Dónde, cómo y cuándo se formó del Escuálido criollo

2 modos concomitantes y unitarios de explotar el trabajo proletario

La alienación económica, o eticoeconómica, es de vieja data; ha trascendido los modos de explotación ya superados. Debemos explicar por qué diablos hay trabajadores con pensamiento de derecha y defensores de sus amos burgueses, a quienes no ven como explotadores, sino, contrariamente, como sus protectores.

Así y en principio, la explotación ética se refiere a una predisposición individual y espontánea para trabajarle a otro cuando se carezca de medios de producción, pero sin inmutarnos ni revelarnos por esta carencia económica que nos obliga a estar desempledos o empledos al servicio de los capitalistas.

Ya hemos tratado superficialmente el tema de la doble explotación ostensible y viable en la presente sociedad burguesa y cuyos prolegómenos datan del patriarcado. Se trata de modos de producción cuya explotación clasista ética y económica  se implantó y  atravesó la fase del esclavismo, que luego  se asentó muy sumisamente durante los 10 siglos de aquella miserable explotación feudal (mil años o la mitad de la presente era cristiana) y por ahora aquí mantenemos dicha explotación dual, en ser y pensamiento, en cada proletario susceptible de capitalizarse cada día, cada mañana, y con sus propios pies dentro de las fábricas burguesas, detrás de los mostradores y depósitos de los inventarios comerciales y también muy infatuado en las lujosas oficinas financieras.

El correcto entendimiento de esta dualidad de usufruto laboral del hombre proletario por el hombre burgués[1] se puede afincar en el hecho materialista y dialéctico de que “primero somos y luego pensamos”, razón por la cual una vez que nos hallamos dentro del modo burgués, de este extraemos nuestras primeras convicciones o ideas sobre nosotros mismos. Nos vemos pobres, por ejemplo, sentimos que debemos buscar trabajo en los centros burgueses, cosas así.

O sea, se adquiere una primera conciencia de explotado, de trabajador potencial al servicio de uno que otro patrono e independientemente de que nos hallemos o no en pleno proceso práctico de explotación económica, física o concreta, cuestión que hacemos cuando utilizamos nuestra fuerza de trabajo al servicio de un patrono y  renunciamos por defecto, y según un  contrato leonino burgués, a todo tipo de propiedad  sobre nuestros trabajos realizados, y nos limitamos o autolimitamos a recibir como paga un salario preconvenido de “común” acuerdo con ese patrono, sin saber si ese salario cubre o no el valor competo[2] de aquellos trabajos nuestros. En ese “común” acuerdo demostramos que estamos ya concientizados como explotables, como personas mentalmente atrapadas en las condiciones de explotación burguesa, aun cuando existamos como proletarios desempleados.

Efectivamente, para acercarnos más al recorrido transitado por la alineación o carencia de conciencia de clase del trabajador burgués, basta ubicarnos en el reciente Feudalismo de cuyas cenizas brotó el presente modo capitalista de producción.

El correcto entendimiento de esta dualidad de dominación económica tiene bases muy firmes. El trabajador originario feudal fue compulsivamente despojado   de sus medios de producción, particularmente de la parcela donde sobrevivía trabajando de sol a sol[3] 3 días en su mezquino conuco, y otros 3 d. en las fértiles tierras del amo terrateniente   trabajando gratis para los “amos del valle” de marras”. Quedó en la calle, libre de medios de producción y de amos, pero salía del medioevo cargado de una predisposición inevitable para trabajarle al primer amo o patrono nuevo que se le presentara.

Durante el esclavismo fue muy difícil o con muy  baja densidad la explotación abstracta o mental dada la servilidad, el adulantismo y hasta el cariño que pudiera haber sentido el explotado esclavo sobre quienes fueron sus amos, literalmente hablando, a quienes, además, no se les aguaba el ojo para latigar a sus trabajadores y con plena disposición arbitraria de sus vidas, vidas o trabajadores perfecta e inmediatamente sustituibles por otros, dado el escaso desarrollo técnico de las fuerzas productivas de entonces, .

En el burguesismo se desarrolla máximamente la explotación mental o desconcientización proletaria y concientización burguesa a contrapelo del proletario en funciones de asalariado, tanto que logra trascender inmancable e irrefragablemente a hijos, nietos, bisnietos, tataranietos y hasta más allá. Francisco Herrera Luque nos habló de resultados genéticos y etológicos reveladores de que por nuestras células deambulan olímpicamente paquetes genéticos, unos más dominantes que otros. Se trataría de un genoma heredado desde hace unos 5M años o 50 centurias que nos sirven para ubicar y reconocer   la continuidad de la herencia de prejuicios éticos o proclividad  albergada por muchos proletarios de hoy quienes guardan en su  subconsciente mucho temor, respeto y admiración por los descendientes de los arcanos explotadores de sus antepasados.

Allí estaría, pues, la causa u origen remoto de la conciencia derechista del escuálido cuyos ancestros pertenecieron siglos atrás a trabajadores serviciales para los amos del valle de otrora. Esos tatarabuelos, esos bisabuelos, esos abuelos y padres se encargaron de pasar limpia y acríticamente toda su carga de alienados desconcientizados como proletarios, y hoy, sus descendientes, quienes, a pesar de que, de una u otra manera, superaron la condición curricular de domésticos potenciales o de artesanos rústicos, se sienten comprometidos más con los descendientes de los explotadores o amos de esos antepasados suyos, o sea de la burguesía poderosa, que de sus compañeros de clase proletaria.

 

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Manuel Martínez


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