“El que te esconde los alimentos o los bachaquea
no es tu amigo; es un delincuente”
Luis Semprún
“Jajaja, hermanito… la majunchería sigue sin querer entender. Siguen empeñados en que el chavismo está dividido”, fue el recibimiento de Anacleto apenas mi vio. “No han terminado de internalizar que la unión cívico-militar ha creado una fuerza indivisible difícil de resquebrajar.” Como es su costumbre, frunció el ceño y continuó: “Las declaraciones de las personas afectadas por las colas, casi todo el mundo, les hace creer que han logrado su cometido, sin percatarse lo que en realidad pide el pueblo”. Siguió con el ceño fruncido: “Es cierto que el ciudadano de a pié está disgustado con el gobierno y pide un cambio. Pero no se han detenido a analizar las palabras de los descontentos”. Se levantó, estiró las piernas, volvió a sentarse y remató: “Si tuvieran cuatro dedos de frente entenderían cuales son sus exigencias, algo que en nada les favorece, lo que quizá les motivara a cambiar de actitud y darle un parao a las guerras a las que nos tienen sometidos”.
Indudablemente que la gran mayoría de los venezolanos, y de los extranjeros que viven en el país, está siendo afectada por la incesante cantidad de guerras, que lleva a cabo la oposición carroñera y que les hace creer que “se la están comiendo”, en contra de quienes no les favorecieron con el voto en el último proceso electoral. Parece que su intención es “castigar” al pueblo por no haberlos preferido y de ahí que, financiando el bachaqueo, el contrabando de extracción de alimentos y combustible, la usura y el acaparamiento, operaciones morrocoy en las empresas productoras y expendedoras, el negocio de los “raspacupos”, el mal manejo de las instituciones en las que se han infiltrado, la lenta producción de medicamentos y pare de contar, le sigan sometiendo a sus cotidianas chácharas sobre lo mal que la van a seguir pasando. Y los vemos en la calle gritando que “esté mal gobierno” ha llevado al país a sufrir la inflación más alta del mundo, de la que ellos no tienen la culpa. O sea…
Estos engreídos e ignorantes opositores, que conforman la categoría de los “pobres majunches” (no de los “majunches pobres”), nunca se han acercado a conversar con quienes conforman la mayoría en Venezuela: los excluidos e invisibles del pasado. Es cierto que están enfadados, ¿cómo no estarlo? Pero su enfado para con el gobierno tiene otra razón de ser; su enfado que pide un cambio tiene otro significado; su enfado para con funcionarios de instituciones está justificado; no se puede ni se debe, ocultar.
¿Qué es exactamente lo que exige la mayoría?: ¿Más real, más casas, más comida? o ¿qué? ¿Se han detenido en realidad a tratar de entender el descontento y las exigencias de este noble pueblo? Alguno me respondería: lo que estamos viviendo no se había visto nunca; esto es insufrible. Otro aseveraría que la culpa es del “mal gobierno” que nos hemos dado, porque elegimos a un “chofer de bus” de presidente. Y con una argumentación tan pobre no llegan a convencer a nadie porque el gobernador de Miranda es un profesional universitario y vean el ejemplo que está dando.
Es verdad que el pueblo quiere un cambio. Pero no es el cambio que ansía la clase dominante del pasado. El pueblo quiere un cambio pero de actitud del gobierno, al que le pide mano dura contra los acaparadores, los bachaqueros, los corruptos, los usureros, los hambreadores de las familias venezolanas, los ladrones de cuello blanco (tanto del gobierno como de la oposición), los financistas de las guerras a las que nos han tenido sometidos durante tanto tiempo, los conspiradores, los guarimberos, los que quieren vivir a expensas de nuestro trabajo. Y el pueblo tiene razón.
Es verdad que el pueblo quiere un cambio. Pero el cambio que quiere es que se radicalice la revolución y se deje de tener tanta mano suave con los violentos porque cada vez que caen presos se enferman para que les den “casa por cárcel”; que no les den tantos privilegios en sus centros de reclusión, privilegios que no tienen otros presos; que a los corruptos no sólo los encarcelen sino que les expropien todo lo robado; que se investigue a todos los que andan con la viajadera para ver de dónde sacan tantas divisas, porque adquirirlas en el mercado negro es un delito; que se les eliminen los pasaportes a todos aquellos que, desde el exterior (que valientes ¿no?), llaman al asesinato de los miembros del ejecutivo nacional o del partido de la revolución, y a la guerra armada, para derrocar al gobierno legítimo que nos dimos.
El pueblo quiere que se meta preso al que bachaquee, al que revende a precios exorbitantes los productos regulados, al que esconde en grandes galpones los alimentos y medicamentos de primera necesidad, al que sabotea la empresa eléctrica, al que aplica la operación “morrocoy” en los supermercados, abastos y farmacias, al que presta un servicio deprimente en las instituciones públicas, al que le paga a malandros para que se disfracen de estudiantes y ocasionen disturbios en las universidades, a los policías corruptos, a los que están asesinando a policías, a los que recibieron dólares preferenciales para importar productos y venderlos a precios justos, pero que especulan con ganancias exorbitantes.
No voy a fastidiarlos con comparaciones con el pasado. Los mayores de treinta y cinco años saben que eso de “cuando éramos felices y no lo sabíamos” es un “cliché” creado por la derecha para convencer a los más jóvenes de la “maravilla” en que vivíamos, con una pobreza crítica de más del 50% y una pobreza extrema de más del 25%. Si, las tiendas y los supermercados tenían cantidades y variedad de productos. Pero, ¿quiénes tenían acceso a ellos? O creen que se nos han olvidado las declaraciones dadas en los noventa por Manuel Rivero Sanabria, vicepresidente de Relaciones Institucionales de Protinal, a la revista Producto, en las que aseguraba que las ventas habían subido en más de un 50% porque la “gente del cerro” se alimentaba con Perrarina. Había productos, pero no quién los adquiriera, porque sólo los privilegiados podían pagarlos. ¿No recuerdan algunos la “carne mechada” hecha de tiritas de conchas de plátano? ¿Cuántas veces al año comían jamón los sectores populares?
Hoy en día, con las medidas tomadas por el Ejecutivo y las Misiones Sociales Bolivarianas, se paga una deuda social de muchísimos años y el venezolano tiene con que adquirir algunas cosas que les fueron vedadas en el pasado. Pero a diario, la rancia oligarquía trata de hacer la vida más difícil de lo que ya es. Las empresas de refrescos suben los precios cada vez que les da la gana y no hay ley que les dé un parao, porque parece ser que la “Ley de precios justos” no las alcanza. Ah, es que no forman parte de la canasta básica. Pero para el desayuno de quién anda en la calle, unos pastelitos o empanadas sin un refresco no valen la pena. O sea… que tomen jugos, y esos también están bien caros.
Si, sí, no hay duda: el pueblo quiere un cambio: el pueblo quiere un cambio de actitud por parte del gobierno para meterle mano dura a quienes se dedican a hacernos la vida insoportable, porque paz sin justicia no es paz. Por eso es que jamás votarán por esta oposición cómplice; el pueblo ya conoce a sus verdugos.
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