En otros tiempos, maquiavélico fue sinónimo de diabólico; en nuestra época, denota la conducta cínica y carente de principios para el liderazgo organizacional del Estado. El “líder” maquiavélico procura el incremento y la perpetuación de su propio poder y hará cualquier cosa, no importa cuán clandestina, confabuladora, o incluso criminal sea para perpetuarse en el poder, y está dispuesto a asesinar, a fin de lograr sus objetivos.
Para el maquiavélico “es preciso que tenga una inteligencia capaz de adaptarse a todas las circunstancias, y que no se aparte del bien mientras pueda, pero que en caso de necesidad, no titubee en entrar en el mal”, aconseja Maquiavelo. Esto es, el fin justifica los medios.
Justamente, ésta es una de las razones por la cual, el término “maquiavélico” es considerado como poco ético y honorable; ya que, la recomendación del estadista florentino no es la virtud, sino la simulación de ésta. En este sentido, podemos encontrar en nuestra actual política el ejemplo de gobernantes maquiavélicos, y desde luego, de “políticos”, capaces de simular virtud o cualidades que no poseen ni tendrán. Personajes que ante la evidencia del mal manejo de los recursos o su relación con algún asunto ilícito que sea más que obvio, hace uso de la retórica para administrar la información a su conveniencia, engañando al pueblo.
Para el maquiavélico la preservación del poder depende de que se esté pendiente de cómo son los hombres y mujeres, cómo viven, y no de cómo deberían ser y cómo deberían vivir. Los maquiavélicos están deshumanizados. Listos para cometer actos a morales y éticamente reprobables, pero sabiendo ocultarlos. Incluso escudándose en alguna religión para mantener la cohesión social, independientemente de su valor de verdad o de su carga ética. Esta es la genuina cara del Mefistófeles de la derecha fascista. Y el osario por el que transita el despiadado criminal capitalismo salvaje.
Lo otro es que el maquiavelismo requiere de cierto escenario como el de la nobleza y en nuestros días del capitalismo salvaje donde pulula la oligarquía, la burguesía y el fascismo; pero también está su contra: los revolucionarios.
Sobre el depredador sistema de los maquiavélicos, Fidel Castro, afirmó: “el capitalismo es un sistema regido por leyes ciegas, destructivas y tiránicas impuestas a la especie humana”.
Entre tanto, el proletariado, escribió Marx, como la primogénita fuerza motora de la historia de la humanidad: “…no puede liberarse a sí mismo sin abolir sus propias condiciones de vida. Y no puede abolir sus propias condiciones de vida sin abolir todas las inhumanas condiciones de vida de la sociedad actual, que se resumen y compendian en su situación. No en vano el proletariado pasa por ser la escuela, dura, pero forjadora de temple, del trabajo. No se trata de lo que éste o aquél proletario, o incluso el proletariado en su conjunto, pueda representar de vez en cuando como meta. Se trata de lo que el proletariado es y de lo que está obligado históricamente a hacer, con arreglo a ese ser suyo”. Desde luego, la victoria final.
Marx, expresó brevemente la esencia de este cambio mediante este comentario: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”. Del mismo modo, y ante el escepticismo de algunos, bien vale la pena reflexionar sobre la siguiente epístola escrita por Marx a Engels: “En los grandes procesos históricos, veinte años son igual a un día, si bien luego pueden venir días en que se condensen veinte años”.
Por tanto, la táctica del oprimido, del obrero, debe tener en cuenta, en cada grado de su desarrollo, en cada momento, esta dialéctica objetivamente inevitable de la historia humana. De una parte, utilizando las épocas de estancamiento político o de la llamada evolución “pacifica” y “representativa”, que va a pasó de tortuga, para desarrollar la conciencia, la fuerza y la capacidad combativa de la clase avanzada.
Y de otra parte, encauzando toda esta labor de utilización hacia la “meta final” del movimiento de clase, capacitándose para resolver prácticamente las grandes tareas al llegar los grandes días “en que se condesen veinte años”.
El humilde, el trabajador, el asalariado, el campesino, el indígena, en general el pueblo no sólo es la clase que sufre, sino que precisamente la injusta situación en que vive lo impulsa inconteniblemente hacia delante y le obliga a luchar por su emancipación definitiva. Jamás existirá un mundo de burgueses, porque estos son individualistas, egoístas, excluyentes y maquiavélicos.
Sobre la lucha de clases, Marx, escribió en el Manifiesto Comunista: “La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases…” Por lo que, es viable afirmar que la lucha de clases es el motor de los acontecimientos, al tiempo que se traduce en una inminente lucha política. De otro lado, es necesario rehacer el pasado para responder a las perenne y cambiantes interrogantes de las generaciones, porque de lo contrario esta historia sobre la llegada del opresor sólo se centraría en una mera e inofensiva cruzada de desventurados. Aunque el muro de contención es inexistente, pues el materialismo histórico es la fuerza del devenir y es lo que estamos presenciando, el fin del capitalismo salvaje con todas sus modalidades.
¡¡¡Viviremos y Venceremos!!!