La oligarquía usa el magnicidio como recurso para romper un rumbo hacia la Revolución profunda. Así lo hicieron con Lumumba, Torrijos, Allende, Fabricio, y así lo hicieron con Chávez. El magnicidio crea condiciones para derrotar a las Revoluciones, no en balde intentaron más de seiscientos atentados contra Fidel.
Perturbado el rumbo revolucionario, surgen dos posibilidades para restaurar al régimen burgués. Una es el camino cruento, la represión brutal, el aplastamiento de cualquier reacción popular. La otra posibilidad es aprovechar la debilidad del campo revolucionario, desprovisto de su líder, de su brújula, y presionar para tomar el camino de la restauración, no importa quién lideriza ese cambio de rumbo, lo importante es lapidar la salida revolucionaria.
Las dos posibilidades no se excluyen, al contrario, se potencian mutuamente. Una dictadura feroz puede conducir al cabo del tiempo a una concertación, a otra forma de dominación del gobierno de la burguesía. Un deslizamiento, posterior al magnicidio, hacia formas tradicionales de democracia burguesa, una abdicación de la idea Socialista, puede debilitar al gobierno que sea seducido por esa vía y propiciar un golpe fascista, que a su debido tiempo conducirá a formas de dominación más sofisticadas, menos represivas, pero igual de eficientes para mantener el “orden burgués”. Veamos cómo se mueve el cuadro luego del asesinato del Comandante Chávez.
¿Quiénes somos?
Somos un país sui géneris: poco campesinado que se vino a las orillas de las grandes ciudades formando cordones de excluidos. Proletariado poco numeroso, atrapado por dirigentes sindicales economicistas, dispersos en reivindicaciones sectoriales. Abundante clase media, que se comporta como clase media, miedosa de perder sus privilegios, ambigua en la política, presta a apoyar salidas fascistas que le restituyan la tranquilidad del orden edificado sobre las masacres.
La economía es fundamentalmente rentista, dependiente del petróleo y de sus precios, la política está teñida de petróleo, toda la actividad social gira alrededor de él. Repetimos, aquí la riqueza no viene del trabajo, viene del petróleo. Esta es la realidad de esta sociedad, de aquí se desprenden las dichas y las tragedias.
Tradicionalmente la dominación se realizaba con la finalidad de garantizar al imperio gringo el suministro seguro y a precios viles del petróleo. A las clases subordinadas correspondían las migajas: a la meritocracia petrolera una porción mayor de las migas, a la “claque” política un poco menos, a los militares menos, y así se iba construyendo una pirámide de distribución que tenía en su base más de 70% de miseria y un alto porcentaje de pobreza crítica. Las clases sociales se forman por su proximidad a la renta. La calidad del reparto determinaba la calidad de un gobierno, si reparte con exuberancia es bueno, si recorta el reparto es malo, debe ser sustituido.
De esta manera se construyó una sociedad rentista, caracterizada por una relación especial con el trabajo, con la relación esfuerzo-logro. Puede ser que con un golpe de suerte se ascienda en la escala social, puede ser que un buen contrato con el gobierno transforme a un desempleado, a un indigente, en un “burgués”. La corrupción se constituyó en un pasaporte al ascenso social, una manera expedita de distribuir la renta.
Desde hace cien años vivimos un ciclo infernal: bonanza petrolera producida por precios altos, repartición que aumenta en los diferentes estratos, más para todos los niveles, todos contentos, consumismo desbordado. Así se pueden observar distorsiones asombrosas, como indigentes con celulares caros o ranchos con camionetas de lujo. Después, caída de los precios, la renta no alcanza para cubrir las expectativas de “nuevos ricos”, malestar, búsqueda de culpables, caídas de gobierno, represión, ascenso de nuevas esperanzas, el ciclo se repite, un golpe de suerte hace subir el petróleo, un buen gobierno, otra bonanza.
Chávez agrieta el curso de la dominación
El Comandante Chávez, la Revolución, se plantea en las primeras etapas romper con este ciclo de distribución perversa. Fortaleciendo a la OPEP evita la transferencia de la riqueza a través de precios viles. Comienza, con las Misiones Sociales, un traspaso abundante de la renta a sectores menos favorecidos, es el llamado pago de la deuda social: se dota de puestos de salud a los barrios, se ofrecen viviendas a los humildes, se abren oportunidades para la educación, etc. En esta etapa sólo hay un cambio en la cantidad de la distribución de la renta, el esquema sufre una alteración en la cantidad, pero sigue siendo el mismo esquema: continúan los diferentes sectores de la pirámide social pugnando por mayor cuota de la renta.
