El avance del capitalismo es evidente. Mientras la población se distrae con tonterías, surgen las zonas especiales de colonización, se habla de privatizar los activos de la nación, como CANTV, CITGO; la Faja del Orinoco se entrega sin ningún rubor, los porcentajes de participación parecen puja de ficheras, la participación de los privados en la Misión Vivienda está abierta de par en par. El gobierno está atrapado en la lógica del capital internacional, tiene una deuda de difícil cancelación, oscila entre declarar la quiebra o vender los activos, ya los bancos internacionales tienen el inventario del lomito. El capital no tiene quejas, el gobierno se ha portado muy bien.
Donde falla la acción del gobierno, donde no cumple su papel, es en mantener a la población tranquila, engañada, aceptando la venta de la soberanía. He allí la preocupación de los capitalistas. Varias son las posibilidades de resolver la incapacidad del gobierno para garantizar tranquilidad al capital.
Las últimas encuestas son muy claras, sin entrar en detalles numéricos, se evidencia una alarmante baja en la aceptación del gobierno y también de la oposición. La situación es dramática: sumados ambos no llegan a las dos decenas. El país está sentado en un barril de pólvora.
Lo primero que se puede pensar es que la forma de democracia burguesa que se afincó en los últimos meses no dio resultado. Se podrían adelantar muchas hipótesis, nosotros creemos que pretender volver a un modelo agotado, superado ya el 4 de Febrero, fue una ilusión de la socialdemocracia en funciones de gobierno, que desconoció la imposibilidad de retroceder al pacto de punto fijo sin una terapia de choque que borrara el recuerdo de Chávez y del Socialismo. Temprano, la socialdemocracia se vio atrapada entre las nuevas necesidades del capitalismo (represión) y las exigencias del momento político (demagogia, clientelismo insostenible con el petróleo bajo). La masa acostumbrada a un gobierno veraz, con el rumbo claro y el enemigo definido, acostumbrada al gobierno de Chávez, le da la espalda a la ambigüedad. La oposición juega en el mismo campo de la democracia burguesa y paga su cuota de agotamiento.
La masa, de lado y lado, no se identifica con nadie, hay un vacío político alarmante, preocupante, una tranquilidad expectante. Este claroscuro es terreno propicio para que surjan los monstruos del fascismo que requiere el capitalismo para repotenciar su dominación. O puede reverdecer el mandato de Chávez: ¡Socialismo!
Frente a esta situación, la oposición se pone cada vez más al lado del fascismo, condenan el intento de golpe como un trámite policial pero se burlan de la denuncia, conspiran con sordina, la hipocresía contribuye a su desgaste. El gobierno sigue en su fantasía, no termina de entender el momento, insiste en lanzarse al agua con el yunque de la democracia burguesa amarrado el cuello. Así, el vacío se expande, la crisis económica decreta "sálvese el que pueda"; el saqueo, el motín otrora festejado, aparece como una posibilidad.
Al gobierno sólo le queda una opción: decretar una emergencia política y económica, primero dentro del gobierno y en todo el país. Reúna al gabinete, a la dirección del partido y descarnadamente critíquense, sin adulancias. No es posible que este gobierno, que ve mermar su popularidad a estos niveles, no reconozca ninguna falla, ningún error, ¿todo ha ido bien? ¡Rectifiquen!
Reconocer los errores es vital, todo debe partir de una profunda autocritica, es necesario recuperar la credibilidad perdida en estos meses de ambigüedad. El gobierno debe demostrar valentía y honestidad, asumir su papel de dirigente, decirle la verdad a la masa, criticarse y criticarla, convocarla para, juntos, gobierno y desposeídos, cumplir el mandato de Chávez, construir el Socialismo.
Sólo así tendremos condiciones para enfrentar el reto de salir de la crisis sin entregarnos al capitalismo mundial, sin perder la soberanía.