Son miles a través de las líneas y la comunicación de viva voz, junto con millones en cada rincón del país viviendo penurias y necesidades, quienes hemos venido alertando sobre la peligrosa situación social y económica en que se encuentra la patria del Libertador. Los hechos de sublevación social en los estados Monagas y Bolívar. El primero donde se ubica parte importante de la llamada faja petrolífera del Orinoco. El segundo, espacio geográfico de la capital del hierro y los minerales, representan en ambos casos, que el termómetro de tolerancia ciudadana se ha agotado por encontrar alimentos básicos sin ser objeto de humillaciones, vejámenes y mafias (civiles y militares) apoderadas de la economía del país, vendiendo los productos con precios que les da la gana sin que exista organismo alguno que frene a estas bandas de delincuencia organizadas conocidas como “bachaqueros”, quienes sin mínimo pudor han impuesto su ley sobre un Estado que luce incapaz, débil y hasta cómplice ante el dolor y las lágrimas de niños, madres y ancianos.
Lo que está pasando en Venezuela, cuando vemos a una población enardecida, es la respuesta del saqueo que durante toda su historia ha sido objeto el pueblo por parte de élites corruptas (políticas, militares y “empresariales”) quienes jamás han podido encontrar en los preceptos éticos y morales una conducción de bienestar al país. Desde la aparición del petróleo, o como diría Juan Pablo Pérez Alfonzo, el excremento del diablo, Venezuela se ha convertido en el centro operativo para que transnacionales en unión con grupos políticos, ayer “demócratas”, hoy seudo-revolucionarios, hayan traficado con cúpulas financieras una riqueza inimaginable de recursos monetarios originados desde nuestro subsuelo, que desgraciadamente para su población, mientras ha enriquecido descaradamente a unos pocos, ha empobrecido sobre todo en los dos últimos años (revirtiendo los logros de Hugo Chávez) a millones de compatriotas quienes simplemente no pueden no sólo acceder a los alimentos, sino que en el mejor de los casos, lo poco que ganamos, apenas nos alcanza para medio comer en días contados.
La inflación galopante como resultado de una política monetaria equivocada. Los muy limitados productos en manos de sectores de poder económico y político han transformado la desbordada inflación en una criminal onda especulativa controlada por economías paralelas. Unas autoridades inertes y amorfas ante el escenario económico, social y político. Un ministerio público y un poder judicial quienes son incapaces (¿por acción u omisión?) de sancionar a los responsables por delitos contra la población en términos de precios inaccesibles para la mayoría de la gente, tráfico de influencias, cambio ilegal de moneda extranjera, corrupción administrativa y represión ciudadana, se han convertido en elementos para un peligroso desbordamiento y convulsión de conducta colectiva y social, la cual pudiéramos presentir el cómo se iniciaría, pero difícilmente como sería su desenlace en términos de alteración de “paz” social y constitucional.
Algunos dicen que el país aún no ha tocado fondo. De hecho, el mal llamado “cierre de frontera” (lo que se cierra en todo caso es el paso por los límites geográficos legales, la frontera en muy amplia y convergente de líneas imaginarias en zonas selváticas o desiertas), ha causado otros problemas. Se intentó “curar” una enfermedad con un remedio equivocado. Y de manera muy cuestionable, otros poderes como el Consejo Nacional Electoral (CNE) han cerrado el paso a emergentes sectores revolucionarios en su aspiración por llegar a la Asamblea Nacional, condenando al país a una terrible polarización. que ya no se justifica cuando la mayoría de ese país reclama otras alternativas de encuentro y debate político. Si eso es así, pues no quiero pensar la situación que aún nos falta por vivir a los venezolanos.
Si el presidente Maduro no es capaz de convocar al país en toda su dimensión, si no es capaz de encontrar soluciones conjuntas con quienes le criticamos, y quienes le adversan más allá de posturas ideológicas, es evidente que sus capacidades de dominio y liderazgo político-ciudadano han sido evaporadas por la crisis que vivimos. Por ello, ante un pueblo saqueado en toda la extensión de su historia, al presidente sólo le quedan tres alternativas: O insiste en mantenerse en el poder con esta forma de conducción que nos está llevando a un escenario de desesperación social. O rectifica sus acciones políticas y económicas, lo cual incluye cambiar todo su gabinete y praxis en el ejercicio del poder. O con todo respeto, creo ha llegado la hora en que comience a pensar en su renuncia y permita que emerja un nuevo liderazgo auténticamente revolucionario, antes que perdamos definitivamente el sueño de Chávez y la revolución bolivariana. A propósito de ser ciego.
Quien tenga ojos que vea.
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