Entretanto la dirección de la Revolución evoluciona, comienza a entender que el reparto es justicia, pero no es suficiente, ya esa primera etapa se había agotado, seguir allí era peligro de caer en el mismo ciclo socialdemócrata. Todavía no ha cambiado la calidad de las relaciones humanas, ni la esencia de la economía, era necesario ir a una segunda etapa que podía llamarse: “de construcción de unas nuevas relaciones sociales, y de unas nuevas relaciones humanas”. Es decir, ir hacia el Socialismo: propiedad social de los medios de producción, usar la renta para construir fábricas, unidades agrícolas de propiedad social, reducir, nunca estimular, y menos crear, un sector nosocial de la economía, estricto control de las necesarias alianzas internacionales y presentarlas a la sociedad como necesarias, nunca como meta estratégica del Socialismo. Al lado de esto, elevar la conciencia de pertenencia a la sociedad. Esa era a gruesos rasgos la tarea próxima de la Revolución. La oligarquía detectó el peligro, supo que el Comandante iba en esa dirección y lo asesinaron.
El mapa ideológico tras el asesinato de Chávez
Con la muerte de Chávez se abre un periodo de turbulencia dentro de la Revolución, una feroz lucha ideológica entre la restauración, retroceder al capitalismo, y la Revolución, continuar hacia el Socialismo. Esta verdadera guerra alcanza niveles tales que ya las elecciones burguesas no son capaces de amortiguar las contradicciones entre las oligarquías que se disputan la conducción y la Revolución que pugna por avanzar.
Por un lado, la burguesía que representa el modelo capitalista gringo pretende colocar al país subordinado a la casa blanca, que los gringos tengan el control del petróleo. Y en el otro bando, la oligarquía que representa la avanzada de los chinos, que pugna por mantener sus nuevos mercados y sobre todo el suministro seguro de materias primas. Esta neoburguesía propone un capitalismo con rostro humano, una mala copia del capitalismo chino, que a veces disfrazan con retórica socialista.
Frente a estas dos burguesías está la opción revolucionaria, que ha perdido fuerza dentro del gobierno y se repliega a sectores nostálgicos del Comandante Chávez, con escasa influencia en la conducción de la sociedad, pero manteniendo la fuerza de las ideas y la esperanza.
¿Cómo es el enfrentamiento hoy?
La burguesía pro gringa tiene ventaja en los medios de difusión y con ellos puede crear “no realidades” que manipulan y conducen la conducta de las masas, es así que convierten en tragedia la falta de papel higiénico o la escasez circunstancial de harina de maíz. Hace pocos días estas “insuficiencias creadas” ocupaban las páginas y las pantallas, la masa manipulada hacía colas interminables para adquirir estos productos, las imágenes recorrían al mundo llevadas por los medios de la oligarquía internacional.
El gobierno del Presidente Maduro, lanza una campaña de sinceración de los precios de los electrodomésticos que estaban alterados hasta en un mil por ciento, y se produce una corrida hacia ese consumo, las colas son ahora para adquirir un televisor, o una licuadora, el peligro de saqueo hace que el gobierno llame al ahorro, a la cordura.
Queda así demostrado que la escasez, la crisis, se da en el alma de la masa acostumbrada al clientelismo y al consumismo. Es allí que se enfrentan las dos oligarquías: alrededor del becerro de oro… La Revolución está arropada por la sed consumista y el jolgorio electoral.
¿Cómo encaran las oligarquías las elecciones?
La oligarquía gringófila considera que el gobierno está muy debilitado por su alejamiento de la idea socialista y su nuevo ropaje de capitalismo, y que tiene dificultad para movilizar su base social. Por eso se lanza al asalto final y lo planifica palanqueado con las elecciones de alcalde del día 8 de diciembre, que ya anuncian como plebiscito, una fecha definitiva. Simultáneamente desconocen al Consejo Nacional Electoral y pronostican que arrasarán en las elecciones. El cuadro está completo para justificar acciones golpistas, el gobierno no será reconocido por ellos, lo considerarán deslegitimado.
Sean cuales sean los resultados ellos los interpretarán a su manera para sus planes. Lo que quiere decir que las elecciones ya no contienen las contradicciones sociales, éstas se resolverán fuera del ámbito electoral.
La participación del gobierno revolucionario en las elecciones, con espíritu estrictamente electoral y local, usando las armas melladas del clientelismo y de la propaganda tradicional, lo ha debilitado. El resultado electoral puede ser, en el mejor de los casos, una aceptable votación, pero siempre será también una masa desmovilizada, con elevados niveles de clientelismo, egoísta, una verdadera bomba de tiempo social.
Después de las elecciones la oligarquía presentará un gobierno debilitado, sin la mayoría, fraudulento, deslegitimado, e impulsará una salida de fuerza. Aunque no se descarta que se produzca, lo que algunos sectores propician: un pacto de gobernabilidad, una concertación. Esta salida es remota, pero posible. Las dos son formas de yugular definitivamente al Socialismo, y necesariamente suponen una alta dosis de represión.
Autor Toby Valderrama
Articulo Publicado en la edición Nro. 795 de la Revista de Punto Final de Chile
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