Aparentan ser revolucionarios, pero son vulgares traidores

Es mucho más que claro que el gobierno revolucionario enfrenta dos oposiciones diferentes, pero que tienen los mismos objetivos. Una de ella es la derecha;  la derecha de la cuarta y la derecha derivada de ella, las cuales ya no ocultan sus semejanzas.

Sobre esa derecha  reaccionaria, retrógrada y fascista no opinaremos  en esta oportunidad, el pueblo la conoce bastante bien.

Sobre lo que si queremos advertir a nuestros lectores es sobre la otro oposición. La oposición que se disfraza de izquierda para causar división, desesperanza y frustración en las filas revolucionarias. Esa oposición trabaja para la derecha e intenta facilitar el retorno de ella.

La estrategia es vieja y ha sido aplicada en muchas partes del mundo, pero no por ello deja de ser peligrosa. En esto la CIA y el Pentágono tienen toda la experiencia que puedan imaginarse.

Dos vías se utilizan para poner en marcha en esta estrategia. La primera consiste en detectar individuos con potencial para convertirse en dirigente dentro de las filas revolucionarias.  En ello consideran todo, la apariencia física, la capacidad oratoria, la inteligencia y mucho más.  

La segunda pasa por detectar dirigentes o individuos con capacidad para generar opinión dentro de las filas de la revolución y captarlos para la derecha.

Los primeros son entrenados, financiados y asesorados permanentemente para crecer en simpatía dentro del proceso y en el seno del pueblo. Los segundos trabajan para hacerse de un nombre  y un prestigio que les de credibilidad a la hora de comenzar a atacar desde adentro la revolución.

Llegado el momento y con todo el peso de ese prestigio maquillado, asumen posiciones  de dueños de la verdad, ideólogos de la revolución y  socialistas con moral para decir y hacer lo que hacen. 

Es allí donde comienzan a atacar a la revolución y sus líderes. Hablan de traición la líder histórico, acusan la dirección de asumir posiciones reformistas, aprovechan errores o problemas para acusar de traición al pueblo.  Se transforma, pues, en revolucionarios a los cuales ni el propio Chávez le llega a los talones.

Nada les parece correcto y lo peor es que no encuentran un argumento para cuestionar al verdadero enemigo (la derecha). Por el contrario cada vez más sus ataques a la revolución se parecen a los de la reacción.

Para no ir muy lejos los invito a leer el más reciente artículo de Nicmer Evans sobre la condena de Leopoldo López. Evans no puede decirle a los chavistas que Leopoldo es inocente y un preso político. Eso le quitaría la máscara de un solo tirón, pero da asco ver como inventa argumentos para a partir de la sentencia atacar al proceso revolucionario venezolano.

Son peligrosos, pero en verdad creo que correrán la misma suerte de Ismael, Miquilena y tantos otros.



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Alexis Arellano


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