Ambos tipos de trabajadores son proletarios y explotados como tales; no obstante, la toma de conciencia de esos trabajadores es más lenta en el primer tipo, en el trabajador doméstico.
Este trabajador estuvo privando en el índice de empleo durante todo el tiempo colonial americano y se proyectó hasta bien entrado el siglo XX.
El personal doméstico trabajó al lado del trabajador esclavo. La negra Matea, por ejemplo, seguimos elogiándola y honrándola y a ella no podemos imaginárnosla como contraria a los intereses de su amos de marras. Este trabajador doméstico tiene la particularidad de familiarizarse e intimidar con sus patronos, de vivir las 24 horas del día en su casa, de criarle y hasta amamantarle a sus hijos.
En Venezuela, las empresas fabriles son de reciente data, y su personal artesano se limitó a la sastrería, panadería, sin modelos propios, a zapateros remendones, alpargateros y
a campesinos conuqueros o peones de grandes y medianas haciendas.
Como eso es así, ahora podemos entender por qué tenemos proletarios escuálidos quienes, según estadísticas electorales, representan alrededor de 40% de los venezolanos, mie4sntras el grueso de los chavistas desciende de personal asalariado o artesanal.
Ocurre que estos asalariados escuálidos de hoy descienden directamente de esas generaciones de domésticos y domésticas que estuvieron tejiendo relaciones sociales de amistad y agradecimiento con los explotadores de entonces.
Basta caer en la cuenta de que los municipios nacionales se caracterizaron por tener parroquias exclusivas de mantuanos o de personas con privilegios, con pequeños burgueses, comerciantes y políticos que desde hace siglos daban empleo al personal de las parroquias periféricas, en los centros urbanos, y en sus haciendas del campo como peones y servidumbre.
Otra particularidad es que el trabajo prestado por los domésticos no se convierte en mercancías, no es susceptible de capitalización, que el trabajo que realiza no lo usa su contratista para venderlo en ningún mercado, pero debemos enseñarles que no por ello este trabajador doméstico deja de crear un PLUSPRODUCTO o trabajo y valor de uso excedentario que se traduce en una ganancia no acumulada por su patrono, sino disfrutada y consumida por este.
Se trata de un trabajo que como simple valor de uso es consumido in situ por el explotador, casi en la misma mesa de sus trabajadores. No en balde, este trabajo se corresponde con el de la servidumbre medioeval. De este personal salieron durante el Medioevo Tardío los comerciantes de los burgos, los artesanos que se hicieron maestros de obras y contrataban asalariados y enseñaban a sus relevos a a largo plazo.
Cuando el doméstico dio el salto social y se liberó de los terratenientes no lo hizo para ser asalariado, sino para ser explotador de otros trabajadores.
El personal escuálido de hoy sigue albergando la tendencia de clonar al burgués, de sentirse superior a otros trabajadores, a los asalariados que carecen de esas amistades tradicionalmente explotadoras pero que se ganaron la amistad-hoy política-de sus exempleados de generaciones antiguas.
Súmese que el trabajador asalariado ha sido desprestigiado por la mediática nacional e internacional, desde que la Rusia Soviética comenzó su revolución por un mundo mejor a favor de todos los trabajadores con inclusión indistinta de asalariados, de quienes jamás tuvieron familiaridad alguna con patronos caseros-de domésticos, artesanos y campesinos.
[1] La toma de conciencia de una persona comienza cuando le coge cariño a los estudios desde la Primaria. Esa es la conciencia en general, pero la conciencia clasista se refiere al conocimiento de su papel en la sociedad, y el del patrono que le toque en suerte.