1.Existen personas que leen a Aporrea, nada más para ver quién dice algo medio “raro” para calificarlo de esto o de aquello, sin interpretar lo que uno ha querido decir. Por última vez lo voy a decir, a través de esta maravillosa tribuna: no estoy con Diosdado Cabello, porque haya escrito algo que considero que está haciendo bien. No, absolutamente no. Estoy con la revolución. A ella me debo. Y jamás he pertenecido a grupito alguno, desde que me conozco, y mire que son 77 años viendo mucha agua correr por debajo el puente. Y yo, allí, como una estatua vieja. Callado, silencioso, pero con el corazón puesto en aquello con lo que he soñado toda mi vida. O mejor dicho, desde que tenía 8 años, cuando la pobreza y la explotación a la que fui sometido, me hicieron convertirme en rebelde. Y esa rebeldía está vivita y coleando.
2. No le debo nada a nadie
Todo me lo he labrado con el sudor de mi frente y mi profesión que amo. Estoy en la política desde que caí preso el 2 de junio de 1962, en el alzamiento militar de Puerto Cabello. De lo que no me arrepiento. Todo lo contrario, todo se lo debo a ese hecho. O casi todo, para ser más preciso. Cuando conocí a Hugo Chávez, en dos entrevistas que le hice en Puerto Ordaz: una escrita y otra radial, a penas con el olor aún de Yare impregnado en su pantalón, camisa y chaleco, pero sobre todo en su piel de guerrero, me convertí en chavista. Hasta ahora y hasta siempre.
3. En mis artículos en Aporrea he hablado bien del proceso cuando he tenido que hablar. Pero he criticado y criticaré a la dirigencia del PSUV, llámese Diosdado Cabello, Nicolás Maduro, o el más pintado. La revolución no tiene dioses. Tiene hombres de carne y huego que algunas veces fallan y otras aciertan, pero uno, como periodista, tiene el deber de criticar lo malo o lo errático en un momento dado. Duélale a quien le duela. Por eso admiro a este espacio digital, porque le permite a la gente decir lo que le dé la gana. Eso sí, sin dañar la reputación de nadie. Siempre con el respeto por delante. Repito: no me presto para defender lo indefendible. Sólo defiendo el proceso revolucionario que nos lego el Gigante Hugo Chávez Frías.
4. Mariclean Stelling con José Vicente
Siempre me ha gustado su forma de hablar, muy tranquila, con voz baja, pero precisa en sus argumentos y en la interpretación de los hechos. Se trata de la socióloga y analista de la política nacional, Mariclean Stelling. Ella, con la profundidad en sus análisis, que la caracteriza, dijo que “Creo que están surgiendo grupos que de alguna manera difieren del PSUV. ¿Y eso es bueno? –le pregunto JVR. “A mí me parece que es bueno y forma parte del debate, entonces también vamos a abrirnos al diálogo interno, puede ser que no nos vaya a pasar como a la oposición, una oposición fragmentada, sectorizada, que no se pone de acuerdo y este caso de lo que es el chavismo, yo creo que hay que oír todas las voces que hacen vida ahí y tienen cierta diversidad, y yo creo que democracia en disenso y aceptación del disnso”.
5. El disenso es bueno, pero…
Yo coincido con la socióloga Stelling. En una revolución no puede haber una sola voz. Un solo pensamiento. Una sola idea. Tiene que fluir de la gente el torrente de ideas que pueda tener, sin que ello signifique, en nada, un rompimiento con la revolución. Todo lo contrario. La robustece. Disenso significa desacuerdo o desavenencia en torno a algo. Entonces, podemos disentir de algunas medidas del gobierno revolucionario; podemos no estar de acuerdo como se timonea el proceso, pero no pasa de allí. Es decir, disentir no significa abandonar el proceso revolucionario. Eso debe quedar claro. Más bien, el disenso le inyecta sangre, energía y bríos para continuar. Pero no se debe confundir el término ni dejarse llevar por “malos caminos”. ¡Ojo!