Confieso que me ha costado entender la sustancia del Socialismo del Siglo XXI; estuve varios años sin tragarlo aunque sí lo mastiqué mucho.
Carantoñas con el capitalismo al lado de alharacas contra la derecha y su oligarquía; despotricamiento contra la burguesía, contra los “apátridas”, cosas así.
El IVA[1] tampoco pude digerirlo del todo porque buena parte de sus cotizantes son personas trabajadoras con salarios superiores al mínimo, pero quienes no son ricos ni pertenecen a oligarquía alguna[2], aunque sí tienen mucho de alienados por su herencia de trabajadores ya predomesticados desde siglos atrás. Son las personas que siguen sin adaptarse a convivir de tú a tú con sus propios cotrabajadores a quienes ellos despectivamente han calificado de “cachifos”, cachifas, ayudantes, ayudantas, albañiles, herreros, carpinteros y afines, a quienes mucho usan y poco aprecian.
Hoy vemos que el IVA pecha principalmente a ese lote de profesionales que , por el sólo hecho de conseguir mucho dinero con cargo a los trabajadores asegurados, después de recibir una formación universitaria gratuita, secundaria gratuita y Primaria gratuita, han terminado haciéndose empresarios y, arropados en la figura de una clínica medicoasistencial, de un despacho jurídico, de una oficina contable y afines, antes burlaban el ISR, y lo hacían hasta descaradamente, no sólo contra la presente Administración, sino contra las de la 4ta. República[3], inclusive.
Hoy observamos negociaciones entre el Estado-su gobierno-y las altas esferas burguesas, con lo más granado de la oligarquía capitalista, hoy, y ayer mantuana por los 4 costados; con los descendientes directos de las familias Bolívar, Palacios, López, Febres y afines.
Hoy observamos que el gobierno brinda facilidades para la continuidad de la empresa burguesa y privada, vemos que lo hace para su reactivación económica, aletargada como ha estado frente al indetenible crecimiento de la demanda efectiva que viene fomentando el nuevo Estado del Siglo XXI para que abran y usen toda su capacidad productiva instalada y hasta aumentable con este auxilio financiero que le brinda el Estado, que le brinda el gobierno, con inclusión de otros e iguales beneficios que el Estado burgués de ayer obligaba al gobierno a otorgárselos en su clásica función de Junta Administradora del Patrimonio de los capitalistas, según la perfecta definición marxianoengelsiana del Estado[4], es decir: créditos blandos, mercado cautivo, galpones industriales preñados de todos los servicios infraestructurales, cosas así, pero, principalmente, el flamante Estado mestizo actual le permite le permite al burgués, al capitalista, que sigan explotando a los trabajadores de esas empresas privadas, porque mientras sus trabajadores cobren salarios, altos, medianos o bajos, la explotación sigue reinando.
Y nos preguntamos, ¿El Estado actual, es o no socialista?, ¿lo es la presente Administración Pública?, ¿somos o no somos socialistas?, ¿qué cjo. somos?, ¿cómo es nuestro Estado actual con tantas semejanzas guardadas con aquel clásico Estado burgués y puro, libre de impurezas, cuyos gobiernos y gobernantes necesariamente respondían directa e inobjetablemente a la clase dominante, quienes fungían como juntas administradoras del patrimonio burgués.
Bueno, es el “mismo” Estado, sólo que representa ahora el patrimonio de la clase política y económicamente dominante, sólo que esta clase dominante es ahora el proletariado en su nueva y real condición de ser el dueño monoclasista del principal patrimonio nacional, que tiene el poder petrolero, entre otros recursos económicos perfectamente socializables y no capitalizables.
En cuanto a nuestra novísima superestructura política, ya identificada como representante del poder económico proletario, se trata de un novísimo Estado mestizo por cuanto alberga vestigios capitalistas que no termina de extinguirse, por ahora, y coexistentes con los nuevos valores socialistas.
De aquí que se trate, repetimos, de un Estado Mestizo que se correspondería con el nuevo modo que acertadamente se ha dado en llamar socialismo del siglo xxi, o sea, tenemos una base socialcapitalista con una superestructura socialista ya que si bien el gobierno contrata y se muestra elástico con el capital, se trata de un funcionamiento capitalista y privado supervisado y condicionado al interés nacional y no exclusivamente al interés del beneficiario de estas ayudas que hoy les brinda el nuevo Estado mestizo del que nos ocupamos, a diferencia de su financiamiento anterior que lo asimilaba a la conocida y parasitaria “renta petrolera”, mediante la cual el interés del burgués privaba sobre el interés del resto de la sociedad . Así, estos capitalistas no podrán vender al precio que se les antoje, no podrán producir lo que se les antoje, no podrán acaparar, ni inducir inflaciones, so pena de suspensión estas generosas ayudas económicas.
[1] Impuesto al valor agregado, a la mal denomina renta del trabajador.
[2] Por esa misma razón no di el visto bueno expedito a las devaluaciones iniciales del bolívar.
[3] Hoy vemos también que las devaluaciones han sido la alternativa inevitable a la fuga de divisas. y este objetivo pesa más macroeconómicamente que sus efectos encarecedores de los precios de la cesta básica. Estos efectos inflacionarios pueden remediarse mediante incrementos salariales directo, subvenciones y subsidios varios, pero la fuga de divisas no, no y no, salvo con un riguroso control de cambio.
[4] Manifiesto del Partido Comunista, Marx y Engels.