Al revisar el concepto de utopía y ubicarse en la época de la ilustración, que nos define como lo imposible de lograr, como lo irreal, de incongruencia con la realidad, como lo irrealizable; según la etimología, es lo que no tiene lugar.
Una concepción positiva y adaptada a los nuevos contextos, la utopía tiene que ver con la exploración de lo posible, conformando la posibilidad de nueva forma de poder, de desafío majestuoso, de la osadía que lleva a repensar la sociedad desde una realidad posible, de configuración de lo público.
La utopía representa un modelo que se construye a partir de una necesidad histórica, que busca superarse a si misma, que se concreta en un proyecto de cambio y transformación convirtiéndose de esta manera en fuerza operadora de operaciones conjuntas dirigida hacia el punto de nuestros deseos.
Los conceptos avanzan, claro no siempre en función de las necesidades del pueblo y de la realización del ser humano y sus plenitudes, encierra en si mismo un carácter de lucha permanente en la batalla de las ideas.
Hoy, la utopía y, a ese concepto me apego, es la “construcción de lo posible”, de lo tangible y de lo espiritual, del camino que nos lleva a la elevación del concepto de lo humano en la praxis, en lo más cotidiano, en la sencillez de la realización plena, en el humanismo que conduce a la visión que construimos a diario: el socialismo del siglo XXI.
Hasta hace poco tiempo, la utopía representaba una noción muy problemática: a los ojos de las clases medias, burguesas, conservadoras, la palabra contenía sobretodo el reproche de haber faltado al respecto a la realidad. Pero hoy tiene, más bien, la tonalidad positiva de eso que antes expresaba la palabra “sueño”.
El concepto de utopía había dejado de constituir un reproche o un insulto, cuando a partir de allí, se constituye el trabajo del sueño colectivo del género humano, superando el viejo concepto de lo irrealizable, del sueño sin razón, es decir de los sueños que no llevan a ninguna parte a ninguna realidad concreta.
Ese avance sobre el nuevo discurso de la utopía, refleja un cambio relevante que desde la comunidad psicoanalítica lleva hasta las profundidades removiendo el mundo de las ideas, planteándonos que no es el inconsciente quien va a salvarnos, que es posible construir realidades y avanzar hasta donde sea posible, siendo la utopía una motivación, una fuerza motivadora universal para alcanzar las metas propuestas concebidas en ese “soñar despierto”, en ese sueños con razón, de allí que se hace necesario esforzarse por crearse un inconsciente a la altura de preguntas como: ¿ cual es el lugar que le otorgamos a la utopía?, ¿ a qué hacemos referencia cuando hablamos de utopía?
En ese sentido, teniendo como premisa que lo único constante en el mundo es el cambio, los conceptos y el pensamiento del hombre avanzan, obedecen a los contextos y dinámicas sociales, se recrean de acuerdo a lo que se viene construyendo, que así como existe la necesidad de creer, de tener una “voluntad de creer” en este caso hablando a propósito de la fe, superando por supuesto la vieja concepción de la fe religiosa, que por el contrario nos presentamos ante una fe con justicia social, como una nueva sabiduría que consiste en gestionar la propia vida de la utopía como resultado de la construcción de lo posible.
En la medida en que se construye lo posible, construcción esta vinculada a la redención social, bien sea en el campo político, económico y socio histórico, se comienzan indudablemente a crearse tensiones entre factores históricamente antagónicos, que refieren a fuerzas e intereses disputables y disputados, a la conformación o no de sujetos colectivos, a la profundización de los procesos de construcción de la nueva ciudadanía y de democracia participativa y protagónica; dichas tensiones que pueden aportar creatividad porque tienen la potencialidad de ayudar a motorizar el curso del cambio, cuya superación a favor del cambio social, será posible cuando se consolide la realización posible de la aspiración concreta que se deriva de esa construcción polémica cimentada en el cuerpo legal que le dan figura a la nueva configuración de lo publico con la ampliación de la esfera publica, la eliminación definitiva de toda forma de explotación y dominación como sistema de convivencia social; sin duda que esa configuración de la sociedad ha venido generando horizontes y expectativas creadas por el planteamiento del socialismo del siglo XXI, la democracia participativa y protagónica las nuevas formas de propiedad, que constituyen un horizonte de época del cual emergen las luchas, las diferencias, las tensiones y contradicciones, para seguir construyendo lo posible.
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