Como sabemos, de poco o nada sirve la fuerza de trabajo potencial si esta no halla medios de producción donde vaciarse con su uso productivo o útil. La fuerza de trabajo es una parte inseparable de los medios de producción, y por eso hablamos de fuerzas productivas.
Efectivamente, toda persona económicamente desempleada es una tara nacional e internacional[1] porque de todas maneras debe diariamente alimentarse, alojarse, vestirse, calzarse y darse otras satisfacciones más. Si no trabaja productivamente despilfarra cada día su potencial como fuerza de trabajo útil.
Para el comercio burgués, los desempleados también demandan a cargo de sus familiares o del Estado que los proteja, de allí que al capitalista poco le interese la vida ociosa del proletariado.
Sin embargo, el desempleo de esa fuerza de trabajo pareciera ser un problema exclusivo de la persona afectada y no de la sociedad que lo alberga, aunque parezca obvio que a mayor empleo, mayor demanda, mayor producción y más progreso social. Esta contradicción nos conduce a la consideración de que la producción no puede ser un problema de particulares, sino del Estado y de la comuna que es su expresión celular, como la única forma de hacer una planificación exhaustiva y armónica de todos los recursos nacionales.
Por su parte, el estudio del dinero sobrevino con la consolidación del régimen burgués como máxima expresión de la propiedad privada sobre los medios de producción y, de hecho, de la fuerza de trabajo[2].
Jurídicamente, al final del Medioevo la clase explotadora optó por liberar al portador de la fuerza de trabajo y conservar la propiedad privada de los medios de producción.
La propiedad privada sobre la mano de obra, bajo la forma de fuerza de trabajo, por parte de la clase burguesa, debe entenderse a partir del hecho de que para el capitalista poco o nada importa el portador o dueño natural de esa fuerza de trabajo. De allí que, cumplida la jornada de trabajo lo deja en libertad para salir de la empresa, y fuera de ésta esa persona en lugar de producir se dedicaría a consumir. Por esa razón, el trabajador es echado fuera de la empresa a condición de que religiosa y diariamente regrese para cubrir las jornadas preconvenidas.
Recordemos que es Carlos Marx quien nos presenta todo el juego de fases por las que discurre la formación del dinero, un enigma que a juicio de él llevó sus buenos milenios en ser despejado[3].
Fueron variadas y sucesivas mercancías las que se usaron como valores equivalentes o generales del valor particular de diferentes valores de uso hasta que se arribó al oro cuya forma natural-valor de uso-funciona como equivalente general exclusivo y se hace dinero.
Posteriormente, con el dinero fiduciario comienza un largo proceso involutivo del dinero. Este entró en una auténtica maraña de equivalentes dinerarios que requieren sus previas equivalencias marcadas por monedas con mayor o menor poder o respaldo económico. Modernamente, surgieron la libra esterlina, el dólar, y actualmente es el yuan o moneda china en plena vigencia y expansión, casi lista para reemplazar al dólar estadounidense como moneda internacional. Se espera que con esta divisa internacional, las transacciones serán más sociales que comerciales, y que hagamos respetarán el objetivo "ganar, ganar"!
[1] Por esa razón, el desempleo de proletarios es un lastre cuya responsabilidad atañe a todos los países del planeta, atascados en el al modo capitalista de producción, calificable como el gran despilfarrador de recursos y al mismo tiempo su destructor.
[2] Más agregados al Primer Suplemento de PRAXIS de El CAPITAL, Manuel C. Martínez M.
[3] Carlos Marx, El Capital, Cap. I.