La Constitución es un paso hacia el Socialismo

La Constitución de 1999 es abundante y absoluta en materia de derechos humanos. Son preeminentes los derechos fundamentales, lo cual incluye la justicia social. Es un documento que se traduce en una suerte de carta de libertad del oprimido y del humillado. Su articulado, vivifica los largos y animados debates del Constituyentista, durante los cuales se estudió cada palabra, cada frase y cada artículo, que definen con precisión los límites de los poderes públicos que no deben en ningún caso violar en su trato con los gobernados, al tiempo que proclama con claridad y exactitud que los derechos del individuo deben verse protegidos por el imperio de la ley.

Esta Constitución fue ultrajada por la derecha fascista, en su aprobación y luego en el golpe de Estado de abril de 2002 quedó derogada por unas horas, y se restableció la Constitución de 1961 que en lo que respecta a los derechos humanos, sólo ocupó en un solo artículo (50), esta capital materia. Y eso es lo que busca la derecha fascista nuevamente.

Golpistas apátridas, que en su patibularia trampa para retomar el poder se declaran partidarios de la libertad o de una aparente libertad, alegando que son “virtuosos” del pueblo, (hay que revisar la historia de crímenes, maltratos, desapariciones forzosas, torturas, etcétera, del puntofijismo), y en la práctica atacan sin contemplación a todos aquellos que expresan o tratan de expresar ideas contrarias a ellos.

Hay que rechazar de plano estas posibles equiparaciones de la oligarquía con ingredientes absolutamente bestiario, salvajismo o de barbarie. El contrarrevolucionario pretende hacer regresar a la animalidad al género humano que intentan simplemente el derecho a la condición humana.

Todo desarrollo integral en la sociedad es un paso hacia la libertad. Sobre este aspecto, Engels, afirmó: “Los primeros hombres que se separaron del reino animal, eran en todo punto esencial tan poco libres como los animales mismos; pero todo progreso de la civilización era un paso hacia la libertad”; y en la Crítica de la razón dialéctica, Sartre puntualizó: “En cuanto a la opresión, consiste en tratar al otro como animal”; entre tanto, Franz Fanon en Los condenados de la tierra, señaló: “El colonialista, cuando quiere describir bien y encontrar bien la expresión exacta (con respecto al colonizado), se refiere constantemente al bestiario”.

Es decir, la burguesía históricamente ha sido contraria a los derechos humanos, niegan su vigencia si no se está en su óptica. A nadie se le puede escapar la gravedad de este hecho. El antropólogo estructuralista Claude Lévi-Strauss, dijo taxativamente que el bárbaro es, en primer lugar, el hombre que cree en la barbarie, después de explicar que el término “salvaje” es una referencia directa a quien “procede de la selva”, evocando así una forma animal de vida, por oposición a la cultura humana. “Se prefiere rechazar fuera de la cultura, hacia la naturaleza, todo aquello que no se conforma a las normas bajo las cuales se vive”, precisó.

Luego, la derecha fascista no admite el desgajamiento del humano del reino animal, como punto de partida de la libertad e independencia frente a la naturaleza, a pesar de los milenios transcurridos desde que en el fondo de la prehistoria se producía este doloroso y difícil arranque que pretenden –repetimos—hacer regresar a la animalidad a quienes luchamos por la reafirmación en los Derechos Humanos, por la dignidad y el valor de las personas, por la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas; la derecha fascistas es contraria al respecto de los derechos fundamentales, sin distinciones de raza, sexo, lengua o religión, a pesar que son temas obligatorios. Esto lo certifica literalmente la historia. En nuestros días, desde febrero de 2014 han asesinado más de 40 personas, ocasionando también miles de heridos y daños materiales multimillonarios.

Al entrar en vigencia la Constitución de 1999, esta Carta se convirtió en la definición más ampliamente aceptada de los derechos que corresponden a todos a todas, sin exclusiones, ni discriminación alguna. Por primera vez en la historia de esta Patria, con 26 ó 27 constituciones, están en vigencia un amplio menú de derechos fundamentales, con carácter progresivo, integradores e indivisibles, convirtiéndose así, en el punto clave del Poder Popular y en el de la contrahegemonía del neocolonialismo.

La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela es la Carta del oprimido y del humillado, por tanto, hay que hacerla prevalecer en todo tiempo y lugar. Sin duda, la sola existencia de un monumento como nuestra Constitución es ya un paso decisorio y objetivo en la consecución del socialismo bolivariano, chavista y humanista por la que luchamos los hombres y mujeres de esta Patria. ¡¡¡Viviremos y Venceremos!!!


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Alberto Vargas

Abogado y periodista, egresado de la UCV, con posgrado en Derecho Tributario y Derecho Penal. Profesor universitario en la cátedra de Derechos Humanos

 albertovargas30@gmail.com

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