El gobierno ha invitado a investigar qué hace la gente en su día. Divide a las personas en dos grandes grupos: los que trabajan y los que no trabajan. Estos últimos están descalificados para opinar, lo que digan será evaluado como paja, gamelote, serán bobos ilustrados. Esta actitud del gobierno merece estudio, define una política, una posición ideológica. Veamos.
Lo primero que se siente es un aroma de desprecio por el pensamiento, por las ideas, y una compulsión al trabajo, entendido éste como agite, temblor, espasmo, excitación. Esta visión del mundo emana de las manipulaciones en la psiquis colectiva que son indispensables para dominar la a sociedad, para adaptar al hombre a las necesidades del capitalismo, y que podemos resumir en: necesidad imperiosa, inconsciente, de "movimiento separado de la conciencia, sin voluntad propia". Esa es la clave del trabajo en el capitalismo. El trabajador está desligado del producto de su trabajo, se transforma en una especie de máquina cuyo único papel es moverse sin saber para qué, extrañado del producto de su trabajo. Está prohibido pensar, el pensamiento quita "tiempo al trabajo productivo". Se funda así el capitalismo, la sociedad donde unos se mueven, "trabajan" y son esclavizados, dominados por unos que piensan, cuyos movimientos tienen sentido.
Por mucho trabajar no se libera el obrero, al contrario, el obrero deja de ser esclavo cuando piensa, estudia y debate ideas. Sólo entonces puede cambiar al mundo, para que el trabajo, ahora, sea parte de su desarrollo como humano, tenga el sentido de crear riqueza espiritual y material para toda la sociedad y no para los capitalistas. La visión de trabajar por trabajar, el desprecio al pensamiento, es reaccionaria.
Una pequeña historia nos puede ayudar a entender la situación.
Había un hombre, barbudo y barrigón, que se levantaba en las mañanas temprano, hacía el ritual de aseo con calma, se vestía con su traje gris, de codos desgastados, miraba al espejo su cara cansada rodeada de frondosa cabellera, tomaba café, comía frugal y besaba a su querida esposa, veía con tristeza a su hijita enferma. Escribía algunas cartas en el pequeño comedor, y luego, parsimonioso, saludando a los vecinos, caminaba a la biblioteca del Museo Británico. Allí, leyendo, pensando, investigando, pasaba el día. Este ritual lo cumplía desde hace muchos años…
Si medimos a este hombre con la vara que nos proponen desde el gobierno, este señor no trabaja, lo que hable serán pendejadas… equivocada visión: nuestro "hablador de pendejadas" revolucionó, con su cerebro, al mundo.
Escribió "El Capital" (que muchos agitados debían leer, en lugar de estar trepidando todo el día), señaló con precisión cómo el capitalismo explota y convierte a los humanos en mercancía, obligados a una vida de actividad sin sentido, en humanos-máquinas sin más destino que enriquecer a los poseedores.
El trabajador de la biblioteca, el que gastó los codos pensando, leyendo, para entender el mundo y transformarlo, el que preparó el salto más importante de la humanidad, que es tomar el cielo por asalto, resaltó algo que nos interesa para esta discusión: el concepto de trabajo en el capitalismo. "Trabajemos" un poquito leyendo dos párrafos del hombre de la biblioteca:
"Cuanto más produce el trabajador, tanto menos ha de consumir; cuanto más valores crea, tanto más sin valor, tanto más indigno es él; cuanto más elaborado su producto, tanto más deforme el trabajador; cuanto más civilizado su objeto, tanto más bárbaro el trabajador; cuanto más rico espiritualmente se hace el trabajo, tanto más desespiritualizado y ligado a la naturaleza queda el trabajador."
