El mercado ha sido siempre en gran polarizador de la atención de los gobiernos en materia de regulación y control de precios. Esa política ha tenido como lógica el hecho de que los intermediarios son la cabeza visible de los costes y precios frente al consumidor final que termina pagando los platos rotos.
En realidad, los precios, formados originariamente en cada proceso productivo, son equivalentes al valor de costo formado por los diferentes y mezclados componentes productivos de medios de producción y mano de obra, y es el mercado con sus intermediarios el encargado de transformarlos en precios de producción[1].
Son los desequilibrios sufridos entre la oferta y la demanda durante la comercialización, esos que responden a falta de planificación de toda la producción, una necesidad sólo satisfactible en socialismo, los que alejan los precios de venta de los precios de producción, con resultados que generalmente provocan más alzas que mermas en dichos precios.
Según venimos explicando, los comerciantes son acaparadores o reductores de la oferta por excelencia, con lo cual inducen procesos inflacionarios, particularmente cuando las alzas de precios se manifiestan en mercancías básicas y precios que terminan marcando el resto de los precios.
El proceso de generalización de precios en alza es muy sencillo: el comerciante da prioridad a los productos básicos de elevado precio y restringe la oferta de los demás; esto provoca escasez y alzas de sus precios para que finalmente, el comerciante aplique su capital a las mercancías con mayor demanda y rotación. Como dichas demandas se hallan acotadas, estas terminan equilibradas al nuevo nivel de precios.
El grado de manipulación que aplican los intermediarios es tal que los precios terminan apartándose de los valores que les dieron origen, el Estado vuelca su atención al mercado, los consumidores se quejan frente al revendedor y todo eso convierte al mercado en el gran formador de precios, en el gran especulador y al mismo decide lo que las fábricas deberán producir según las propias exigencias y precios de los comerciantes.
[1] Véase Praxis de El Capital de Manuel C. Martínez M., capítulo correspondiente. ([email protected]). Con estos precios de producción se nivelan tendencialmente las tasas de ganancia de todos los fabricantes. Estos precios se ven modificados constantemente cuando las mercancías pasan a manos de los intermediarios.