En el fondo de la historia humana, desde la existencia de las clases hasta ahora, la lucha del hombre ha sido por el socialismo, es decir, por una real expresión de justicia y libertad. Sin Tomás Moro –con su utopía- y sin Carlos Marx –con su socialismo científico-, esa ha sido la lucha del esclavo aunque no haya poseído la doctrina que ahora tiene a su disposición el proletariado, como su arma teórica de lucha de clases: el marxismo.
El
esclavo no luchó para ser esclavista, sino para dejar de ser esclavo y
vivir en armonía con los demás componentes de la sociedad. Que el
campesino se haya aferrado –incluso egoístamente- a la propiedad de un
pedazo de tierra (improductiva ante la gran hacienda feudal), es como
una transición entre el régimen esclavista y el capitalista, para
que en éste el esclavo –proletario- sea jurídicamente libre para vender
su fuerza de trabajo, pero igualmente explotado y oprimido. Mejor no
continúo con esas <especulaciones> teóricas, porque puedo
embrollarme y no deseo entrar ni con un solo ápice de contradicción con
el marxismo.
Cervantes,
por supuesto, no fue socialista. Su vida transcurrió entre 1547 –siglo
XVI- y 1616 –siglo XVII-, cuando en buena parte del mundo reinaba el
régimen de la Edad Media, es decir, el absolutismo político feudal y la
Inquisición. Fue defensor de la monarquía española y hasta familiar de
la corte de Felipe III. Gracias a ciertos privilegios adquiridos por
sus servicios a la monarquía desarrolló las facultades para legarnos un
rico tesoro literario, donde destaca su obra monumental y conocida
mundialmente como <<Don Quijote de La Mancha>>. No podía ser socialista, porque para eso estaban los <locos>.
De
entrada hay que admirar el poco dormir y mucho leer de Alonso Quijano
en un tiempo en que el Papa y el rey decidían que el leer era obra de
personas con importantes recursos económicos, y los textos teológicos
eran los seleccionados para satisfacer las ansias del conocimiento. El
ser culto no es poetestad de los <locos> sino de los cuerdos. El
hecho de que Alonso Quijano se le haya <secado el cerebro> indica
que fue muy poco lo que pudo haber leído de religión, porque si conocer
sobre ésta secaba el órgano del raciocinio, la Iglesia hubiera obligado
a todos los esclavos y peones a la lectura de sus misterios
<indescifrables>. El Papa y el rey se hubieran dedicado
exclusivamente a leer de caballerías. Cervantes fue, en definitiva, una
especie de transición entre el cuerdo Alonso Quijano y el loco don
Quijote. No podía saltar a otra etapa superior, porque las condiciones
del desarrollo social no estaban dadas para ello.
El
segundo aspecto significativo en la vida de Alonso Quijano, al
secársele el cerebro, es que se puso un seudónimo para cubrir sus
aventuras de rebeldía y que sólo Cervantes y sus lectores guardaran el
secreto de su nombre y apellido verdaderos. Otro aspecto importante en
la vida de Alonso Quijano, ya como don Quijote y en condición de loco,
es que nunca subestimó a sus adversarios para combatirlos, sino que
observándolos tan “reales” los consideró como maléficos gigantes, perversos magos y engendros malnacidos.
¿Acaso los pocos que hoy plagan de miseria y de dolor a los muchos no
están retratados en la descripción hecha por don Quijote?
Don
Quijote reunía las cualidades ideales para ser un excelente
revolucionario en el escenario de la utopía que se mira pero no se toca
y se escucha pero no es cierta. El escalafón más alto adquirido por
Alonso Quijano fue el de haberse graduado, más en la práctica que en la
teoría, de loco. ¿Para qué necesitaba don Quijote de mucho pensar, de
doctrina científica y armónica, si Cervantes había pensado por Alonso
Quijano y le secó el cerebro de tanto leer y de tanta imaginación?
Don
Quijote, gracias a su locura y a la cordura de su fiel escudero Sancho
Panza, sabía que el señor feudal, como el esclavista en el esclavismo,
podía vender y comprar al obrero como a una mercancía cualquiera.
Esclavista y feudalista eran los maléficos gigantes, los perversos
magos y engendros malnacidos. La escolástica le había hecho un daño
terrible a las ciencias y al mundo en general. Don Quijote ni siquiera
tenía idea de salario para pagar servicios prestados de su escudero.
Para él, la igualdad era su bandera de lucha. Dios lo había creado
para ser liberador y no esclavo de los hombres. Cuando un hombre vende
sus hanegas exclusivamente para comprar libros, no hace más que dar un
testimonio verídico de su <locura>. Bastaba que un porquero
tocase un cuerno para que don Quijote creyera que pobladores le daban
la bienvenida por venir a liberarlos de sus opresores. No
fueron pocas las aventuras en que la propia salvación de don Quijote
corría por cuenta del <caballero> hidalgo andante Rocinante... y
hasta del jumento de Sancho Panza. Quien sienta el costillar de
Rocinante y no se haga de la adarga al brazo, nunca tendrá tiempo ni
vocación para ser revolucionario.
