Desaparecido Chávez, la socialdemocracia ocupó la dirección del proceso revolucionario, la relación humana en Venezuela sufrió un "golpe de timón" inesperado y asombroso: el sendero chavista se trocó en vía renovadora del capitalismo. El asesinato de Chávez fue un duro choque para la psiquis social, y sobre ese trauma, sobre una masa dolida, sufriente, la socialdemocracia operó con rapidez y cambió el rumbo de la nación. Temprano justificaron el contubernio con el capitalismo, el Socialismo quedaba relegado a los discursos de ocasión. El cambio de montura en mitad del río trae consecuencias dramáticas en la relación humana. Veamos.
El proceso de humanización, de socialización, se truncó, el capitalismo llegó a la escena equipado, armado, con su conciencia egoísta, con su "guerra de todos contra todos". El territorio amoroso conquistado por la Revolución cedió espacio al reino del egoísmo, de las soluciones individuals; el espíritu de sociedad claudicó frente al espíritu de lo individual. Desapareció el organismo social que se movía detrás de Chávez. Fue sustituido por la televisión, por la reunión en espacios pequeños.
Aquellas avenidas repletas de entusiasmo, aquella masa constituida en ser, en un solo organismo, actuante y sintiente, aquel espectáculo de solidaridad, de amor, que asombraba al mundo y daban fuerza y legitimidad al Comandante y al proceso, aquellas avenidas convertidas en torrente humano, que eran el campo de expresión de ese nuevo actor que aparecía con la Revolución, del cuerpo social que de la mano de Chávez entraba en combate, aquellas avenidas humanas se olvidaron, desaparecieron y el corazón de la Revolución dejó de latir, sólo quedó el silencio, la quietud… la masa volvió a ser fragmentos.
Esa pérdida, ese nuevo cuadro, indicaba la entrada a una nueva era… pero, ¿cuál?, ¿para dónde íbamos? No hubo que esperar mucho: el proceso de restauración del capitalismo se desarrolló con velocidad suprema, será estudiado por los revolucionarios del mundo durante muchos años, es una enseñanza indispensable.
La operación de desmontar al Socialismo fue iniciada con una terapia de choque -el asesinato de Chávez- que de manera similar al golpe en Chile dejó a la población desconcertada, pero a diferencia del golpe contra Allende no había enemigo visible, se ignoró el carácter político de la desaparición del líder. El enemigo capitalista no actuó desde la trinchera militar; actuó furtivo, clandestino, invisible. Fue, es, una guerra, una ofensiva de nuevo tipo en las mentes y los corazones de la masa y de la dirigencia, allí se está perdiendo la batalla.
El primer paso fue dar de baja a los creadores de opinion. La televisión y la radio sufrieron la batida de las fuerzas contrarrevolucionarias, fueron neutralizadas o convertidas en difusores de las ideas enemigas, de los valores del capitalismo. Nadie percibió el ataque, nadie cuantificó las pérdidas. Luego el capitalista se desdibujó, se presentó como un colaborador para seguir el mismo camino indicado por Chávez, el Socialismo. Con el fraude, el capitalismo pasó de ser villano a socio, desapercibido sucedió el duro golpe que significaba desaparecer al enemigo, ocultarlo de los radares de la masa, cegarla.
Sobre esas conquistas militares la restauración podía avanzar. Persiguieron a la disidencia, la desprestigiaron, cerraron cualquier vía de expresión revolucionaria, la poderosa fuerza del arma mediática fue utilizado para aplastar la idea socialista, la capacidad de razonamiento de la masa fue sustituida por lo básico, el lema sustituyó al argumento, la construcción vacía a la reflexión.
Con estos triunfos los generales del capitalismo se montaron en la tarima, se quitaron el uniforme de socialistas, desdeñaron el rojo y con él el pasado, y proclamaron abiertamente el triunfo del capitalismo. Hicieron actos de legitimación del capitalismo, le inyectaron dinero a la tropa enemiga, regaron al país de exposiciones donde festejaban el triunfo del capitalismo, llamaron al enemigo a ocupar nuevamente al país.
Y como siempre es necesario tener un enemigo, cuáles más cómodo que los "ultraizquierdistas" que denuncian la guerra que se está perdiendo. Qué más fácil que calificarlos de paracos, troskos, infiltrados, o cualquier otra estupidez. O aquella acusación absurda de que no puede hablar de Socialismo quien no haya sido certificado por ellos mismos como constructor de Socialismo, olvidando que la teoría es la más concreta de las actividades humanas, como si se pudiera construir algo importante sin teoría, olvidando que "sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria". Es como decir que no puede hablar del átomo quien no haya visto uno, de aviación quien no haya piloteado un avión, que no puede hablar de astronomía quien no haya "pateado" la luna, o hablar de Carabobo quien no haya montado un caballo contra los españoles.
En esta guerra de nuevo tipo, fría, inadvertida, no son efectivos los cañones, los tanques, los aviones. Debe ser enfrentada primero en la inteligencia, en la mente, en el alma. La Revolución verdadera debía crear un organismo para estudiar este nuevo tipo de agresión, se debía de crear una nueva doctrina, una nueva teoría militar que permita entender y defender a la Patria, hoy inerme frente este tipo de agresión.