Hoy cuando la revolución Bolivariana atraviesa dificultades y está en riesgo, no sólo ella, sino las luchas de los pueblos latinoamericanos abrazados al legado de Hugo Chávez y cuando comienzan a verse ¨revolucionarios¨ que abandonan el barco ¨porque la vaina esta difícil¨ (como si alguien hubiese dicho que hacer revolución y declararse libre de las garras del imperio más poderoso de la historia de la humanidad era tarea sencilla) es un buen momento para recordar y mirarse en el espejo del Che.
¿Se rendiría el che como se rinden esos que llamamos chavistas con petróleo a 100?
Hace algunos años, en homenaje al glorioso argentino (con motivo, como hoy, de conmemorarse un año más de la fecha en la cual cambió de paisaje) escribimos esta nota. Se lea regalamos a nuestros lectores y los invitamos a reflexionar sobre la necesidad de preservar en la lucha a pesar de las dificultades.
He aquí, entonces, la nota:
Una discusión, bien acalorada por cierto, entre dos “revolucionarios” sobre cuál de ellos tenía más méritos como tal; trajo a mi memoria, sin que me pueda explicar el porqué, la imagen y la gesta de Ernesto Guevara de la Serna.
Quizás el conocimiento de que hoy 8 de octubre se cumplen 37 años de su muerte, haya influido en el que una disputa tan banal y poco revolucionaria, trajera a mi mente el legado de Guevara.
Ese si era un revolucionario y no necesitó discutirlo con nadie; pues si algo tenía el Che, era la humildad propia de quien es solidario por convicción. Su ejemplo y sus actos hablaron por él a lo largo de su vida.
De la renuncia a los privilegios como principio revolucionario, el Guerrillero Heroico dio cátedra permanente. Su título de médico que bien pudo adornar un acomodado consultorio en la sociedad bonarense; sirvió para curar los compañeros heridos en combate y a los humildes campesinos de la Sierra Maestra. Su cargo de Ministro en el gobierno de Cuba no tuvo posibilidad alguna de competir con la convicción de que tenía que hacer suyas las luchas independentistas de los pueblos africanos.
Del sacrificio revolucionario supieron sus hijos y su mujer, de quienes se separó con dolor, para internacionalizar la lucha por la igualdad y la justicia. Bien ha podido Guevara dedicarse a velar por el bienestar de su familia, mientras ocupaba un cargo acorde con su papel de líder fundamental de la revolución cubana; pero decidió en cambio, luchar por los hijos de los millones de humildes que en Africa y América sólo tenían por propiedad la esperanza.
La valentía que hace falta para oponerse al atropello de los poderosos, y que si es una carácterística revolucionaria , hizo suya el espíritu del Che y con ella como lanza, en el ristre de su alma, se alzó nada más y menos que contra el imperio más poderoso que ha conocido la humanidad. La muerte siempre fue su compañera y la prefirió a la posibilidad de renunciar a sus sueños e ideales.
De la moral revolucionaria sus compañeros de lucha fueron testigos. El militante con triple responsabilidad (la de médico, la de comandante y la de combatiente) nunca permitió que su disminuido físico, a consecuencia de un asma crónica, fuese argumento para evadir una tarea, por pesada que esta fuese. Del trabajo voluntario, el pueblo cubano tiene los más hermosos recuerdos del glorioso argentino.
El espíritu crítico del Che hizo frente al culto a la personalidad que envileció a tantos militante y lo opuso al dogmatismo soviético en momentos en que resultaba una herejía revolucionaria asumir posiciones como esa.
El pundonor del que hacen gala sólo los grandes, acompañó a Guevara hasta que la muerte lo acorraló en aquella humilde escuela rural de la Higuera. Allí, a pesar de sus múltiples heridas, se puso de pie antes de ser ejecutado, para enseñarle a sus verdugos como muere un revolucionario.
Desconozco el final de aquella discusión entre los dos “revolucionarios” que mencioné al principio de esta nota; pero la reflexión y el recuerdo del Che a que ella me indujo, me permiten decir: ¿revolucionario yo? Que más quisiera.