Don Quijote buscaba esa
vida que anda y no se detiene, la que realiza sus
quehaceres y hay que descubrirla, vivirla y conocerla para cambiarla si
no ofrece provecho al ser humano. Por eso el primer gran descubrimiento
que hizo don Quijote y lo revolucionó, es que se encontró un pendejo
tenido por <bruto>, que le sirvió de escudero y con fidelidad sin
que nunca le pagara un salario por servicios prestados. Ya antes,
Rocinante había descubierto que su jinete, don Quijote, lo iba a meter
en muchos líos y lo pondría a pagar los platos rotos. Cuando
Sancho Panza le hacía llamado a su amo y señor don Quijote para que
dejara de ser ridículo y no sufriera de tantos desastres y
humillaciones, muy rara vez encontró oído receptivo, porque ya el
hidalgo caballero andante estaba loco para andar en eso del chivo que
si se devuelve se desnuca. Lo que hizo don Quijote, ya loco de
pirinola, fue cerrar los oídos incluso contra los mejores argumentos en
su contra. El se había decidido hallar el camino que lo conducía a su
ideal, por eso su vida no fue ni frívola ni descarada como la que
distingue al hombre sin ideal.
Ya
con don Quijote, loco de adarga en el brazo, se incia su aventura
revolucionaria. En esas hazañas idealizadas pero reales para su locura,
que lo llevan a plantear –sin proponérselo- el socialismo como régimen
de vida social para todos los hombres y mujeres que creía liberaba con
sus luchas en su tierra.
Tal
vez, igual sea una <locura> creer que don Quijote haya luchado
por el socialismo. Quizá, si Marx esto leyera, no dejaría de apreciar y
hasta de respetar la esencia del pensamiento que se expone y que
Cervantes no dio chance para que don Quijote lo hiciera en la teoría
por eso de haberle secado el cerebro a Alonso Quijano. Toda revolución
somete a crítica y transformación no sólo la estructura y la
superestructura del modo de producción que ciuestiona, sino también al
lenguaje. Hay palabras viejas que se extinguen con la desaparición de
las realidades que las sustentan y aparecen otras. Hay muchas o pocas
que se metamorfosean para adaptarse a las nuevas circunstancias, debido
a que no ha llegado la hora de su muerte definitiva.
Las
palabras, para don Quijote, tenían el significado de sus locuras, y
éstas eran sus luchas. Sin tener necesidad de un telescopio o de un PhD
académico, es fácil encontrar las siete grandes razones –prácticas- que
nos obligan a creer que don Quijote tuvo por
finalidad de sus luchas el socialismo,
sin que esta categoría aparezca en ninguno de sus discursos ni como
cuerdo ni como loco, y que no le dio chance tampoco expresarla en su
intento de ser el pastor Quijotiz. Don Quijote, ya loco de remate, se
lanzó a las aventuras para hacer batalla contra los desaforados
gigantes –los ricos-, enfrentar villanos –los déspotas-, alegando que
era un gran servicio de Dios quitar tan mala simiente –se refiere a los
gigantes- de sobre la faz de la tierra. Don Quijote no era Jesús, pero
como éste llamó a sus apóstoles a desenvainar espada, aquel hizo lo
mismo con Sancho Panza sobre la adarga al brazo, a diferencia que el
escudero tenía buena vista y sabía distinguir a un molino de un soldado, a un ternero de un molino, y a un soldado de un ternero.
En
fin, don Quijote el loco y no Quijano el cuerdo, salió a luchar para desfacer agravios: lograr que cesara el prejuicio que los gigantes maléficos creaban contra los derechos e intereses del pueblo. Enderezar entuertos: poner al derecho lo que está al revés, es decir, eliminar la injusticia para que predomine la justicia. Emendar sinrazones:
reparar los daños y los defectos que traen consigo las políticas
adoptadas por los gobiernos que utilizan el poder para plagar de
riqueza y privilegio a la minoría (gigantes maléficos) y de miseria y
dolor a la mayoría (los gobernados). Mejorar abusos: mo
permitir que se manifieste la extralimitación de las atribuciones
propias de una autoridad, porque eso viola los derechos de los demás. Satisfacer deudas:
lograr el cumplimiento de las promesas que fueron hechas al pueblo pero
que los gigantes maléficos, los perversos magos y los engendros
malnacidos nunca cumplen, es decir, llevar justicia y libertad a todos
porque esa es la gran deuda que la humanidad necesita se le satisfaga. Librar cautivos:
todos los explotados y oprimidos con cautivos de un régimen de
producción que responde a los intereses de los maléficos gigantes, por
lo cual es necesario la liberación de los cautivos para derrotar al
despotismo social. Socorrer viudas: aquí
es donde hay que descubrir la esencia de esa consigna quijotesca,
porque cualquier engendro malnacido puede entender que don Quijote lo
que quería era gozarse sexualmente a las viudas, y no es así. Ni
siquiera se dio un jamoncito con Dulcínea. Es más bien correcto aceptar
la idea de ejercer solidaridad con las mujeres que se quedaban encima
con una carga pesada por falta de recursos económicos tan pronto
faltaba el esposo. En todo caso debe entenderse el logro de la
emancipación de la mujer, ya que ésta ha sufrido de todas las
expresiones de explotación del hombre y de clase al mismo tiempo.
Preguntemos
y respondamos con mucha sinceridad: ¿Acaso eso no es el socialismo? A
cada revolucionario de nuestro tiempo, sea marxisto o no, lo espera al
otro lado del horizonte una dosis de <locura>, un don Quijote,
pero también en su pecho anda un pedazo de escudero, de Sancho, para
asegurarse de la solidaridad y de la crítica constructiva.
El
que sostenga que don Quijote no fue socialista, está loco de pila.
Gracias a Dios pero más a Marx, el socialismo es obra de masas
“enloquecidas” que se despojan de la camisa de fuerza y se la colocan a
los pocos maléficos gigantes, perversos magos y engendros malnacidos
que mal gobiernan el mundo y lo hacen andar patas arriba.
Cuando don Quijote quiso hacerse revisionista del socialismo, siendo el pastor Quijotiz, para pregonar mitos, dogmas y supersticiones milagrosas, Cervantes lo mató.