Seguro estoy, apreciado lector, que compartirá conmigo la afirmación de que no existe un término más citado todos los días como es el de PUEBLO .Este concepto usado por igual por políticos de derecha e izquierda, por liberales, comunistas, populistas, sociólogos, historiadores, economistas de cualquier tendencia o corriente, sin embargo; su “popularización” es de relativa poca data. Fueron los franceses del siglo XVIII los que comenzaron a usarlo diferenciándolo de la acepción estricta del término: Conglomerado de seres vivos (personas, animales o plantas) que habitan en un lugar determinado o pequeña ciudad con características rurales. La nueva acepción del término pueblo ha sido usada para referirse a los excluidos, a esa “masa” de pobladores que iban habitando las nuevas ciudades y que no formaban parte de los sectores privilegiados, como lo era el clero y los señores feudales, ni de la nueva clase social dominante como sería la burguesía. Marx (1967), en el Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, hace uso del término “Pueblo Llano” para intentar definir aún más este concepto.
El concepto de pueblo, así como los que se derivan de él, como es el caso de “popular”, son a veces tan ambiguos y confusos como cuando hablamos de democracia, nacionalismo, los cuales muchas veces sirven para decir todo y otras muchas no dicen absolutamente nada, desde su significado amplio aquel de todos los habitantes de un sitio o todas las diversas versiones que les han dado las corrientes políticas modernas. Existe una visión de pueblo como sinónimo de masa o colectivo “amoldable” a las direcciones de un líder o caudillo, percepción que coloca al pueblo como masa ignorante que como ovejas de un rebaño deben seguir a quien supuestamente posee la verdad. Existen también las otras visiones de corte romántico que ven en el pueblo una especie de destino manifiesto, que no se equivoca y con una clara vocación revolucionaria.
En América Latina, tanto en época colonial como en el siglo XIX, las elites intelectuales y políticas se referían al pueblo como las grandes mayorías ignorantes a las cuales era necesario guiar, una especie de niño perenne, que necesita la tutela de un adulto, otros se trazaron la meta de formar ciudadanos. Tanto liberales como marxistas chocaron en sus visiones con respecto al pueblo, pero para ambos el pueblo requería ser dirigido, ya sea por el “cesar democrático” o la “vanguardia revolucionaria”. Para los marxista fue fundamental utilizar la categoría pueblo en una región donde a diferencia de Europa no existía un proletariado o una clase obrera claramente constituida. La categoría pueblo fue usada para sumar al campesino y al nuevo habitante de las ciudades y diferenciarlo con respecto a la clase terrateniente y a la incipiente burguesía.
Pero fueron fundamentalmente los populistas, a partir de la década del 40 del siglo XX, los que llevaron al extremo la utilización del término a través de la categoría política policlasismo, para enfrentarla a la concepción socialista del papel predominante de la clase obrera. El policlasismo hizo posible el predominio nuevamente del concepto de pueblo refiriéndose a todos los que habitan en un país: “pueblo somos todos”. De esta manera, cuando hablan de pueblo se refieren por igual al humilde campesino y al terrateniente, al obrero de la fábrica y al empresario. Ya hemos hecho mención a la ambigüedad de conceptos como el de cultura popular, que originalmente estaba referido a la cultura de los excluidos y a las diversas identidades particulares, por lo tanto no puede ser masivo o popular. Si bien hay elementos que los unen, no puede ser exactamente igual la cultura de una etnia fundamentalmente negra, aborigen, blanca, entre otros. Muchas veces lo popular se convierte en una etiqueta o peor aún en un proceso que enmascara la imposición de una cultura sobre las otras, para implantar un pensamiento único y hegemónico.
Sin la menor duda, los cambios ocurridos en la globalización y el debate posmoderno exigen replantearse conceptos que fueron válidos para la modernidad, categorías como clases sociales exigen ser revisados y replanteados por los científicos sociales. Es difícil decir hoy con precisión quiénes son los miembros de la burguesía, dónde está la clase media o la clase obrera, ya todo no se resuelve con la posesión de los medios de producción o el nivel de ingresos; sin embargo, esta realidad no nos puede llevar al extremo de ignorar estas categorías. Hoy es común oír hablar de estrato “A”, “B”, “C”, o referirse a clase alta y baja como si se tratara de las tallas de un pantalón: ¿Bajo con respecto a qué?¿Alta a cuenta de qué?. Sociológicamente, estas no es una estratificación valida y que nuevamente son conceptos que se prestan a la manipulación para enmascarar realidades y tienden a parecerse más a las viejas estratificaciones del periodos colonial, cuando las diferenciaciones eran determinadas por el color de la piel o castas. Así mismo, actualmente, algunos siguen manipulando con el concepto de pueblo en la versión populista o la socialista pero también por quienes al extremo parece que les asquea hablar de pueblo y utilizan concepto como el de “Sociedad Civil”, ampliamente valido, pero que muchas veces se utiliza para referirse solamente a las personas con instrucción académica, sectores de la clase media y excluyen a las grandes mayorías, a esos que tradicionalmente se les ha llamado pueblo.
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