Patrañas goebbelsianas

En estas entregas he venido poniendo de relieve cómo el peso de los hechos da al traste con las mentiras más de bulto de la contrarrevolución, empeñada siempre en una arremetida “de muerte” contra el Gobierno. Es ella misma, con sus haceres y decires, quien acredita sin dejar espacio a duda la existencia de un orden democrático cabal, en el cual la libertad de expresión y acción lícita funciona como nunca antes entre nosotros, incluso hasta la tolerancia –que ya está por agotarse y lo comprobarán los oposicionistas si se empeñan– de las ilicitudes aberrantes que el país les ha visto cometer.

En cambio, reconociendo los éxitos de patraña goebbelsianos obtenidos en sus tentativas de confundir a la gente sobre las cuestiones atinentes a la “propiedad privada” y los sistemas sociales, me he visto obligado a dedicar un esfuerzo mayor al intento de elucidar esas cuestiones. Es un grano de arena apenas lo añadido, pero tocante a un punto decisivo en la batalla de las ideas.

De lo ya escrito, estimo haber dejado claro que:

*Una cosa es la propiedad de explotación, esclavista, feudal o burguesa, y otra la propiedad en general;

*la propiedad de explotación, en nuestro tiempo burguesa o capitalista, no existe para la inmensa mayoría de la sociedad;

*esa propiedad se refiere a los medios e instrumentos de producción –fábricas, instalaciones, máquinas, herramientas, tierras, bosques, materias primas, capital dinerario, etcétera– y es a la que en las confrontaciones históricas se alude cuando se combate la “propiedad privada”, pues es ese tipo específico de propiedad el que busca abolir el socialismo;

*la burguesía, en su propósito de confundir y engañar a los explotados, mezcla esa propiedad de explotación con la propiedad privada personal o familiar, o sea, vivienda, vehículos, muebles, enseres y demás objetos de uso legal o socialmente permisibles, ingresos y ahorros provenientes del trabajo, etc., bienes que para la revolución socialista son intocables y de los cuales debe disfrutar toda la humanidad;

*el sistema capitalista no existe para satisfacer las necesidades de la gente, sino para obtener lucro, por lo que una ínfima porción de la sociedad posee riquezas enormes y la inmensa mayoría vive en diversos grados de pobreza;

*el capitalismo se inició arrebatando los medios de producción y subsistencia a los trabajadores, y creció despojándolos de una parte de lo que produce su trabajo, así como saqueando los recursos de los continentes y países “atrasados”;

*el “misterio” de la explotación reside, desde el punto de vista social, en que la riqueza es producida colectivamente por los trabajadores y apropiada privadamente por los capitalistas, y desde el punto de vista individual, en que el trabajador produce más de lo que requiere para reponer su fuerza de trabajo y reproducirse como clase y recibe lo necesario para ello, en tanto el capitalista se queda con el excedente, del cual extrae la plusvalía o nueva riqueza creada por el trabajo: es un despojo o robo legalizado y perfectamente enmascarado como “natural”.

La voracidad del capital no tiene límites. Como cita Marx, “asegúresele (…) un 20%, y se animará; un 50%, y se volverá positivamente temerario; por el 100% pisoteará todas las leyes humanas; un 300%, y no existe ningún crimen” ante el cual se detenga. Hoy por hoy, además, su carácter depredador ha puesto en grave riesgo la capacidad de la naturaleza para albergar la vida. “La simple caza de la riqueza –apunta Lewis Morgan– no es el destino final de la humanidad”. En efecto, el capitalismo, suma de todas las negaciones de lo humano, será superado por el modo de existencia que llamamos socialismo, el cual abrirá las compuertas del humanismo pleno, sin explotación ni alienación, reino de la libertad.

La propiedad social sobre los medios de producción, que sustituirá progresivamente a la privada, asegurará el acceso de todas las personas a la riqueza colectiva y la condición de propietarios legítimos. Durante el período de transición dicha propiedad revestirá dos formas principales: la de empresa pública gerenciada por el Estado y la de empresa cooperativa, susceptible de diversas modalidades, muchas ensayándose en nuestro proceso con rasgos de originalidad. Una y otra pueden adquirir también carácter capitalista, por lo cual asegurar el carácter socialista requiere que el poder real se encuentre en manos de los trabajadores: poder estatal y político, poder social y económico, poder cultural e ideológico, poder para participar en todos los tramos del proceso productivo; y conciencia de que la propiedad no es privativa del grupo que opera el medio de producción, sino del pueblo todo.

Al lado de la economía socialista en desarrollo podrán existir, bajo control social, en función de necesidades y mientras estas lo demanden, algunas empresas privadas.

¿La acusación de comunismo? Nos referiremos a ella en próximos artículos.


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Freddy J. Melo


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