Cuando uno escucha a uno de esos “revolucionarios” que en nombre del
derecho a la crítica y la autocrítica intentan hacer pedazos la imagen
del gobierno nacional, al presidente Maduro y a algunos dirigentes clave
de la revolución, no puede dejar de pensar en la actitud del MIR chileno
y de aquellos revolucionarios de pacotilla que ayudaron al derrocamiento
del Salvador Allende y a la instauración de una de las dictaduras más
feroces que se haya impuesto en cualquier país del planeta.
Algo hay de inmadurez política en aquellos que entienden que el enemigo
no es el imperialismo, ni la oligarquía criolla y sus medios, sino eso
que dan por llamar la “derecha endógena” y los infiltrados en puestos
claves; pero más allá de eso, detrás de esa posición hay toda una
estrategia diseñada por propagandistas de gran experiencia en el arte de
desestabilizar.
La inmensa mayoría de esos “revolucionarios críticos” comenzaron
emitiendo opiniones a favor del gobierno y sus acciones. Eso sí, sin
mucha pasión para no generar un efecto contrario al que tenían
planificado.
Posteriormente, en la medida en que fueron ganando seguidores y prestigio
revolucionario en las redes sociales, comenzaron a apelar a su derecho a
la crítica y la autocrítica. Ahora no hay una acción de gobierno, el
nombramiento de un funcionario, un discurso del Presidente, una
asignación presupuestaria que no sea blanco de las críticas de esos que
dicen ser revolucionarios antes que Chávez y socialistas a la ene
potencia.
En tres grupos pudiéramos dividir a quienes no tocan a la MUD, a Capriles
ni al imperio ni con el pétalo de una rosa, pero son críticos a morir del
gobierno. Están aquellos enfermos de un izquierdismo infantil que creen
tener la fórmula para construir el socialismo. Estos no ven cualidades
revolucionarias en nadie y todo se le asemeja a un reformismo que al
final devorará la revolución.
El segundo grupo lo integran muchos escuálidos que asumieron la tarea de
hacerse pasar por revolucionarios para luego, con argumentos que lo
parecieran, intentar destruir la revolución desde adentro generando
desconfianza, desazón, desilusión y rechazo. Estos forman parte de la
estrategia que mencionamos al principio de esta nota.
El tercer grupo, y quizás el más peligroso, lo integran chavistas sin
mucha solidez ideológica pero con mucha afición al chisme y con gran
participación en las redes sociales.
Estos son el objetivo principal de los dos grupos anteriores. Aquellos
buscan que estos repliquen sus críticas y argumentos en su estrategia de
hacerle daño a la revolución y sus dirigentes.
Bien valdría la pena, amigo lector, si se considera militante de esta
revolución; que antes de hacerse eco de una crítica, se asegure quien es
el mayor beneficiario de su difusión; si tiene información suficiente
para respaldarla y cuál podría ser el objetivo que quien la emitió
inicialmente… Lo demás es jugar al papel del tonto útil.
Se tiene que ser crítico, pero antes se debe ser leal. No podemos pecar
de pendejos ante revolucionarios de pacotilla que a punta de chisme y
calumnia intentan crear matrices de opinión que le hagan daño al proceso
revolucionario parido por nuestro Comandante Supremo.