En Venezuela, donde tiene lugar un desmontaje gradual (y no violento o traumático) de las dinámicas capitalistas, sobreviven en la actualidad tres sistemas de salud. Uno es el sistema público tradicional, sostenido por el Estado, heredero de una aberración dantesca como lo fue el mantenimiento clientelar de hospitales públicos.
El segundo es el sistema privado de salud, otra aberración consistente en que los mismos médicos que atienden pacientes en los hospitales públicos hacen lo mismo en clínicas, donde si usted no paga una fortuna no tiene derecho a ser atendido.
El tercer sistema es el inaugurado en 2003 y denominado Barrio Adentro, un concepto humanitario en el cual el hermano pueblo de Cuba aporta esfuerzo humano e implementos para atender a los habitantes de Venezuela de manera gratuita y con altos estándares de calidad.
El segundo de los sistemas mencionados (la llamada “medicina privada”) es uno de los tumores malignos que nos ha costado extirpar. Que la salud es un derecho humano y no un negocio lo sabe todo el mundo, pero quedan cínicos y descarados que defienden su sobrevivencia con un argumento particularmente asqueroso (porque ya este crimen no da risa): dicen sus defensores y beneficiarios, los médicos burgueses, que si usted paga por atención médica esa atención es mejor que si la recibe de manera gratuita.
Ese infecto mito ha sido demolido por el ejemplo cubano, y además genera otra pregunta: si los mismos médicos que atienden en las clínicas lo hacen también en los hospitales, ¿por qué un tipo de salud es más eficiente que la otra? A la vista queda el chantaje vil, la estafa inaceptable de los médicos que dan un tipo de atención por un sueldo aceptable y otro tipo de atención por la fortuna que reciben en las clínicas.
Hace un par de meses el Gobierno bolivariano anunció la regulación de precios en clínicas. Esta es una medida que favorece a la gente que todavía acude a esos centros, pero tiene de cabeza a los mercachifles y mercaderes de la salud. Existe un Rafael Muci Mendoza, presidente de algo llamado “Academia Nacional de Medicina”, que anda en campaña para que sus colegas estafadores de la salud puedan seguir cobrando la cantidad que mejor les parezca por atención médica.
Ha dicho que la medida del Gobierno ocasionará la “quiebra” del sistema, y lo explica o intenta explicar mediante unas cifras y datos que, en otro país, le habrían merecido ya la cárcel, no por ladrón sino por mentiroso. Ha dicho en su columna de El Nacional que en seis meses el sistema privado puede cerrar sus puertas y “dejar sin empleo directo a 170 mil personas” (en serio, lo ha dicho).
Dice también que “progresivamente mermarán los ingresos del sector” y que 52 por ciento de los venezolanos se atienden en clínicas privadas.
El estafador de bata blanca sostiene además que la Academia que él preside es el “órgano oficial, científico, doctrinario y consultor de la patología e higiene nacionales”. Es decir, nada de lo que tenga que ver con salud y hasta con limpieza puede producirse sin que estos vulgares mercaderes den su visto bueno (es muy fácil verificar que eso no es verdad), así que hay que pagarles lo que les pidan.
En estos momentos hay un diálogo abierto del Gobierno con este sector, que aunque es vergüenza de la humanidad ha recibido un trato digno en este país. Mientras esta mancha de la sociedad se mantiene con vida, la Revolución sigue formando a los médicos del futuro, gente con sensibilidad social cuya misión es salvar y dignificar vidas y no meterse en el buche unos cuantos millones saqueando a familias bajo amenaza de muerte.
Si usted no le paga a los “médicos privados” (que son los mismos “médicos públicos” pero en su rol de comerciantes) usted se muere o se pudre. O acude al sistema del futuro, el que lo atiende porque es un ser humano y no un cliente con billete.