"Ciertamente el trabajo produce maravillas para los ricos, pero produce privaciones para el trabajador. Produce palacios, pero para el trabajador chozas. Produce belleza, pero deformidades para el trabajador. Sustituye el trabajo por máquinas, pero arroja a una parte de los trabajadores a un trabajo bárbaro, y convierte en máquinas a la otra parte. Produce espíritu, pero origina estupidez y cretinismo para el trabajador." (Manuscritos de 1844)
Se trata entonces de liberar al trabajo, hacerlo vía para el desarrollo de las potencialidades espirituales del hombre y no esclavitud. Pero oigamos al olvidado Che cuando habla del trabajo en el Socialismo, en un acto el 15 de agosto del 1964, a pocos meses de sentir bajo sus talones el costillar de Rocinante y volver al camino con su adarga al brazo:
"Yo creo que hoy, en esta ocasión, en celebración de un acto de significación tan revolucionaria como éste, en el cual el Ministerio de Industrias tiene el sincero orgullo de haber estado siempre a la cabeza en la profundización de la conciencia revolucionaria por la vía del trabajo colectivo, del trabajo de naturaleza social y voluntaria, hay que hacer algunas consideraciones previas sobre lo que es el trabajo en el socialismo.
Si ustedes me permiten, les voy a «empujar» un pequeño versito. (Aplausos.) ¡No se preocupen, porque no es de mi propia inspiración, como se dice! Es un poema -nada más que unos párrafos de un poema- de un hombre desesperado; es un poema escrito por un viejo poeta que está llegando al final de su vida, que tiene más de 80 años, que vio la causa política que defendiera la República española caer hace años; que desde entonces siguió en el exilio, y que vive hoy en México. En el último libro que editó hace unos años tenía unos párrafos interesantes. Decía así:
... Pero el hombre es un niño laborioso y estúpido que ha convertido el trabajo en una sudorosa jornada, convirtió el palo del tambor en una azada y en vez de tocar sobre la tierra una canción de júbilo, se puso a cavar...
Y después decía -más o menos, porque no tengo muy buena memoria-: Quiero decir que nadie ha podido cavar al ritmo del sol, y que nadie todavía ha cortado una espiga con amor y con gracia.
Es precisamente la actitud de los derrotados dentro de otro mundo, de otro mundo que nosotros ya hemos dejado afuera frente al trabajo; en todo caso la aspiración de volver a la naturaleza, de convertir en un fuego el vivir cotidiano. Pero, sin embargo, los extremos se tocan, y por eso quería citarles esas palabras, porque nosotros podíamos decirle hoy a ese gran poeta desesperado que viniera a Cuba, que viera cómo el hombre después de pasar todas las etapas de la enajenación capitalista, y después de considerarse una bestia de carga uncida al yugo del explotador, ha reencontrado su ruta y ha reencontrado el camino del fuego. Hoy en nuestra Cuba el trabajo adquiere cada vez más una significación nueva, se hace con una alegría nueva.
Y lo podríamos invitar a los campos de caña para que viera a nuestras mujeres cortar la caña con amor y con gracia, para que viera la fuerza viril de nuestros trabajadores cortando la caña con amor, para que viera una actitud nueva frente al trabajo, para que viera que no es el trabajo lo que esclaviza al hombre sino que es el no ser poseedor de los medios de producción; y que cuando la sociedad llega a cierta etapa de su desarrollo, y es capaz de iniciar la lucha reivindicatoria, destruir el poder opresor, destruir su mano armada, que es el ejército, instalarse en el poder, otra vez se adquiere frente al trabajo la vieja alegría, la alegría de estar cumpliendo con un deber, de sentirse importante dentro del mecanismo social, de sentirse un engranaje que tiene sus particularidades propias -necesario aunque no imprescindible para el proceso de la producción- y un engranaje consciente, un engranaje que tiene su propio motor y que cada vez trata de impulsarlo más y más, para llevar a feliz término una de las premisas de la construcción del socialismo: el tener una cantidad suficiente de bienes de consumo para ofrecer a toda la población.
Y junto con eso, junto con el trabajo que está todos los días realizando la tarea de crear nuevas riquezas para distribuir por la sociedad, el hombre que trabaja con esa nueva actitud se está perfeccionando.
Por eso nosotros decimos que el trabajo voluntario no debe mirarse por la importancia económica que signifique en el día de hoy para el Estado, el trabajo voluntario fundamentalmente es el factor que desarrolla la conciencia de los trabajadores más que ningún otro."
Está claro, el llamado al trabajo compulsivo que hace el gobierno es reaccionario, capitalista, enajenante. Es necesario tomar el "camino del fuego" que dice el Che, ir al Socialismo para que el llamado al trabajo tome su carácter liberador, producir riquezas para el bien social y no para enriquecer a parásitos sociales.