El deslizamiento es sutil, la lógica del capital, lenta pero poderosamente, se impone y reclama el olvido del Socialismo, desfigura al líder crucificado.
La solución individual, el egoísmo, que son las bases psíquicas del capitalismo, se restauran a la sombra del reverdecer capitalista. Ahora, poco se piensa en sociedad, las acciones llevan el móvil de los intereses personales. Mantenerse, flotar, sustituye al bien social, sobrevivir dispensa cualquier otro pensamiento, cualquier otra angustia. El barco se hunde, "sálvese el que pueda" es el grito de guerra de los restauradores.
El maridaje con mendoza y cisneros, la legitimación de diez mil zamuros cluecos que reciben dinero con la excusa de producir, son eficaces operadores de la sustitución de la ética. El axioma del capitalismo se hace lícito, moralmente aceptable: la búsqueda del bien individual a costa de perjudicar a la sociedad, "quien es pobre es porque no trabajó, por incompetente". Con esa artimaña, con ese truco ético, el sistema capitalista reina incólume por sobre el circo de la lucha de todos contra todos.
La restauración, el triunfo del capitalismo, ocurre en lo profundo del alma colectiva, la forma burguesa de dominación se consagra nuevamente. Ahora la gente piensa y actúa en el teatro que permite esa dominación. Los movimientos políticos son meras piruetas electorales, los partidos se dividen detrás de las apetencias por los puestos a diputados que no alcanzan, van a tener que ampliar la asamblea a 10 mil curules para calmar las agallas.
La ideología se retira a sus cuarteles, no es necesario que aparezca, no hay adversarios, la batalla es en la superficie, sin argumentos, sólo futilidades, fuegos artificiales, espuma. Abundan los vocingleros que parten lanzas contra fantasmas inocuos, pretenden controlar al monstruo capitalista pidiéndole que se porte bien, que deje de ser capitalista.
El triunfo del gobierno, su meta, es permanecer, acumular días como quien acumula morocotas. Por ese camino caerá en cuenta de que vendió el alma al diablo, de que evitó el combate y lo perdió, ahora no es el mismo, se convirtió en su contrario. Tanto entregó, tanto concedió que dejó de ser lo que era. Todo perdió sentido, para qué luchar si somos iguales, para qué enfrentarse con los similares. Ya no hay razones sagradas para luchar, poco a poco se impone el diálogo, las peleas de utilería, la farándula vuelve a sustituir a la política, hablamos de los políticos como quien habla de las kardashian, de sus apartamentos, de sus viajes, de las mucamas armadas, de las peleas entre líderes, sus pequeños odios. Ante la falta de épica se inventan batallas de efectos especiales, secuestros de mentirita, maltrato en prisiones de lujo.
El coraje de pedir revolución regresó a las catacumbas, a lo no permitido, se lo califica "estridencia", los revolucionarios son perseguidos, asoman los colmillos del fascismo anunciando que la bestia acecha.
Los tiempos de la Revolución se agotan, vivimos en área de alto riesgo. La socialdemocracia, que ya fue enterrada el 27 de febrero cuando estalló en miles de egoísmos, no tenía nada que ofrecer a la sociedad, no podía manejarla sin una abundante renta petrolera. Ahora pretende resucitar en manos de sus viudas y lo que consigue es caminar hacia un nuevo fracaso, de nuevo la renta no los acompaña, pasaron sus días. Pero ya el capitalismo aprendió la lección, esta vez impondrá el fascismo que les faltó el 27 de febrero.
Ahora, en estas circunstancias, es más apremiente que nunca el Socialismo, el dilema es Socialismo o la socialdemocracia nos llevará al fascismo.
Desde el Cuartel de la Montaña se oye la orden del Comandante -que es la voz de la Humanidad- de ir al Socialismo para ahorrarle a este pueblo cien años más de sufrimientos. El tiempo se agota, no podemos fallarle a Chávez.
¡unidad Socialista!