derecho a que su alma sea feliz en el reino de los cielos y, especialmente, cuando en la cabecera de su cama tiene los íconos de Jesucristo y la virgen María y debajo -boca abajo marcado con una cruz de color rojo y una cinta negra, pisado con una enorme piedra de hierro- el retrato del Diablo.
En las opiniones políticas uno tiene más campo para rebatir con argumentos –igualmente políticos o sociológicos- lo que uno cree de absurdo tienen los criterios de quienes se oponen al socialismo porque éste, según muchos enemigos del Proceso Bolivariano, es el comunismo disfrazado, ese que come niños, ese que hace que un hijo mate a sus padres sin motivo alguno, ese que amenaza con hacer desaparecer las clases pudientes matándolos a todos, ese que socializa la miseria y el dolor para que unos pocos dirigentes o burócratas disfruten la riqueza y el privilegio.
Dialogábamos normalmente y siempre tuve presente permitirle más tiempo a él que a mí en el uso de la palabra. Pero de ¡pronto!, como si el Diablo se le hubiese atravesado en medio de su cabeza, el vecino me salió con la siguiente conclusión: “El chavista: o es Bruto o es Cómplice”. Me quedé viendo a sus ojos y parecía como si en el túnel que parte de su retina hacia adentro había fuego y su cabeza se había vuelto muy ardiente y su corazón muy frío. Le solicité que me repitiera su conclusión como buscando que desistiera de ella, pero el vecino la pronunció de nuevo y parecía que con mayor fuerza gutural que labial. Inventé que debía concluir unos trabajos y me retiré de la conversa sin haberle mostrado ni un solo ápice de disgusto o de reproche. “Luego seguimos conversando, vecino, porque tengo muchas otras cosas que contarle”, me dijo y de inmediato se dirigió a su casa. Entendí que él había llegado a ese límite en que a ninguna palabra juiciosa le iba a parar bola y, más bien, se iba a más ofender.
No sé de dónde sacó el vecino su conclusión, pero quedé extrañado que eso mismo –de reojo- lo leí en una página adversa al Gobierno que preside el camarada Maduro. No acostumbro leer comentarios grotescos, burlescos, ofensivos, descalificadores del ser humano por sus opiniones o pensamientos. Sin embargo, en beneficio del conocimiento, podemos partir que Hitler fue un personaje repugnable, perverso, cínico, genocida pero si se quiere saber de la esencia del nazismo hay que leer su libro “sagrado”: Mein Kampf. De allí mi admiración por los artículos o textos que contienen aporte ideológico, político, sociológico o científico. Por eso, y nadie se sienta ofendido por ello, a veces paso horas navegando en internet buscando, descubriendo y leyendo textos que me dejen aunque sea poco de conocimiento para dejar de ignorar sobre lo que no conocía, porque ya viejo me la paso es con jóvenes y éstos desechan –es decir, con los que ando- las opiniones que carecen de contenido. Un ejemplo y que lo lanzo para quienes también andan en la misma onda: en estos días me puse a buscar discursos cortos de importantes personajes políticos y me encontré con muchísimos, entre ellos de: Mandela, Fidel, Allende, Che, Ho Chi Ming, Lenin, Trotsky, Neruda, Evita, Dolores (La Pasionaria), Bolívar, Zapata, Malcom X, Martin Luther King, Gandhi, el propio Hitler dirigiéndose a los jóvenes, Abraham Lincoln, Juan Pablo II, Steve Jobs, Rigoberta Menchú, Mao Tse-Tung, Juan XXIII, Nasser, José Artigas, y otros. Salvo el de Fidel, que es larguísimo, los demás son cortos, pero éstos y aquel mucho enseñan aunque con unos cuantos no haya coincidencia en varios criterios de sus contenidos. Por señalar un solo ejemplo: sin restarle ningún mérito a ese grande hombre que se llamó Mahatma Gandhi y sin ofender para nada el gentilicio hindú, si no hubiese aquel pregonado el pacifismo extremo y de marcada resignación religiosa –como un credo- frente al imperialismo inglés, las masas de la India hubieran podido cambiar el destino de esa gran nación de otra manera y hoy, tal vez, gozaría de mayor progreso o desarrollo y de una organización social del trabajo mucho más avanzada en relación con sus realidades actuales.
Bueno, por último, voy a refirme a eso de que el chavista o es Bruto o es Cómplice.
