Considero que la crítica y la autocrítica son dimensiones extraordinarias de la reflexión política, que son de vital importancia para un proceso revolucionario inédito y por lo tanto, siempre estarán latentes las posibilidades de cometer errores en la aplicación de políticas públicas gubernamentales.
La crítica bien estructurada, argumentada y fundamentada, en caso de ser tomada en cuenta, permite activar una permanente revisión del accionar del aparato del Estado.
Lo que sucede es que existen algunos casos que se conocen como “el tirapiedrismo”, la cual consiste en una crítica al voleo, sin el uso de una canalización coherente, y la mayoría de las veces son críticas que no vienen acompañadas de propuestas y soluciones que permita que llegue al destinatario de la crítica de una manera prudente, sino más bien, pareciese que hay un afán mediático, que más bien convierten las observaciones en una propaganda negativa que es aprovechada de manera sustanciosa por los sectores políticos que son enemigos acérrimos del chavismo.
En el caso de los francotiradores, son aquellas personas y sectores que atacan a larga distancia y muchas veces sin dar la cara, pero siempre intentan poner “en la mira” al adversario político, aprovechándose de cualquier error que se cometa, maximizando y exagerando cualquier escenario que se presente como complejo y difícil.
Quiero decirles que yo prefiero y veo menos peligrosa una crítica bien canalizada que las desviaciones éticas de algunos burócratas gubernamentales. Pero, es muy lamentable que algunos “marxologos” que se caracterizan por tener el complejo de sentirse “dueños de la verdad” y ser más revolucionario que los demás, a veces dan opiniones que hacen más daño que beneficio al proceso revolucionario venezolano.