Tengo la firme creencia, a mi juicio irrefutable, que en el género humano no existe ni un solo hombre o ni una sola mujer que se le pueda demostrar o comprobar que sea bruto o bruta. Que no sepan leer ni escribir, hay millones de millones de personas en este planeta. Que pronuncien muy mal las palabras en su idioma, hay millones y millones de personas en este mundo. Pero de allí a ser comprobado científicamente que una persona sea bruta es, a mi juicio, imposible.
Vayamos a un ejemplo: en una casa de familia rica trabajan –incluso- varias personas de servicio doméstico. Supongamos que la señora rica le diga a la señora que cocina, hablando de estética, usted sí es bruta, nada sabe de belleza, de maquillarse la cara, de depilarse las cejas, de ornamentarse las uñas, de vestidos para fiestas o ceremonias. Lo más seguro es que la respuesta de la señora que concina sea la siguiente: “Sí, mi señora, tiene usted razón”. Su condición de doméstica, por lo general, implica miedo para responder a las ofensas o reclamos o regaños que haga la señora rica. Esta o su esposo es quien paga el miserable salario a la señora que presta el servicio de la economía doméstica. Pero ¿qué pasaría?, si la señora que cocina le dijera a la señora rica: “Usted, mi señora, me ha dicho que a su esposo y sus hijos les gusta o encanta mucho como les cocino o les preparo los alimentos”. Podemos estar completamente seguro que la señora rica jamás iría a contratar, para que le cocine, a un médico, un ingeniero, un odontólogo, un sicólogo, un siquiatra, un arquitecto, a un actor de cine, a un cantante, a un poeta, en fin, a un profesional que nunca ha invertido tiempo en preparar comidas para otros, porque fritar un huevo o sancochar unas papas no es realmente cocinar. Esta implica dominar las categorías de cantidad y calidad, la lógica y la dialéctica incluso, generalmente, sin ni siquiera haber abierto un libro o diccionario de filosofía o de guiarse por un recetario de cocina. Claro, quizás, en un momento de rebeldía y dispuesta a que la despidan, la señora que cocina podría atreverse a “ofender” a la señora rica diciéndole: “Pero usted, mi señora, no sabe cocinar, no sabe cuánto de sal y de aliños se le agrega a un sancocho para que la cantidad se transforme en calidad”. ¿Cómo lo podría saber, si jamás ha cocinado o cómo podría saber la señora que cocina de estética personal si jamás ha ido a un centro de belleza a arreglarse? Por algo, en la actualidad, hay universidades que tienen la carrera para graduar chef de cocina. Habría que preguntarse o preguntar: ¿Cuál de las dos señoras es la bruta?
Otro ejemplo: un terrateniente puede acusar a un campesino de “bruto” porque éste no sepa explicar científicamente la ley del valor, la ley de la oferta y la demanda, el capital constante y capital variable, el trabajo concreto y trabajo abstracto. Pero, el terrateniente no le podrá demostrar en la práctica lo que domina en la teoría, porque el campesino sabe con exactitud asombrosa cuántas semillas o matas se pueden sembrar en una hectárea, cuál es el mejor tiempo para hacerlo, cada cuántos días se poda o se fumiga, qué tipo de veneno se le riega, cuánto se gasta y cuánta cantidad por hectárea; en fin, el campesino que nada ha estudiado en la teoría mucho ha aprendido en la práctica lo que el terrateniente jamás aprenderá, porque no trabaja sino que –desde fuera- sólo dirige ya que es el dueño del capital y de la tierra, aunque sea de manera ilegal. Entonces, así nos damos cuenta que no hay ser humano bruto. Habría que preguntarse o preguntar: ¿Cuál de los dos es el bruto?
Lo que sí hay es que unos han estudiado y otros no, unos se han especializado en una cosa y otros en otras, unos se llenan la cabeza de teoría y otros –la mayoría- aprenden las cosas científicas en el trabajo, en la práctica social, de forma empírica aunque no las sepan explicar. Por eso la doctrina marxista se empecina en propagar que lo más productivo del conocimiento es vincular la teoría con la práctica. Conclusión semifinal: no hay chavista bruto como tampoco hay opositor al Proceso Bolivariano que sea bruto.
Y en relación con lo de “Cómplice”, habría que preguntarse ¿de qué o de quién? Debe ser orgulloso que a una persona la acusen de ser cómplice del socialismo o del comunismo, de luchar por el pueblo y no por la burguesía. Es todo.
Conclusión final: para que todos los seres humanos lleguen a ser cultos es imprescindible no sólo derrotar al capitalismo sino construir el comunismo.